El fallecimiento el pasado 30 de septiembre del dibujante Quino ya ha sido atendido con merecimiento. Hemos leído fechas, como su nacimiento el 17 de julio de 1932 en Mendoza (Argentina), sus inicios profesionales y la fecha de la creación de Mafalda en 1962. Se ha recordado su Premio Príncipe de Asturias. Y por supuesto, se ha alabado el impactante legado de su obra, especialmente esa Mafalda que en un rostro infantil dibujó un pensamiento adulto, político, democrático y sin duda progresista cuando no directamente de izquierda, en todo caso de izquierda social, apego al trabajador, al pequeño burgués urbanita, al emigrante que se buscó en Argentina las castañas como, sí, también está leído, los propios padres de Quino.

Pero a servidor, desde que leía aquellas tiras maravillosas, sencillas, de un dibujo sintético pero exacto, siempre le ha acuciado una pregunta: ¿Le gustaba a Quino la sopa o, como Mafalda, no podía con ella? Vale, este asunto ha trascendido en más de una entrevista al autor, que ha comentado con su sosegada timidez el dato (el dato es que sí, le gustaba la sopa), pero este lector de toda una vida de Quino prefiere aferrarse a la idea principal, que es porqué llegué yo a esa pregunta.

Como lector de Mafalda me interesó más lo cotidiano de la serie que su (maravilloso) cariz social o político. La aversión de Mafalda por la sopa. La fantasía tan sabiamente relejada en Felipe. El padre de Mafalda, que simboliza a todos los padres de sueldo medio y trabajo gris, buena gente que lucha por tener algo tan noble como una buena familia. Y si de familia hablamos, recordemos a la abnegada madre tan de otra época, ni siquiera la de la niña Mafalda€ "Mamá, ¿qué te gustaría ser si vivieras?" es posiblemente la frase más famosa del cómic en lengua castellana. O casi.

El horror sopero de Mafalda transparenta lo que más me emociona en Quino: su mirada sensible hacia el lado humano más digno de las clases medias. Más que sus geniales metáforas políticas (¿recuerdan aquella tira en que una madre abofeteaba a su hija, y la onomatopeya decía "PAZ"?) o las diatribas contra la deriva del mundo (recomiendo la edición de las tiras de Mafalda inéditas en la que se recuperaron algunas que apuntaban a temas de su propia actualidad, por lo que fueron descartadas de los librillos recopilatorios y precisaron de anotaciones de contexto).

Y además de Mafalda, me apasionó el humor desbocado de los siguientes años de Quino. Mordaz, surrealista, juguetón con los recursos del cómic como medio. En ocasiones hilarante. Chistes sobre profesiones varias, sobre la burocracia, sobre los poderosos (políticos, o de alcurnia, nadie escapó a su lápiz/bisturí), y muchas veces sobre la felicidad (enfrentamientos con doctores restrictivos, impetuosas búsquedas de la fortuna, encuentros con la desdicha€)

Quino fue un maestro del humor y del cómic y si, le gustaba la sopa, pero nadie como él nos hizo sentir lo que es odiarla.