Con la definitiva marcha de Luis Figo, la política de `galácticos´ emprendida por Florentino Pérez a su llegada al Real Madrid, en el verano de 2000, cierra su primer ciclo. El adiós del portugués, con menos grandeza de la que hubiera deseado el presidente e incluso el propio jugador, que siempre mostró su lado más profesional, y la llegada de Robinho, suponen un punto de inflexión importante en la entidad blanca.

El fichaje de Figo, arma fundamental para que Florentino aterrizara en el banco del Real Madrid, hizo girar en redondo al fútbol español, provocó un cataclismo en Cam Barça y regeneró las nuevas ilusiones del madridismo.

Ahora, con su adiós y la adquisición del joven Robinho, el presidente pretende instaurar un nuevo ciclo `galáctico´, del que espera que participe Baptista, y que Zidane, en su último año como profesional, sirva de puente junto a Raúl.

Figo dará sus últimos coletazos en el Inter de Milan. El luso, un profesional vistiendo la camiseta del Barcelona y del Real Madrid, aspira a engrandecer aún más su trayectoria en una Liga exigente, pero que prestigia a los futbolistas.

Tras protagonizar auténticas pesadillas en los aficionados merengues, sobre todo con el Barça, incluido su famoso "Madridistas llorones saludad a los campeones", Figo, en uno de los traspasos más convulsos y sorprendentes de la última década, desembarcó en Madrid un poco superado por los acontecimientos.

No obstante, pronto se despojó de cualquier complejo y aportó su calidad por la banda derecha para aglutinar títulos. En su primer año como madridista logró la Liga. Un año después (2001-02), ya con Zidane, Figo levantó una de sus grandes ilusiones, la Copa de Europa en Hampden Park, así como la Copa Intercontinental a finales de año. Otra Liga cayó en su bolsillo la temporada siguiente (2002-03). Su peso creció en el vestuario madridista, así como su amistad con Raúl, hasta convertirse en uno de los capitanes blancos.

Pese a que su juego empezó a sufrir altibajos siempre fue indiscutible. Paulatinamente su luz se fue apagando, en paralelo a la del club, y su situación empeoró notablemente con la llegada de Luxemburgo. Figo conoció un nuevo escenario, el banquillo, algo que no digerió con agrado. Su suplencia en el Bernabeu ante el Barça fue todo un síntoma de que su historia en el Real Madrid estaba llegando a su fin.

Tras varias semanas de vaivenes, el luso entendió que el club no contaba con él para su próximo proyecto y decidió buscarse su futuro. No obstante, Florentino no ha sabido resolver con sutileza una despedida de este calibre.