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Concierto en EEUU

Miguel Poveda deja su huella en Nueva York

El cantaor, que se acaba de tatuar el 'skyline' de la ciudad, abre el Flamenco Festival con un concierto pospuesto dos años por la pandemia

Miguel Poveda, en su actuación en Skirball, la sala de conciertos de la Universidad de Nueva York.

La primera película que llevaron a ver en un cine a Miguel Poveda fue 'Superman'. A aquel chaval de Badalona que tenía una televisión en blanco y negro y las ventanas abiertas al barrio no le impresionó tanto el superhéroe de la capa como la ciudad sobre la que volaba: Nueva York.

En aquella sala oscura a Poveda se le abrieron la mente y los sueños a otras vidas y otros lugares, a un mundo sin límites. Nació también una querencia por Nueva York que se probaría indeleble, especialmente ahora que Poveda se ha tatuado el 'skyline' de la ciudad en el brazo. Y como es bastante cierto lo que se dice de que Nueva York da lo que recibe, la urbe también ha quedado esta semana marcada por la huella del cantaor.

Un esfuerzo milagroso

El jueves, con dos años de retraso impuesto por la pandemia, Poveda se subió finalmente a un escenario neoyorquino para dar el pistoletazo de salida a la 20 edición del Flamenco Festival, una cita que gestó y puso en pie Miguel Marín y que, como esos rascacielos que tanto gustan al cantante que acaba de editar ‘Diverso’, ha ido en sus dos décadas de vida creciendo y extendiéndose por todo Estados Unidos a costa de un esfuerzo titánico y a veces milagroso.

Poveda regresó en el Skirball, el teatro de la New York University que también reabría tras los cierres coronavíricos. Lo hacía en un concierto que además servía para conmemorar el 25 aniversario del King Juan Carlos I Center de NYU, que se dedica a la promoción del español y la cultura española. Y era tanto el motivo de celebración, y tantas las ganas acumuladas, y tanto el genio reunido en el escenario, que hubo un auténtico recital.

Lujo sobre el escenario

Poveda propuso de entrada dejar “todo lo feo y lo malo” puertas afuera. Prometió intentar hacer que los presentes salieran del Skirball con el alma alegre. Y lo consiguió acompañado por un plantel estelar: el maestro Joan Albert Amargós en el piano, Jesús Guerrero en la guitarra, Paquito González en la percusión, 'El Grilo' y 'El Londro' en las palmas (con el último además demostrando su genio en el cante), y el talento derramado del bailaor Antonio Molina, ‘El Choro’.

Poveda fue el crooner y el cantaor, trovador y baladista, fuerza y control, genio y figura. Fue la voz que lo mismo conciencia sobre la emergencia climática que reivindica músicas y géneros populares que fueron clave en su infancia y que a menudo se han mirado con desprecio. Fue una vez más el vehículo para su adorado Federico García Lorca pero se atrevió también a llevar por bulerías el icónico ‘New York, New York’ de Frank Sinatra. Y posiblemente no pasaría nada si prescindiera de los vídeos que se proyectan en algunos momentos del espectáculo, pero poco más sobra en un concierto capaz de calentar la noche de fría lluvia con la esencia: seguiriyas, soleás, malagueñas, guajira, alegrías, tangos...

Poveda tiene citas con el Festival Flamenco en Miami y Los Ángeles antes de retomar su gira española. Pero antes ofrecía este viernes un segundo concierto en Nueva York. Se asienta la tinta en su piel, él asienta su huella en la ciudad.

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