La escritora Bárbara Blasco acaba de ganar la 16.ª edición del Premio Tusquets con "Dicen los síntomas", una novela sobre la relación entre un padre y una hija. La historia se desarrolla en un hospital, un lugar común en plena pandemia.

- ¿Cómo es recibir el Premio Tusquets?

-Muy emocionante. El premio siempre me ha gustado mucho. Creo que es una convocatoria muy limpia.

-Dicen los síntomas

-Sigue la línea de mi anterior novela, aunque esta tiene algo más de ironía. La novela arranca con la enfermedad del padre de la protagonista. Toda la obra transcurre en la habitación de un hospital, donde la hija espera la muerte del padre, que además, ha entrado en coma. Tienen una relación bastante difícil, por lo que la protagonista esperaba que la experiencia hiciera cambiar a su padre y así saber las claves de las razones de su mala relación. Sin embargo, lo decepcionante para ella es que su padre va a morir en coma. Por otro lado, ella está obsesionada con la enfermedad. Entiende el mundo a través de las enfermedades de la gente. Incluso, a veces, le parecen más sinceros los síntomas que da el propio cuerpo que las palabras. Todo cambia cuando aparece el ocupante de la cama de al lado.

- La trama se desarrolla en un hospital. Desgraciadamente, un lugar del que se habla mucho últimamente a causa de la pandemia.

-La novela fue escrita antes de la aparición de la Covid-19. Sin embargo, reflexiona sobre la enfermedad y sobre las metáforas que podemos hacer de ella. Me parece que vivimos en una sociedad en la que la enfermedad da cierta vergüenza y es algo que hay que ocultar. Cuando en realidad, hay que tomarla como resultado del paso del tiempo. Aunque en la novela se trata la enfermedad desde cierto humor. La protagonista tiene un carácter bastante ácido y mordaz.

- Tusquets describe la novela como un "retrato generacional".

-Sí. Virgina, la protagonista, intenta ser madre, no tiene pareja y se conforma con ser camarera pese a tener una carrera.

- ¿Es una mujer en la encrucijada? ¿En mitad de dos cosas, lo que se espera de ella y lo que realmente quiere?

-Sí. Ella se siente estafada por la vida, porque en el fondo no tiene nada de lo que había pensado tener a su edad. Virginia está harta de todo. Intenta ajustarse a las convenciones sociales pero en el fondo sabe que ella no va a pasar por el aro.

- ¿Qué tiene Virginia de Bárbara?

-Esa es la pregunta del millón. Yo digo que Virginia es todo lo que le ha gustado al lector de mí, y lo que no, es todo de Virginia (ríe). Es muy difícil explicar hasta qué punto se parecen los personajes a su creador. Esta novela no es autobiográfica, pero hay cosas en las que me identifico. Es difícil hablar de realidad y ficción. Creo que todo se mezcla. Cuando me pongo a escribir algo a modo de diario tengo la sensación de que he creado un personaje, de que esa no soy yo. La vida siempre excede el papel. El diálogo entre la realidad y la ficción es justamente la literatura, y es interesante que así sea.

- ¿Cómo le llegó esta historia?

-Mis historias siempre nacen de una idea contradictoria que no acierto a digerir. Con el tema de la enfermedad me pasaba. Por una parte pienso que darle una explicación a todos los síntomas y enfermedades es un error. Pensar que padeces una dolencia por una cuestión del alma o un problema en tu vida no tiene sentido. El cáncer, por ejemplo, se vive con la culpa del enfermo. Algunas personas piensan que por estar amargado puedes criar un cáncer, y no. Siempre he estado de acuerdo con esto. Sin embargo, me removía otra idea. Me negaba a aceptar que las enfermedades no dijeran nada. Muchas veces son metáforas de otras cosas. Susan Sontag lo explicó muy bien en La enfermedad y sus metáforas. La tuberculosis, por ejemplo, tenía muy buena prensa. Los jóvenes deseaban tener tuberculosis. Hay metáforas que se construyen alrededor de las dolencias. Pero cuando la idea creada es terrorífica, es cuando vienen los problemas, ya que el enfermo tiene que lidiar con la propia enfermedad y el rechazo social.

- ¿Ocurre también con los contagiados de Covid-19?

-Quizá sí. Virginia, por ejemplo, es hipocondriaca, o eso dice su hermana. Está obsesionada con las enfermedades. Creo que como sociedad nos está pasando un poco esto. Hemos puesto el foco en el coronavirus y ahora todo lo vemos a través de él. Hay psicosis porque lógicamente vivimos rodeados de una enfermedad. Aunque si desde los medios de comunicación nos hablaran tanto del cáncer como del coronavirus, de la gente que enferma y de la gente que muere por él, quizás estaríamos todos obsesionados. Como ahora, estaríamos contando los muertos y los enfermos de cáncer.

- Ha sido camarera, ayudante de mago, actriz, periodista... ¿Cómo llegó a la literatura?

-La verdad es que siempre vivió conmigo, aunque jamás soñé en que mi pasión se convertiría en mi modo de vida. Hoy sigue siendo difícil, pero por suerte, hago cosas cada vez más relacionadas con la escritura.