¿Cómo puede un hombre sin atractivo convertirse en cantante? Asesinando. Cargándote a la persona que eres para convertirte en las persona que quieres ser. Primero tienes que cambiarte el nombre (Reginald no mola) para que gane en sonoridad. Después, tienes que aspirar por encima de todas las losas a dejar la apariencia de normalidad para llamar la atención. Ser diferente. Separarte del rebaño convencional y previsible. Y, claro, debes confiar en tu talento y en tu instinto sin hacer caso a lo que digan de ti tus parientes o tus amigos. Si haces todo eso puedes convertirte en Elton John y tener la oportunidad algún día de convertir tu vida en película y controlar lo que sale y lo que no a tu conveniencia. Con inteligencia algo revoltosa para que queden claro los esfuerzos y no se escamoteen arenas movedizas de una vida desenfrenada y loca, pero sin olvidarse de recurrir al pedestal cuando es necesario, porque "Rocketman" ensalza sobre todo las luces chillonas por encima de las sombras vitales. Por fortuna, Dexter Fletcher, responsable de otro amable ejercicio musical ( "Amanece en Edimburgo") se aleja de "Bohemian Rhapsody" y, aunque no olvida dar a los seguidores de Elton John una generosa ración de mitomanía y momentos de lucimiento, también se esfuerza para que la parte musical no sea una mera imitación sino que tenga vida y fuerza propias, empezando por un notable Taron Egerton que no intenta ser un clon del cantante. Y eso beneficia al resultado final de una película que patina con algunos personajes acartonados, crece gracias a otros veraces y brilla en algunos números musicales de rumboso vigor.