La DANA, un año después. El episodio de gota fría más dramático del último siglo y medio en la Veja Baja del Segura se cobró seis vidas en septiembre de 2019. Los 425 litros por metro cuadrado que se registraron en las primeras 48 horas reventaron las motas de contención del río y dejaron aisladas, sin agua potable, localidades como Almoradí, Algorfa, Dolores o Benferri.

Quienes lo sufrieron en propia carne lo cuentan en el documental «Fango» que, producido por Hidraqua y que estrena INFORMACIÓN en exclusiva el próximo jueves, 17 de septiembre.

Vicente Sáez, agricultor, 80 años. La crecida del río arrasó sus tierras y su casa en Dolores

Su imagen, metido en el agua hasta la cintura con un peto de los bomberos mientras recorría sus tierras inundadas, su casa, mostrando los estragos de la DANA, sus animales muertos, dio la vuelta al mundo. Vicente Sáez recupera su vida poco a poco.

El 5 de diciembre cumplirá 80 años. Lo hace con entereza, sin aspavientos, sin lamentarse, trabajando cada jornada para que su hogar en el Rincón de la Pertusa, en la huerta de Dolores, recupere el esplendor que la gota fría le arrebató. Él y su esposa, confinados desde marzo por miedo al contagio en mitad de la pandemia, se han quedado solos en el vecindario, los pocos que aún residían allí optaron por marcharse tras el desastre.

Un años después, ¿cómo les va todo a su esposa (Josefa, de 72 años) y a usted?

Estamos bien, arreglando, poco a poco, la casa, aunque el otro día volvió a llover y tuvimos filtraciones de agua en una de las ventanas, que están recién pintadas. Habrá que volver a darle con silicona bien.

Al final decidieron reconstruir la casa, ¿son los únicos vecinos en su zona?

Aquí vivimos solos, no tenemos a nadie alrededor, solo una pareja de ingleses que viene muy de vez en cuando. La gente se quedó sin dinero y prefirió irse con sus familiares a arreglar las casas. Aquí ya no viene ni el panadero. Pero tenemos delante una carreterita muy buena por la que pasea mucha gente todos los días.

Las ayudas que le prometieron, ¿las han recibido?

Las ayudas nos han ido llegando, primero 1.500 euros y luego 3.000.

¿Y es suficiente?

Con eso no se puede reparar la casa, da para muy poco, pero vale para empezar a reconstruir. Hemos pintado, hemos rehecho nuestro dormitorio, ahora tenemos que comprar las puertas... El resto de las habitaciones están desnudas. Nos lo tomamos tranquilamente, poco a poco... ya la arreglaremos...

¿Sienten que están seguros?

Estamos contentos con la solución que nos han dado. Han empezado a construir un canal de desagüe, que ha costado dos millones de euros. Cuando lo terminen, hará que, si el río vuelve a crecer, el agua se canalice. Si vuelve a repetirse una gota fría como la del año pasado, habrá que ver si aguanta, pero están metiendo hierro y cemento en cantidad y yo creo que, con eso, para contener las gotas frías de los últimos cien años, sí que da. Pero hasta que no lo comprobemos... Los ánimos, a la fuerza, tienen que ir bien. Con amargarte no ganas nada. Somos valientes, saldremos de esta.

Y después de la DANA, el coronavirus, menudo año...

(Risas). Yo no salgo nunca ni me junto con nadie, no quiero arriesgarme. Me dedico a arreglar mi casa, mi huerto, a plantar, con la poca agua que nos llega, lo que puedo. Lo último han sido brócolis. Cuido a mi burrita (Pepina, que ya ha cumplido 32 años). Mi mujer es la que sale a comprar una vez a la semana, pero el resto del tiempo estamos aquí... y créame, no nos aburrimos, aquí hay mucho que hacer.

Fidel Galant, técnico de mantenimiento de Hidraqua, 47 años y nacido en Almoradí

Ha aprendido a convivir con la angustia de aquellos días. Desde su puesto como técnico de mantenimiento de Hidraqua, trabajó hasta el desfallecimiento para devolver el flujo de agua potable a sus paisanos, aislados y anegados varios días por culpa de la crecida.

Nacido en Almoradí hace 47 años, Fidel Galant hace un silencio cuando escucha al periodista cuestionarle por el signo de los recuerdos. Conoce bien la orografía de su comarca y no tiene miedo, convive con él, sabe que la reconducción artificial del cauce del Segura es un arma de doble filo, una amenaza constante de crecidas en caso de lluvias torrenciales. Lo que ve cuando cierra los ojos todavía le conmueve.

Cuando echa la vista atrás, ¿siente que se mantienen vívidos los recuerdos o que comienzan a difuminarse?

(Pausa larga) No se van, no. Lo recuerdo todo y lo recuerdo con un poco de dolor. Pasaron tantas cosas y tan deprisa, que, cuando lo rememoras, te duele. Parece que se cura, pero no, algo así no se cura tan rápido. Esos recuerdos no desaparecen, son situaciones que vives en primera persona y se te quedan clavadas.

Que sea usted de Almoradí tampoco ayuda a pasar página rápido.

No. Me sentí muy impotente, muy frustrado. Intentábamos solucionar una cosa y, antes de empezar, el avance del agua nos lo impedía. Al poco, se inundó también el único punto de acceso que nos permitía llegar hasta la tubería que teníamos que arreglar. El pueblo no tenía agua potable y tampoco había forma humana de que la tuviera. Buscamos mil alternativas, pero no funcionaron. Además, si, como yo, eres de aquí y lo ves todo anegado, tu tierra, los hogares de tu gente, sus negocios... pues se te mezclan las emociones te invaden la impotencia y el dolor, se te queda todo clavado.

Al romperse el muro que marca el cauce del río, el agua llegó al casco urbano y se lo llevó todo a su paso. Esas imágenes no se me van a olvidar jamás.

¿Qué le tocó hacer aquellos días?

Nuestra labor consistía en restablecer el abastecimiento de agua potable al pueblo, que se quedó sin ella cuando la fuerza de la crecida arrasó la tubería que la canalizaba. Lo intentamos todo, llegamos a trabajar en espacios con un metro de agua, pero hasta que no bajó el nivel de la riada y pudimos meter máquinas, no hubo manera. Almoradí estuvo sin suministro seis días a pesar de todos nuestros esfuerzos.

Un año después, con todas las actuaciones, ¿se vive seguro en Almoradí?

Se puede estar tranquilo porque el punto en el que se rompió el muro de contención está totalmente arreglado. Lo que sucede es que siempre te queda la duda de ver cómo aguanta en la siguiente gota fría dado que, al circular el río por una cota más alta que, prácticamente, toda la Vega Baja, pues toda la comarca depende de que ese cauce artificial aguante, porque si no aguanta, de nuevo, ocurrirá otra desgracia.

Aquí se puede vivir tranquilo... hasta la próxima DANA. Una cosa sí está clara, si se rompe el muro, no será en el mismo punto, se lo garantizo.