Ha sido maestro de jóvenes escritores, y de escritores en ciernes; ha enseñado en escuelas de letras y en bares, donde ha impartido juicios que hicieron temibles, y ajustados, sus criterios, y ahora vive una jubilación lectora, manteniendo viva sus pasiones: leer y desleer, pues de esa contradicción vive quien ha leído tanto que a veces vuelve por sus pasos para reconocer que no todo el monte que frecuentó olía a orégano. Es Constantino Bértolo (Lugo, 1946), un mito vivo del gusto literario, que cuenta en un libro que le ha editado Manuel Ortuño en la editorial Trama. Sobre el contenido del libro, preparado en gran parte por el editor, versa esta conversación con el que fue editor de Debate y de Caballo de Troya. Añora esos tiempos, porque lo pasó bien, pero ahora no los repetiría.

¿Qué significa para usted haber enseñado escritura?

Fueron unos años muy intensos y aprendí muchísimo. Porque yo soy de los que cree que no puedes enseñar si no aprendes al mismo tiempo. Si no, no hubiera llevado a cabo esa experiencia. 

Y después de esa experiencia, ¿qué defectos ve en la literatura actual?

Tengo la impresión de que la literatura actual está muy pendiente de los lectores. Notas que una novela trata de vender. ¿De qué trata tal novela? De vender. Notas que hay una falta de ambición literaria. Esa ambición ha sido sustituida por una ambición comercial y mediática. Yo echo en falta un encuentro con un lenguaje más fuerte. Hoy hay mucha gente que redacta. Y redactan bien. Pero la literatura no va solo de redactar.

¿En todos los géneros?

Lo que pasa es que hoy hay una literatura al servicio de la rentabilidad. 

No puedes enseñar si no aprendes al mismo tiempo

Y está el auge de la novela negra, por ejemplo. 

Es una literatura menor. Pero me refiero a toda la literatura de géneros, no solo a esa. Es una literatura menor porque hay parte de la escritura que ya le viene dada. Y ese no-esfuerzo se nota. Los escritores de género, en general, redactan. 

¿Qué ha de tener un buen libro?

Tiene que mostrar algo que no se ve. Para eso hay que manejar un registro lingüístico fuerte. Tiene que rasgar para mostrar lo que hay debajo. Los buenos libros emergen. Enseñan lo que normalmente no se ve. 

¿Cómo ha ido variando la actitud de los escritores desde que nosotros nos emborrachábamos con ellos por las noches? 

Han pasado muchos años, pero creo que ha desaparecido el campo literario. Es decir, la literatura como un lugar en donde se manejaba conocimiento, responsabilidad… Ahora los círculos literarios se mueven en la esfera del entretenimiento. Están más pendientes del mercado y todo se ha vuelto más mediático, en el peor sentido del término. Antes se podía formar parte del mundo literario sin estar en los medios. Hoy parece que hay calidad solo si hay cantidad. Ventas y más ventas. Si no vendes, no existes en el mundo literario. 

Hoy parece que hay calidad solo si hay cantidad

Hoy hay libros con muchas páginas. Quizá porque las muchas páginas garantizan un buen precio de salida, ¿no?

Tú y yo como editores podemos decirlo. Cada vez que se vende un libro gordo hay quien recibe una comisión mayor. Cuando yo era editor notaba que, si publicábamos un libro barato, la red comercial no se interesaba mucho por ese libro. 

Gabriel Zaid tiene un libro que se llama 'Los demasiados libros'. ¿Hoy hay demasiados libros?

Sí. Quizá sería bueno que los escritores escribiesen todo lo que quisiesen, pero que solo publicaran tres libros, jajajaja. A ver: los libros nacen en un espacio elitista. Luego se democratizan gracias al mercado. Y ahí la calidad se ve afectada. Al haber tantos libros, de alguna forma, se ha devaluado el libro. Antes se decía: ‘fulano ha escrito un libro´. Y eso era algo extraordinario. Hoy son muchos los que escriben libros.

Usted ha editado, se ha empeñado en publicar escritores cuya vida a veces era más importante que la palabra, porque no se les conocía. ¿Cómo vivió esa experiencia?

Cuando eres editor, estás buscando lo nuevo. Editar lo ya editado, pues… no es el trabajo de un editor. Lo nuevo es la apuesta más fuerte de un editor. Eso permite que aparezcan autores valiosos. Pero también eso implica, desde luego, un riesgo económico. Porque pueden ser libros baratos de comprar y difíciles de vender, es verdad. Pero, oye, ahí está parte de lo que es ser un buen editor: arriesgarse. 

Dicho de manera irónica, los escritores son gente enferma. Un escritor es alguien que trabaja solo muchas horas y no sabe muy bien cuál es el valor de lo que hace

¿Cómo aprendió a decir no, este libro no?

A ver: dicho de manera irónica, los escritores son gente enferma. Un escritor es alguien que trabaja solo muchas horas y, mientras trabaja, no sabe muy bien cuál es el valor de lo que hace. A un trabajador convencional le pagan cada mes. Un escritor no, un escritor puede pasarse un año, dos, tres años escribiendo y de pronto termina y pone en juego su trabajo. Y se pone en juego a sí mismo. Es un trabajo delicado, sensible. Y al decir no, hay que procurar explicar por qué. Hay que tener un poco de atención con alguien que ha estado trabajando. 

En el libro habla de Internet y del libro digital. Parece ser que el libro digital no vende tanto como el de papel. ¿Esa ya es una batalla dada? 

Lo que internet ha provocado es el abaratamiento de la letra escrita. Lo que hacíamos los editores era hacer público un discurso privado. Internet es un sitio donde no se sabe dónde acaba lo privado, es como un patio de corrala. ¿Un patio de corrala era privado porque estaba dentro de un edificio o público porque era de todos los vecinos de ese edificio? Bueno, Internet masifica pero el libro de papel provoca prestigio. La tablet no ha heredado ese prestigio. De todas formas, me ha extrañado el frenazo de la edición digital. 

¿Qué papel juega Internet en nuestra sociedad lectora? 

Debería, debería, ¿eh?, representar una democratización de la escritura. Pero eso se ha transformado, en la práctica, en una banalización. Y además, como hay tanto ahí metido, te haces invisible. Y, cuando algo ha destacado, curiosamente, las editoriales de papel se han hecho cargo. 

En el libro habla de las editoriales independientes. Y se pregunta: ¿independientes de qué? ¿Esa independencia tiene algo que ver con la calidad de lo que se publica?

Es que el término independiente se ha utilizado para erosionar a lo no independiente. En España eso viene dado por el Grupo Planeta. Durante mucho tiempo, Planeta era lo comercial y lo demás era otra cosa. O eso decían como para darse prestigio. Así jugaban a identificar independencia con calidad. Pues hay grandes grupos editoriales con grandes catálogos y hay editoriales independientes que se han encargado de editar lo ya editado en otros sitios, vía subvención. Ya he dicho que no es fácil publicar nuevos autores, ¿eh? 

También es crítico. ¿En qué momento está ahora la crítica? ¿Por qué ya no es tan influyente? 

A nivel general, hay una cosa que ha perdido: la autoridad. Atreverse a decir lo que no se dice. Eso ya se ve muy poco. La crítica se ha convertido en periodismo y no en literatura. O sea: básicamente se ha convertido en publicidad. 

Hay mala literatura. Y eso es parte de la literatura, dice en su libro.

Sí. Todos pretendemos escribir bien, pero hoy la claridad, la transparencia, la objetividad… son valores que no se trabajan. Porque la gente que hoy escribe se fija antes en lo que gusta o no gusta.  

Habla de los libros religiosos que le han hecho daño. Pero, ¿qué pasa con los libros indiferentes a la religión?

Hay muchos. Uno que nombro siempre es El buen soldado. Es el típico ejemplo que te hace daño porque te permite pensar que eres mejor de lo que eres y que la simulación es una forma de medrar en este mundo. 

En los últimos tiempos, ¿cuál le ha hecho daño?

No lo voy a decir, jajajaja.

¿Y cuál le ha hecho bien?

Me cuesta pensarlo, pero… Los cuentos de Luis Magrinyà siempre me han hecho bien. Escribe con una maldad tan generosa que me parece una de las grandes voces de nuestro tiempo.