Estragos en cadena

BENIGNO DE LA TORRE

El aparato circulatorio del Celta no funcionó ayer en El Sadar. Una de las arterias (la derecha) se rompió antes de empezar el encuentro con la baja de Núñez. El corazón dejó de latir a los cinco minutos con la lesión de Fernando Baiano. Entonces el equipo vigués perdió la energía de la que había hecho gala en los primeros partidos del campeonato como visitante. Se diluyó su fuerza mientras el brasileño se retiraba en camilla aquejado de un imprevisto (o no tanto) que le puede mantener apartado de los terrenos de juego algún tiempo, salvo que las ecografías digan lo contrario. Con esta compañía ausente, el Celta perdió la sangre hasta la debilidad. Las aportaciones de esta sociedad al sistema vital del conjunto vigués no son casuales, tal y como hemos podido comprobar en el césped navarro.

El accidentado inicio del partido tocó la estabilidad de un sistema que aguantó mientras el resto de los órganos cumplió con su función, pero que se vino abajo cuando aquéllos dejaron de percibir señales de vida de la zona motora del equipo. Aquella parte vital en la que el Celta había sostenido su extraordinario comienzo de liga como visitante estaba muerta sin Baiano y sin Núñez. La profundidad con la que el ingenio, la picardía y la calidad del ex jugador del Liverpool había dado de comer al hambriento brasileño despareció de golpe y la reacción en cadena hizo del Celta un equipo sin veneno, y del Osasuna un gigante demasiado temible. Si bien, algo de fiero debe tener este equipo navarro cuando después de siete jornadas comanda el campeonato en compañía del Real Madrid.

Se desconoce si porque la defensa del Celta se había visto afectada hasta el atontamiento por una primera mitad en la que el conjunto vigués apenas descubrió alternativas a las fugas de su aparato circulatorio o si porque el virus físico que afectó este fin de semana al conjunto vigués (Jorge Larena, además de Núñez y Baiano) también dañó parte del sistema nervioso de los hombres de Fernando Vázquez, pero el caso es que ese confusionismo vital con el que se plantó el Celta en Navarra acabó con otro inexplicable desfallecimiento, esta vez en la línea defensiva. Un solo segundo de duda, de bloqueo o artosis de los centrales invitó a un ex céltico, Milosevic, a romper definitivamente una igualadad que, a pesar de todo el Celta se había permitido la valentía de aguantar. Sergio y Contreras vieron interrumpida su lucidez y dejaron que el serbio se moviera en la frontal como pez en el agua, se preparara el disparo y batiera a Pinto sin remedio. El mal se había extendido desde la delantera a la defensa. Los estragos sólo tenían que seguir un recorrido para dinamitar al Celta en su totalidad. El deterioro, entre fases de lucidez en ataque, también acabó por afectar a Pinto, que con su falsa salida fue capaz de abrir un debate que Esteban espera con ansiedad.

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