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Bob Pop Periodista y escritor

Bob Pop: "Hay que demostrar que ya no somos mansos y darle un bolsazo al fascismo"

"Ahora que hablo desde un cuerpo averiado siento no haberlo disfrutado más" - "Envidio a los que recuerdan la adolescencia con cariño"

Bob Pop acaba de estrenar "Maricón perdido", una serie basada en su vida y escrita por él, y ha reeditado "Mansos", una novela también autobiográfica publicada en 2010. Mauricio Retiz

El éxito de la serie «Maricón perdido» ha venido acompañado por la reedición de ‘Mansos’, la novela (muy autobiográfica también) que transcurre en una sauna gay y que Bob Pop publicó en 2010.

En la serie recupera el argumento de «Mansos» pero ha cambiado el final. ¿Por qué?

Porque hay que demostrar que somos menos mansos y que, como le dice al personaje de Roberto su abuelo en la serie, no tenemos que asumir que por ser diferentes tenemos que acabar mal. ‘Mansos’ la escribí hace 12 años como un ajuste de cuentas conmigo y su final tiene que ver con la necesidad de descansar, parar y respirar. Cuando adapto la novela a la serie pienso qué bonito es que la vida me dé la opción de cambiar el final para contar que el camino que he recorrido ha servido para algo. Entre otras cosas para demostrar que ya no somos mansos y que al fascismo se le puede dar un buen bolsazo en la cabeza.

Pero uno acaba de ver la serie, ve en las noticias el asesinato de Samuel Luiz y se da cuenta de que la realidad es tozuda.

Y horrible. Empecé la promoción con cierta luminosidad, presentando «Maricón perdido» casi como una serie histórica que muestra un pasado que creíamos haber superado, y la realidad me ha demostrado que no. Sí ha cambiado una cosa muy importante: los espacios de odio siguen estando, pero los de huida y acogimiento cada vez son más. La diferencia está en que lo que vemos ahora en los telediarios hace 20 años no saldría y probablemente esto sea una buena señal.

Escribe sobre cómo pasó de la mansedumbre a desafiar con sus andares maricas.

Porque igual que ellos nos agreden y nos matan sin importarles quiénes somos en realidad sino quienes creen que somos, tenemos que dejar muy claro que somos quienes somos y tenemos derecho a serlo con la cabeza bien alta y que es la única forma de enfrentarnos a ese horror.

¿Se ve cómo ejemplo?

No, pero sí como una voz más dentro de un coro de muchas voces que ojalá sean más numerosas cada vez. Me veo como alguien que tiene su historia que contar a su manera y que, igual que lo he hecho yo, muchos y muchas y muches pueden hacerlo. Siempre he considerado la ficción como una forma de agujerear el muro del callejón sin salida por el que poder escapar.

¿Es mejor presumir de cultura LGTBI que evitar etiquetas?

Sí, porque es una cultura que hemos construido a partir de valores como la reivindicación de la lucha de las compañeras y compañeros del pasado, como un refugio ante una realidad hostil y como una manera de asumir que no queremos ser normalizados, que tenemos derecho a aportar a la sociedad toda la experiencia de lucha e identidad que hemos vivido. Y no reivindico esa cultura LGTBI como algo endogámico sino como algo que puede aportar a la sociedad para aprender a manejar los nuevos tiempos.

A cambio, los enemigos cada vez gritan más.

Cuando tengo un buen día pienso que tiene que ver con una actitud reaccionaria que sucede cuando los grupos hegemónicos sienten que su privilegio se tambalea. Sucedió ante el feminismo y sucede ahora ante el colectivo LGTBI. Es una pataleta reaccionaria y violenta que, por desgracia, se está llevando a gente por delante. Esto nos demuestra que la lucha hay que llevarla a cabo y que se puede ganar.

La serie habla de lo difícil que es ser homosexual pero también de lo difícil que es ser adolescente.

Para mí era importante porque, como la adolescencia se ha convertido en un target comercial, se ha dulcificado muchísimo. De repente es guay ser adolescente. Pero ser adolescente marica o heterosexual o guapo o gordo es siempre un horror porque te falta tanta información y te llegan tantas preguntas que es un momento de estupor vital complicado. La gente que recuerda con alegría y nostalgia la adolescencia me da mucha envidia.

¿Ha logrado imponer la mente a los complejos del cuerpo?

Para mí el cuerpo era una especie de enemigo de lo que yo consideraba mi gran joya: mi cabeza. Tuvo que llegar la esclerosis a demostrarme que la joya estaba paralizando a ese cuerpo del que me avergonzaba. Fue una forma, demasiado traumática para mi gusto, de explicarme que todo va junto. Si algo me ha salvado de la vida ha sido mi cabeza, mis pensamientos, pero ahora que hablo desde un cuerpo averiado siento no haberlo disfrutado más.

¿Qué diferencia ahora a Roberto Enríquez de Bob Pop?

Publiqué ‘Mansos’ como Roberto Enríquez porque pensaba que Roberto era el señor serio que escribía novelas y Bob Pop era la petarda que escribía sobre tele y crónica social. Ahora he unificado a las dos personas y convivimos superbién. Por muy devoto que uno sea de la alta cultura, en las situaciones más importantes no te llega a la cabeza un poema de Gil de Biedma, te llega una canción de Madonna.

¿Echó de menos de adolescente tener gustos culturales más propios de su edad?

Hay momentos que sí, pero para no estar tan solo. Pero la cultura me protegía y me daba perspectivas que yo no encontraba en el pueblo en el que vivía y con la gente que me rodeaba. Me daba un punto de fuga al que aspiraba, aunque eso tiene el riesgo de la decepción cuando te creas la expectativa de que hay una especie de tierra prometida donde todos te esperan con los brazos abiertos y descubres que no, que ahí tampoco. La primera vez que fui a un bar gay en Chueca esperaba que me recibieran con globos de colores, una banda municipal y una pancarta que dijera «Bienvenido, maricón», y resulta que tampoco. También ahí hay una rebúsqueda de la identidad y del espacio propio.

Igual que Bob Pop se ha reconciliado con Roberto, ¿se reconciliará con su familia?

No. He aprendido a tenerlos lejos. Con el tiempo aprendes que hay cosas que no puedes cambiar y lo único para lo que sirve la edad y cierto privilegio es poder evitarlas. Además, la familia también la crea uno. En la serie cuento mucha desconfianza e incomprensión pero también que existen manos amigas que conforman una familia.

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