Óscar Pereiro fue recibido ayer como un héroe por sus vecinos de Mos que le tributaron un impresionante recibimiento repartido entre el aeropuerto, el concello de Mos y el pabellón de Petelos donde la fiesta se prolongó hasta la madrugada. Fue la primera etapa de su otro Tour, el que comienza ahora y que le llevará de homenaje en homenaje.

Decía el ciclista después de concluir el Tour de Francia en ese brillante segundo puesto que en unos días se daría cuenta realmente de lo que había conseguido con su actuación de París. A Pereiro le habían hablado mucho esta semana de la pasión con la que su tierra había vivido la ronda francesa. Y ayer, por si le quedaba alguna duda, pudo comprobarlo en primera persona. Donde más lo sintió fue en el aeropuerto de Peinador lugar een el que la explosión de júbilo fue mayor que en cualquier otro sitio. El ciclista, que estuvo acompañado por toda su familia en la terminal, fue aclamado y sacado a hombros por miembros de su peña. De ahí hasta el Concello de Mos, Óscar Pereiro se desplazó en un descapotable clásico -el mismo que utilizó Alvaro Pino cuando ganó la Vuelta a España de 1986- y allí le esperaba el presidente de la Xunta de Galicia, Emilio Pérez Touriño; la conselleira de Cultura y Deporte, Ánxela Bugallo y el presidente de la Diputación, Rafael Louzán. En medio del fervor de sus paisanos, Pereiro dio las gracias a todos por el apoyo que le habían prestado durante el Tour de Francia y tuvo palabras elogiosas para Landis, el ganador del Tour de Francia. Pereiro dedicó el segundo puesto a todo el mundo, pero especialmente "a todas aquellas personas que de un modo u otro me han ayudado a lo largo de mi carrera. Estoy muy orgulloso de todos vosotros. Este segundo puesto es tan grande que no hay problema por compartirlo con todos vosotros".

Pero a Óscar Pereiro aún le esperaba la última etapa de una jornada agotadora. Su pueblo había preparado una gran fiesta popular para la noche y que serviría como colofón de un día en que Mos quiso dejarle claro a Pereiro lo mucho que les importaba y la intensidad y pasión con la que habían seguido la carrera francesa. Con las fuerzas justas, el corredor estuvo acompañando a su familia, a sus amigos y a su pueblo. Y después se fue a dormir, se supone que como un niño, tras superar el mes más tremendo que ha vivido.