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Manuela Riobó - Escritora

"Muchas escritoras tienen un pequeño problema a la hora de empoderarse"

La novelista, afincada en Domaio, acaba de publicar "Garras y Furia", el primer título de una trilogía que terminó de escribir durante la cuarentena

Manuela Riobó. // Noelia González

Con su tercera novela publicada ("Garras y Furia. El Mensajero I"), Manuela Riobó por fin asegura que se siente escritora. El confinamiento la ha ayudado a acabar su trilogía, que tendrá su continuidad en los próximos meses con "Aves de Rapiña. El Mensajero II" y con "Princesas Blancas. El Mensajero III".

-El 1 de junio publicaba a través de Amazon "Garras y Furia", pero sus lectores no tendrán que esperar mucho para leer más cosas suyas.

-Los dos siguientes libros de la trilogía están ya escritos. El segundo saldrá el 1 de julio y el tercero, que completa la saga, el 1 de agosto. No me gusta tener meses esperando a los lectores porque, suponiendo que les enganche la historia, me parece muy cruel dejarles con la miel en los labios. Respeto mucho los gustos de otros autores y cada uno es muy libre de hacerlo como quiera, pero personalmente no me gustaría nada, como lectora, que me pase eso.

-Además de esta trilogía ya había publicado dos títulos antes, "Un secreto, una deuda" y "Patitas de araña".

-Llevo unos cuantos años escribiendo. Toda mi vida me ha gustado muchísimo pero me lo tomé en serio hace unos siete años, cuando empecé a escribir un poco cada noche, hasta que logré darle forma a la primera novela, que se fue para un cajón, sin terminar. Después me puse con una segunda, que preparé para un concurso que antes tenían en el Círculo de Lectores para escritores noveles. No gané nada, pero para mí era un gran acontecimiento tener una novela terminada; evidentemente ellos necesitaban una novela con un poco más de trabajo. La tercera, ubicada en Vigo, es contemporánea, con tintes policíacos y que tiene algo de romance, es la que se titula "Un secreto, una deuda". Fue mi primera obra publicada, en Selecta, que pertenece a Penguin Random House.

-Esta tercera publicación suya rescata uno de esos proyectos que se quedaron en el cajón, ¿cierto?

-Sí. A la novela que presenté al concurso del Círculo de Lectores le di una vuelta porque era como muy romántica y es la que ahora se titula "Garras y Furia", a la que le añadí la figura del mensajero. Fue una idea de Clara, una de mis lectoras cero. Ella pertenece al ramo sanitario, la leyó y me arregló una serie de cosas porque hay escenas que discurren en un hospital, y alucinó mucho con la figura del mensajero. Fue ella la que me dijo que tenía que darle más cancha a ese personaje, que en un principio para mí era un segundo protagonista o un secundario con mucha fuerza. Volver a los orígenes, a coger cosas que había escrito hace siete años, fue una pasada.

-La ubicación de esta trilogía discurre también entre Vigo y sus alrededores, ¿le resulta más fácil inspirarse en lugares que conoce?

-Hasta ahora está ubicado todo en Pontevedra. Hay mucho de Vigo, zonas de O Morrazo: Moaña, Cangas, Domaio, que es donde vivo, y aunque todo sea ficción sí que hay un montón de lugares que existen. He pedido permiso a los dueños de los negocios para usar las ubicaciones y todo el mundo ha estado encantado de echar una mano. La tercera novela ("Princesas Blancas") tiene muchísimo de Domaio, pero empieza en el Levante. Para mí es más fácil escribir sobre lugares que conozco y donde me gustaría estar. La zona de Nigrán, por ejemplo, me apasiona, me encanta por sus acantilados, el mar, las vistas, ese olor... Debo confesar también que se debe a un afán mío de poner en el mapa y de llamar la atención sobre las cosas más importantes.

-¿Se refiere al contenido social que encierran sus obras?

-Me enfadé a nivel social un montón con todo este politiqueo del insulto fácil, el griterío y el salir en la televisión; parece que nos cierran los ojos con esas cosas y no acabamos de ver lo que es realmente importante. Nos manipulan y dejan al ciudadano desvalido totalmente y yo, ese tipo de cosas que voy viendo, desde mi punto de vista, lo voy denunciando. Por ejemplo, mi primera novela, "Un Secreto, una deuda", contiene una denuncia respecto a dos temas muy delicados, el abuso sexual infantil y la violencia de género, y la trilogía de El Mensajero el hilo conductor es la prostitución y la trata de mujeres.

-Esta trilogía sale a través de Amazon, ¿cuál es la razón?

-Con "Un Secreto, una deuda", que se publicase en una editorial digital me pareció una oportunidad impresionante, pero las editoriales digitales te ofrecen un margen muy pequeño de beneficio. Para poder pagarme un café tenía que vender ocho novelas, pero la satisfacción de que te vendan y de que te lean es muy grande. Presenté la novela al Premio Vergara y aunque no gané, la editora Lola Gude me llamó y me encantó que contactaran conmigo cuando yo estaba en plena crisis personal en la que me planteaba qué hacer con mi vida. Fue como un mensaje del Universo.

-En esa búsqueda de qué hacer con su vida llegó a empezar la carrera de Derecho.

-Sí. Yo tuve una clínica de masajes en Redondela durante un par de años y tenía bastante trabajo hasta que llegó un punto que tenía las manos tan inflamadas que me saturó. Ahí fue donde me planteé estudiar algo o sacarme una oposición. Mi padre siempre insistió que hiciera Derecho y ahí fui. Hice el curso de acceso para mayores de 25 años y al llegar a cuarto, entre el derecho penal, el procesal y que me quedé embarazada, se acabó.

-Pero encontró su camino. ¿Se siente ya por fin escritora?

-Ahora ya sí que me siento escritora. La mayoría de escritoras que conozco tienen un pequeño problema a la hora de empoderarse. Están llenas de dudas, no valoran lo suficiente su obra, les cuesta decir que son escritoras. Conozco a varias y muchas de ellas tienen un segundo trabajo, o más bien un primer empleo y luego escriben. Yo también lo tenía, daba masajes, trabajaba en el negocio de mis padres..., pero me he dado cuenta, y en eso me ha ayudado mucho el confinamiento, de que para tener tres o cuatro novelas al año tengo que trabajar como mínimo ocho horas diarias, y a veces más. Me he dado cuenta de que todo el tiempo que le dedicaba me hacía falta. Cuando a uno le cuesta encontrar su norte, su brújula, cuando lo consigue la sensación es increíble. Recuerdo que cuando me publicaron mi primera novela estaba llena de dudas, pero cuando ves que te compran la novela, que le ponen un comentario y que la gente dice que quiere más es una sensación fantástica, lo ves todo con otros ojos.

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