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Entrevista

Jonathan Coe: "El tiempo del escritor varón, blanco y de mediana edad se ha acabado"

El novelista inglés se toma unas vacaciones de la actualidad política y social de su país para rendir un delicioso homenaje a Billy Wilder en 'El señor Wilder y yo'

Jonathan Coe, en la Filmoteca de Catalunya.

Jonathan Coe (Birmingham, 1961), el novelista que con más elegancia y puntería ha respondido en sus libros a la pregunta de qué significa ser inglés en las primeras décadas del siglo XXI, se toma unas vacaciones de la actualidad en su último libro, 'El señor Wilder y yo' (Anagrama), un chispeante y melancólico homenaje al genio de Billy Wilder que utiliza el recuerdo del accidentado rodaje de la película 'Fedora' (1978) para hablar sobre asuntos de gran calado como el arte, el tiempo, la familia y la comedia.

¿Cuándo y cómo comenzó esa fascinanción suya por Billy Wilder?

Empezó en los años 70, cuando yo era aún muy joven. Tendría unos 14 años. En la televisión pública se emitió ‘La vida privada de Sherlock Holmes’, y aunque yo no sabía quién era Billy Wilder sí era fan de Sherlock Holmes, así que la vi y me enamoré completamente de esa película. Enseguida quise saber todo lo que pudiera sobre quién la había escrito y dirigido. Mucha gente considera que es una película fallida, pero a mí no me lo pareció en absoluto. Algo en ella me conmovió muy profundamente y me convertí en un fan de Wilder.

El suyo era un tipo de comedia muy diferente del que hacían en esos años en Gran Bretaña gente como Spike Milligan, Peter Cook o Monty Python.

Es verdad que en esa época existían en Gran Bretaña cómicos muy brillantes que tendían hacia el surrealismo y el absurdo, mientras que las comedias de Wilder siempre estaban ancladas en la realidad y en el comportamiento humano más cotidiano. Visto con perspectiva, creo que su enfoque acabó teniendo más influencia en mi escritura que la de esos otros humoristas que tal vez en aquel tiempo fueran considerados más avanzados o modernos.

¿Diría que, en el terreno artístico, sus gustos han tendido siempre hacia las cosas ligeramente desfasadas?

"Cuando se estrenó 'Fedora' a finales de los 70 fui a verla solo, porque nadie en mi entorno quería ver una película como esa"

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Prefiero llamarlas “clásicas” [risas], pero supongo que la respuesta es sí. A raíz del descubrimiento de Billy Wilder, me apasioné por las películas antiguas y eso tenía a mis padres un poco alarmados. No lo veían como algo normal. Y, posiblemente, no lo era. Cuando se estrenó ‘Fedora’ a finales de los 70, fui a verla solo, porque nadie en mi entorno quería ir a ver una película como esa. Lo que mis amigos querían ver era ‘Encuentros en la tercera fase’’, ‘La guerra de las galaxias’ o ‘Fiebre del sábado noche’. No se lo reprocho.

¿Por qué eligió ‘Fedora’ para rendir homenaje a Wilder? ‘La vida privada de Sherlock Holmes’, con su britanicidad, quizá parecía una elección más obvia para un escritor como usted.

La historia del rodaje de ‘Fedora’ siempre me ha fascinado. De alguna manera, la película simboliza ese momento en el que la carrera de Billy Wilder entra en una crisis de la que ya no saldrá y en el que, a su alrededor, la manera de hacer cine cambia de una manera irrevocable. No es ni de lejos mi película favorita de Wilder (eso quedaría entre ‘La vida privada de Sherlock Holmes y ‘El apartamento’) y tiene muchos defectos, pero pienso que la mejor manera de entender a un artista es estudiar sus trabajos más defectuosos. Las obras maestras no presentan grietas por las que uno pueda asomarse a la mente de su creador.

Elige, pues, retratar a Billy Wilder en unos años en los que él empieza a asumir que tal vez su tiempo como cineasta ha pasado ya. ¿Le preocupa a usted que llegue un momento en el que la literatura lo deje atrás?

Supongo que cualquier escritor o director comparte esa inquietud. Las carreras de los creadores trazan una curva y hay que estar preparado para el descenso y para el final. Yo espero que en mi caso ese final quede todavía un poco lejos, pero es inexorable que me voy acercando cada vez más.

A la edad en la que usted escribió ‘El señor Wilder y yo’ [58 años], el protagonista de su novela rodaba ‘Bésame, tonto’. Y aún le quedaban unas cuantas balas de gran calibre en la recámara…

¿Cómo habría sido ‘Bésame, tonto’ si Billy Wilder la hubiera podido rodar con Peter Sellers y Marilyn Monroe tal como pretendía? Hum, esta es una conversación muy peligrosa, porque, si me pongo a pensar, lo que verdaderamente querría hacer ahora es escribir otras seis o siete novelas sobre la intrahistoria de diferentes películas de Wilder. Una novela sobre el rodaje de ‘Bésame, tonto’ sería muy interesante. El original era una comedia de época ambientada en el periodo de la Restauración y la película desde luego adquiere un nuevo sentido si te imaginas a Dean Martin con una peluca del siglo XVIII.

Ese cambio de la guardia en el el terreno cultural del que hablábamos antes no es hoy en día solo una cuestión generacional, ¿no? Como escritor blanco, varón y educado en Cambridge, ¿se siente de algún modo presionado para hacerse a un lado y dejar paso a otras voces procedentes de otros ámbitos?

"Siento que estoy decepcionando a mis lectores y a la realidad si mis libros no tienen suficiente humor"

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No diría que me siento presionado, pero sí creo que en cierto sentido tengo la obligación moral de hacerlo. Pese a lo que algunos puedan dar a entender con sus quejas, nadie está pidiendo a los escritores de mi generación, clase o etnia que dejen de escribir; lo único que se nos pide es que nos movamos un poco en la plataforma para que haya más espacio, y eso me parece muy razonable. El tiempo del escritor varón blanco de mediana edad que comparte con el resto del mundo su sabiduría universal se ha acabado. O debería hacerlo.

En ‘El señor Wilder y yo’ queda claro que usted siente devoción por Billy Wilder, pero no parece identificarse tanto con él como con [su coguionista] I. A. L. Diamond.

Es exactamente así. Uno de los diversos factores que me empujaron a escribir la novela fue una entrevista con Paul Diamond, hijo de I. A. L. Diamond, en la que hablaba de la frustración que sintió su padre durante la producción de ‘Fedora’ al no poder incluir ni una pincelada de humor en la película. Ese sentimiento es algo con lo que yo conecté rápidamente. Yo también siento que estoy decepcionando no solo a mis lectores sino a la propia realidad si escribo un libro que no tiene suficiente humor, porque para mí es una parte muy importante de la vida. Uno de los problemas que yo tengo con ‘Fedora’ es que me parece demasiado solemne, demasiado seria en un sentido equivocado. ‘Con faldas y a lo loco’ es una película muy seria y, al mismo tiempo, es increíblemente divertida.

I. A. L. Diamond y Billy Wilder. EPC

Más que un escritor cómico, diría que Diamond era un escritor muy serio con talento para la comedia. Usted también me lo parece.

En su caso es verdad [risas]. También era una persona muy introvertida, con tendencia a la melancolía. Ahí sí me reconozco.

En esta novela usted ni siquiera tiene que esforzarse en resultar divertido porque tiene a su disposición todas esas citas maravillosas del propio Wilder.

Creo que en todo el libro no hay ni un solo momento cómico que haya salido de mi imaginación. Por eso puedo decir con total convicción que es uno de mis libros más divertidos. Sé que los chistes son buenos porque yo mismo me reí mucho cuando se los robé a Billy Wilder.

Pese a todos sus defectos, ‘Fedora’ es una buena manera de acabar una carrera. Funciona perfectamente como alegato final. ¿Por qué entonces Wilder y Diamond quisieron hacer después ‘Aquí un amigo’ [1981]?

¡Ah, esa es una película que ni siquiera menciono en la película, como si no hubiera existido! Desde luego, ‘Fedora’ debería haber sido la última, pero, ya sabes, a veces la gente cree que la primavera durará siempre. Creo que Wilder pensó que aún podía tener un último éxito, pero ya durante la producción de ‘Aquí un amigo’ se dio cuenta de que el juego había terminado. El dramaturgo Christopher Hampton me explicó una anécdota deliciosa al respecto. Él conoció a Billy Wilder cuando este estaba haciendo el montaje de ‘Aquí un amigo’. Cuando le preguntó qué tal iba la película, Wilder le respondió: “El paciente está en la mesa de operaciones, pero hay pocas esperanzas de que sobreviva”.

Una curiosidad. ¿Por qué en su último encuentro con Billy Wilder, Calista [la protagonista de la novela] no le menciona que ha puesto a sus hijas los nombres de Fran y Ariane [personajes femeninos de dos películas del cineasta]?

Hum, eso es interesante. Quizá debería haber hecho que se lo comentara para ver cómo reaccionaba Wilder. Supongo que se sentiría halagado pero quizá también se vería obligado a hacer algún chiste. Probablemente le diría a Calista que debería haber llamado a una de las niñas Polly la Bomba [risas]. 

A diferencia de las dos novelas que la precedieron [‘El número 11’ y ‘El corazón de Inglaterra’], ‘El señor Wilder y yo’ se aleja de la Gran Bretaña contemporánea, pero tengo entendido que en su último libro [‘Bournville’, que se publicará en noviembre] vuelve a enfrentarse a la actualidad política y social de su país.

"Escribo para entenderme a mí mismo, pero cuanto más me entiendo, menos entiendo al país que me ha hecho ser como soy"

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Tengo esa compulsión, sí, no lo puedo evitar. La razón principal por la que escribo es para entenderme a mí mismo, y siento que cuanto más me entiendo a mí mismo, menos entiendo al país que me ha hecho ser como soy. Por eso sigo rascando en la superficie para tratar de averiguar qué significa ser inglés. No me interesa tanto escribir novelas políticas, no al menos en el sentido en el que ‘¡Menudo reparto!’ era una novela política, como profundizar en el verdadero significado de la ‘inglesidad’.

¿Tendrá Boris Johnson un papel en esa próxima novela?

Digamos que estará solo en los márgenes. De hecho, nunca había utilizado personajes reales en mis novelas hasta ‘El señor Wilder y yo’. Me incomoda mucho eso de poner palabras en la boca de alguien que existe y además está vivo. Aunque sea Boris Johnson. Es más, creo que si lo hiciera con Boris Johnson, sucumbiría a la tentación de tomarme demasiadas libertades y acabaría ofreciendo un retrato probablemente falso.

'El señor Wilder y yo'

Jonathan Coe 

 Anagrama

 272 páginas. 18,90 €

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