CELTA

Castigo a la cicatería

Armando Álvarez / ENVIADO ESPECIAL

A Palma de mallorca

MALLORCA 1 - CELTA 0

MALLORCA

Prats, Cortés, Tuzzio, Iuliano, Maciel, Jonás, Pereyra, Doni, Tuni, Peralta, Arango, Choutos, Víctor, Okubo, Jugador Local, Jugador Local.

CELTA

Pinto, Ángel, Sergio, Contreras, Placente, Iriney, Oubiña, Núñez, Gustavo López, Jorge, Lequi, Silva, Perera, Javi Guerrero, Jugador Local, Jugador Local.

El Celta cayó ayer por culpa de un gol maravilloso de Doni y una expulsión excesiva de Contreras. Pero el resumen no debe quedarse en esos datos puntuales. La derrota se debe sobre todo a una actitud deficiente, excesivamente contemplativa, que permitió que el Mallorca sobreviviese a sus pesadillas hasta que el choque se le puso de cara. Ese pecado sólo es achacable a los celestes, que lo quisieron compensar con valentía y esfuerzo en la recta final, cuando el mal ya estaba hecho.

El reparto de papeles estaba claro en el arranque. El Celta se apretó contra Pinto, cediendo el control del choque al Mallorca. El plan consistía en provocar la ansiedad balear y explotarla después al contragolpe. Pero los de Cúper, aunque ponían más voluntad en el contacto con el balón, tampoco se atrevían a atacar a pecho descubierto. Los 17 goles encajados hasta este partido pesaban demasiado en su conciencia como para soltar las riendas.

El partido, en consecuencia, estuvo vacío de contenido en esa primera fase. El Mallorca apenas creó peligro en alguna jugada a balón parado. En el Celta, Jorge bajaba en exceso a la medular, convirtiendo a Perera en una diminuta mota celeste sobre fondo rojo. Aunque el pacense cayó a bandas para sacar a los centrales de sitio, sólo dispuso de un disparo excesivamente angulado, más peligroso por la deficiente parada de Prats que por su carga de pólvora.

De esa apología absoluta de la nada sólo salieron ambos equipos al final del primer tiempo por la proliferación de faltas próximas al área, pero sólo asomando el hocico. Tuvo Núñez la mejor ocasión, con un testarazo que detuvo Prats, y después Pinto neutralizó un tiro a bocajarro de Tuni. Muy poco para justificar un partido de fútbol, apenas los servicios mínimos. En lo que corresponde al Celta, se llegó a confundir astucia con renuncia. El matiz es importante.

Con todo, lo peor del periodo inicial fue la retirada de Perera, renqueante, en el descanso. Eso privó a Vázquez de la posibilidad de alinear dos delanteros en algún momento, cuando la escasa presencia de jugadores en el área rival es uno de los defectos de este equipo. Y hubiera sido necesaria tras el gol con el que Doni decoró el inicio de la segunda mitad: un remate precioso para resolver una acción surreal, que la defensa celeste debiera haber resuelto sin dificultades.

El Celta había esperado tanto a que madurase la fruta que el destino decidió castigarlo. Ahora era el Mallorca el que podía dormir el choque a su antojo y más cuando Contreras se fue a la caseta con dos tarjetas amarillas excesivas.

El panorama era realmente desalentador. Sólo quedaba la esperanza de que apareciesen los fantasmas del Mallorca. Los baleares, ahora que poseían algo que conservar, temían perderlo y preferían juntar líneas antes que bailar a los célticos. De esta forma les regalaban un terreno que en el tú a tú, con un hombre menos, al Celta le hubiera costado más trabajo conquistar. Fue gracias al nerviosismo de los locales que el encuentro se mantuvo abierto en apariencia hasta el último suspiro. Los celestes quisieron expiar sus culpas con una casta digna de elogio, pero que no debieran haber reservado como recurso de la desesperación. Una lección de la que conviene no olvidarse en San Mamés, ante otro contrincante en problemas.

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