Un mal enemigo, un Celta diezmado, pero también una ocasión ideal para atenuar el dramatismo de la temporada. Los celestes sólo han generado malas noticias esta semana en la enfermería y el campo, con su eliminación de la UEFA, pero ayer recibieron del Athletic el mejor de los telegramas. La derrota del cuadro bilbaíno, que cierra la zona de descenso, proporciona a los vigueses una razón para imponerse en Sevilla a todas sus desgracias y miserias. El triunfo les daría cuatro puntos de ventaja. Un botín por el que hay que pelear al menos, a sangre y fuego, aunque falten ocho futbolistas y el Sevilla se haya convertido en un claro candidato al título de Liga.

El Celta cimenta su esperanza de puntuar ante el Sevilla precisamente en lo desesperado de su situación. Sólo la historia reciente lo alienta, con cuatro triunfos en las últimas cinco visitas al Sánchez Pizjuán. El presente, en cambio, le niega la victoria en todas las comparativas: potencial de plantilla, estado anímico y de salud, facilidad en el gol... Es la consciencia de esta inferioridad lo que puede contribuir a liberar a los celestes de la angustia que los atenaza en la Liga. Porque el principal enemigo del Celta sigue siendo él mismo, su debilidad ante el viento en contra, su incapacidad para aprovecharlo si rola a favor. Es antes que nada una cuestión mental, especialmente sensible en Balaídos. Como visitante, y en uno de los escaparates de la Liga, el equipo tiene más opciones de ofrecer su mejor versión. Como ya hizo en Mestalla y el Weser Stadion, aunque a la postre resultase inútil.

Esa cara bonita se construye por fuerza desde la seguridad defensiva, un horizonte que el Celta persigue en las últimas jornadas. Lo acaricia pero nunca llega a alcanzarlo. Es su particular arco iris. En cuestión de desgaste, el Sevilla jugó en la UEFA más lejos (Ucrania por Alemania) y más tarde (jueves por miércoles), pero lo compensa con la profundidad que el dinero y Monchi le han dado a su banquillo. Así que será difícil que Fernando Vázquez apueste por adelantar la presión a las barbas de Palop. Se le supone más bien organizando a los suyos bajo la consigna de contención y contragolpe.

Esto como idea. Para su plasmación sobre la cancha maneja varias opciones. Recursos de urgencia contra las ausencias. La rotura de la espina dorsal, sin ningún pivote profesional nato en liza, tiene solución pero a costa de desguarecer otras demarcaciones, como el lateral derecho. Así de descompensado se encuentra el equipo ahora mismo. Vázquez puede escoger entre un 4-2-3-1, con Tamas y Ángel en el doble pivote, o el 5-2-3 que empleó en casa del Werder Bremen. Eso protegería más a Jonathan de sus carencias defensivas, pero a costa de alinear a Jonathan Vila, a lo que el técnico se ha resistido últimamente.

El suyo, este fin de semana, es un trabajo simplificado por las circunstancias y a la vez complejo. El parte médico se le ha adelantado en los descartes: por lesión, Oubiña, Iriney, Núñez, Contreras, De Ridder, Guayre y Lucas; por sanción, Pablo García. Para completar la convocatoria ha llamado al canterano Dani Abalo. Y con estos mimbres debe confeccionar un conjunto que sea capaz de plantar cara al Sevilla de Juande Ramos, ese hombre que según la prensa inglesa afirma haber inventado un método invencible. Más allá de la presunta fanfarronada, en ocasiones lo parece. Pero en el fútbol no existe lo perfecto. Siempre hay una rugosidad en esa apariencia, una mota, un leve defecto, un grieta por la que el Celta intentará colarse para alcanzar la luz del día. Un triunfo no les daría la permanencia, pero sí un par de semanas de tranquilidad. Y eso es ya mucho este año.