Marian Izaguirre (Bilbao) ha sabido ganarse el favor de la crítica literaria con títulos como 'La vida elíptica', su primera novela y con la que obtuvo el Premio Sésamo, o 'El ópalo y la serpiente', que le valió el Premio de Andalucía de Novela. Lleva dedicada al mundo de las letras media vida y ahora regresa con 'Después de muchos inviernos', una historia de feminismo, superación y amor protagonizada por Henar, una chica vasca que supera todas las espectativas y ambientada en los años 60, 70 y 80. "Si la tuviera que definir en pocas palabras diría que es una versión de la verdad", asegura la escritora.

- ¿Cuál es el mejor recuerdo de los años 70?

- La época hippie y el estallido de la libertad, y el de repente poder hacer cosas que no se podían haber hecho hasta entonces, y sobre todo, el principal, el bueno, es que yo era muy joven y siempre se recuerda esto con mucho cariño.

- ¿En la literatura crimen y amor deben ir de la mano?

- No, hay un crimen pero no es novela negra; hay amor pero no es novela romántica. Hay amor, la evolución del amor, la evolución de una pareja, las dos versiones de la misma sobre la historia de amor. Lo que hay es una representación de lo que es la vida. El crimen no, que nosotros no lo tenemos habitualmente (risas), pero es una disculpa para que meter esas cargas que llevan los personajes encima, la culpa y la sospecha.

- ¿Cuál es el germen del amor imposible de los protagonistas?

- No es tan imposible porque ellos lo viven y lo disfrutan durante unos años, aunque luego van por caminos diferentes y se distancian. Pasan tres décadas y ambos no se han podido quitar de ese primer amor del todo. Su historia continúa en la distancia, invadida y galvanizada por el rencor, y sigue de muchas maneras. Henar, la protagonista, dice en la novela que quiere mantener ese amor atado con un alambre de púas como a salvo de la furia. En el fondo todos queremos conservar esa primera versión del amor inocente y agradecida. Aunque se haya malogrado no quieres que se estropee su recuerdo, no quieres que desaparezca y no quieres que se borre de tu cabeza. En el fondo amamos a la otra persona pero, quizás, sea más intenso el sentimiento del amor, lo que tú sientes que el otro te hace sentir. Muchas veces la intensidad de los sentimientos saltan por encima de las personas.

-¿Te refieres al ideal de la otra persona?

- No, puede ser real, no tiene porque ser un ideal, pero te despierta cosas que no había sentido antes, sobre todo si es la primera vez, y te saca cosas de ti misma que necesitaban un otro para existir. Sin ese otro no estarían y creo que nos ha pasado a todos los seres humanos que alguna vez se han enamorado.

- ¿Alguna vez has vivido una historia de amor parecido al de tu novela?

- En lo íntimo sí, en lo externo no tanto. Estos dos se conocen en Bilbao y perteneciendo a situaciones sociales diferentes. Ella una niña bien, él hijo de un obrero... los dos tienen grandes sueños, son personas que en un principio nos pueden parecer encantadoras, a medida que va avanzando la novela vemos sus sombras aparte de sus brillos, parecía que podía ser un amor apasionado, juvenil y definitivo, pero en este caso no lo es. Y aún no siéndolo hay algo definitivo puesto que pervive el vínculo a lo largo del tiempo aunque esté entorpecido por otras cosas.

- En tu libro hablas del machismo y el sometimiento al marido, ¿qué queda de esto en la actualidad?

- Queda, claro que queda. Si lo contamos como sucedía en los años 60 nos llevamos las manos a la cabeza y vemos todo lo que ha mejorado, pero queda mucho. Estamos hablando de una época en la que las mujeres no podían disponer de su dinero, no tenían independencia económica, pasaban de la tutela del padre a la del marido, no podían sacarse un pasaporte si no estaban casadas porque entonces necesitabas el permiso de tu padre y haber hecho el servicio social, una especie de mili femenina. Esto lo cuentas ahora y suena a aberraciones puras, pero cuántos elementos de machismo, micro machismo y de herencia de todo eso quedan en la sociedad actual, sino no estaríamos parte de las mujeres levantando la voz.

Toda la novela está recorrida por este machismo imbatible y al que es difícil enfrentarse porque siempre tienes que estar alerta, siempre hay que estar en lucha, en predisposición de hacerte oír. Henar tiene la fortuna que es un tipo de personaje que ha existido, que nace libre. Hacía lo que le daba la gana siempre, hasta cuando estaba sometida, una persona con carácter y arrojo que cuando le cierran la puerta sale por la ventana.

- Y esta lucha sigue...

- Claro que sí. Lo sufre la gente más joven ahora pero es que lo sufrimos también los que no somos tan jóvenes, pero nos pilla en un momento que ya tuvimos nuestra etapa de reivindicaciones, como yo en los años 70. Mi hija lo tiene ahora y pienso que cuándo se va acabar esto, cuándo va a mejorar la cosa para que no tengamos que estar en situación de alerta permanente. Es tan fácil dejarse llevar o no ver las cosas que todos hemos ignorado alguna vez... como situaciones de humillación que hemos dado por normales porque estaban en el ámbito de la sociedad en la que vivíamos, pero de normal no tenían nada.

Luchadoras subterráneas

- Junto a la ola feminista, hay una ola antifeminista, ¿las cosas pueden volver a ser peor?

- Creo que este camino ya no tiene vuelta. Esas voces casi siempre son caducas. Son pero los que no gritan. Es peor cuando una mujer escritora, por ejemplo, a pesar de que somos más que hombres, hay más lectoras que lectores, siempre hay una sensación como de ser de segundas, aficionada... Y la típica pregunta: ¿Usted escribe novelas para mujeres? ¿Y si es así, qué? No es el caso porque nadie escribe para un sector concreto de población, todos queremos escribir para el abanico más amplio posible. En esta novela tenemos dos versiones, dos voces, la de ella y la de él. Todo el mundo dice que empatiza con ambos, que los dos personajes les dan vaivenes emocionales y de opinión.

- ¿Si tuvieras que elegir una mujer de la historia, o de tu historia?

- No suelo ser de una sola cosa, me cuesta decir una sola mujer... me gustan las mujeres que hicieron bellas artes en esa época en la que la pintura solo estaba en manos de los hombres; las mujeres que hicieron música cuando los hombres estaban subvencionados en la corte... hay un mundo de luchadoras subterráneas que, efectivamente, atraviesan la historia. El problema es que pocas veces las visualizamos como a las figuras masculinas.

- ¿Por qué decidiste meterte de lleno en el arte de la costura?

- No estoy muy fascinada por el mundo de la moda. Mi idea de vestir es un pantalón vaquero y un jersey viejo, pero esto era un desafío para mí. Me gusta aprender cosas mientras escribo y, a veces, elijo profesiones para mis personajes que desconozco y para lo que me tengo que documentar. El otro día, presentando la novela en Madrid, un periodista me pidió leer el párrafo más enigmático para él y era uno sobre costura (risas), parece que a ellos les ha pasado de refilón este tema. Sobre todo, lo que me gusta de haber elegido esta profesión es por todo lo que significa en la historia. Henar no es una persona que cose, ella crea cosas y acaba inspirándose en los cuadros del Museo del Prado para hacer un vestuario teatral que luego es una película y luego pasa a hacer el diseño de vestuario en Hollywood. Pasa de ser una chica que cosía en la corrala en la que vivía con su marido a ser candidata a un Oscar por diseño de vestuario.

- Pero esta historia, para esta época, ¿es realidad o ficción?

- Ficción completamente. Pero en la ficción convertimos en realidad cosas que no fueron pero pudieron ser.

- O que hubiésemos querido que fuesen...

- También (risas).