Premio Planeta 2024

Paloma Sánchez-Garnica, ganadora del Planeta 2024: "El miedo es un gran instrumento en manos del poder, con él puede dirigir a la sociedad hacia donde quiere"

La escritora superventas narra en 'Victoria' una historia de amor durante la Guerra Fría en los EEUU de la segregación racial y el maccarthysmo

Paloma Sánchez-Garnica, este miércoles, tras ganar el Premio Planeta.

Paloma Sánchez-Garnica, este miércoles, tras ganar el Premio Planeta. / EFE / TONI ALBIR

Anna Abella

Barcelona

La autora superventas Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) ganó el Premio Planeta con ‘Victoria’, una historia de amor que empieza en el Berlín de posguerra y una protagonista que viaja a los Estados Unidos de la segregación racial y el maccarthysmo de la Guerra Fría, donde se ve obligada a espiar para los rusos. La obra ganadora llegará a librerías el 6 de noviembre.  

-Su protagonista ha vivido la Alemania nazi. ¿Cuál es su pasado?

-Victoria, igual que su hija y su hermana Rebeca, son supervivientes, tratan de sobrevivir en el Berlín derruido, destrozado, hambriento, ocupado por los vencedores y dividido, ya antes del Muro. Es una mujer inteligente. Su pasión es la física y crea un código para un lenguaje cifrado, pero que no puede utilizarlo porque tiene que dar de comer a su hermana e hija y para ello trabaja cantando en un club. Se cruza en su vida el capitán Norton y de su mano cumple su sueño de ir a Estados Unidos, pero ese sueño americano acaba roto, porque nada es como pensaba.

-Y se ve obligada a espiar para los rusos. 

Entra en una red de espionaje de forma involuntaria porque teme que le hagan daño a su hija. Cuando le llegan las noticias del [caso real del] matrimonio Rosenberg, que eran padres de dos niños pequeños y fueron juzgados y ejecutados en Estados Unidos por espías, se pregunta si eso le va a pasar a ella.  

-¿Tiene algo de ‘thriller’ de espías en la Guerra fría a lo Graham Greene o John le Carré? 

-No mucho, pero son los años de la Guerra Fría, cuando decían que Berlín era la ciudad más peligrosa del mundo y donde más espías por metro cuadrado había del mundo. Pero la trama de espionaje se desarrolla más en Estados Unidos.  

"Siempre nos centramos en el odio del nazismo pero en Estados Unidos, la cuna de la libertad, los negros eran segregados y sufrían injusticias tremendas"

-¿Es un poco la continuación, al menos cronológica, de ‘Últimos días en Berlín’, con la que quedó finalista del Planeta en 2021?

-No, pero sí muestra cómo era la vida en el Berlín de posguerra. La historia empieza el 16 de octubre de 1946, cuando ejecutan a los altos cargos de Hitler tras los juicios de Núremberg. A las dos hermanas se les cruzan dos hombres que condicionarán sus vidas y destinos. Ambas verán quebrados sus respectivos sueños, una en el EEUU racista y la otra en la Rusia del gulag de Stalin. 

-Hay una trama paralela con el Ku Klux Klan y la persecución racial. Tras el nazismo, ¿sigue las huellas del odio en la historia? 

-Siempre nos centramos en la grandilocuencia del odio del nazismo pero también en lugares como Estados Unidos, que es la cuna de la libertad y los derechos humanos, había una parte de la población, los negros, absolutamente segregados y sufriendo unas injusticias tremendas amparadas por las leyes. Decían que eran iguales, pero lo eran solo en la teoría. Había fuentes para negros y para blancos, escuelas para negros y para blancos..., eran unos apestados. 

-Comentaba tras la gala que descubrió el experimento Tuskegee. 

-Fue un estudio clínico del Servicio de Salud Pública de EEUU entre 1932 y 1973 que utilizó a 600 aparceros negros. No sabían que tenían sífilis y no los trataban para ver cómo evolucionaban. Esos experimentos se hicieron después de revelarse los de los nazis con seres humanos durante la guerra.  

"El periodismo es imprescindible, pero también puede hacer mucho daño y tiene un lado oscuro, la desinformación"

-También recuerda la caza de brujas del maccarthismo. 

-Fue la persecución a través del pánico, del miedo a la bomba atómica, cuando al lanzarla se rompe el equilibrio entre Estados Unidos y la Union Soviética. Los aliados y los rusos se unieron durante la Segunda Guerra Mundial para acabar con el peligro del nazismo. Tras derrotarlo, esos dos bloques se separaron y se volvieron a enfrentar como los sistemas antagónicos que eran mientras Gran Bretaña y Francia se centraban en la reconstrucción. La Guerra Fría se hace evidente en un momento de peligro porque ambas potencias tienen la llave nuclear. Eso crea un pánico en la sociedad americana a todo lo que sea comunismo, socialismo de izquierdas, sindicalismo… Es el buscar un enemigo al que señalar. A eso ayuda mucho [John Edgar] Hoover, director del FBI y anticomunista declarado, que le daba información a McCarthy.  

-El odio, esa semilla del mal de la que habló en la gala, ¿es inherente al ser humano? 

-Sí, por desgracia, el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. Hay sistemas que amparan injusticias a determinados grupos de población porque el miedo, el pánico, es un instrumento muy poderoso en manos del poder, que con él puede dirigir a la sociedad hacia donde quiere. Eso se utilizó durante el maccarthismo y le salió bien hasta que periodistas como Edward Murrow se enfrentaron a McCarthy, que tenía mucho poder y mucho apoyo social a pesar de que acusaba injustamente sin pruebas, algo que causó mucho dolor en muchos inocentes, a los que dejó sin trabajo y marcados socialmente. En eso tuvo responsabilidad también el periodismo, que propagaba, filtraba y publicaba informaciones que sabían que eran falsas y no estaban contrastadas.

-La historia de Murrow se cuenta en la película ‘Buenas noches, y buena suerte’, título que usó como seudónimo de ‘Victoria’ al presentarse al Planeta. ¿Una declaración de intenciones en época de ‘fake news’? 

-El periodismo es imprescindible pero también puede hacer mucho daño y tiene un lado oscuro, la desinformación. El periodista tiene una responsabilidad con la información, igual que la sociedad tiene el derecho de recibir información y la obligación de cribarla. El periodismo siempre es incómodo para el poder, y más en una dictadura, que siempre intenta ponerle límites y callarlo, pero la obligación y la responsabilidad del periodismo es romperlos y contar lo que se quiere ocultar. 

-¿Aún es el cuarto poder?

-Sí. Hay una escena reveladora en ‘Buenas noches y buena suerte’, cuando el periodista del lado oscuro entrega un expediente a uno de los que trabajan con Murrow diciendo que este había sido comunista. El otro le dice que eso es mentira y su respuesta es ‘sí, pero ya sabes que si se publica, la gente se lo traga todo’. Por eso quería poner el foco en el periodismo. 

-¿Y más aún ante mentiras como las que sueltan Trump y otros populistas?

-Sí, como lo de ‘Los inmigrantes se comen a las mascotas’. Hoy se identifica a los inmigrantes como posibles delincuentes igual que entonces se decía de los negros. Son afirmaciones que la gente ‘compra’, incluso cuando se sabe que son mentira, pero quedan ahí. Por eso la sociedad debe cuestionarse si lo que nos llega es realmente cierto. De ahí la frase de Murrow: ‘un país de ovejas engendra un gobierno de lobos’.

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