José Sacristán, una leyenda del cine y el teatro, llegará este domingo al teatro Afundación de Vigo con "Señora de rojo sobre fondo gris" (19.30 horas), una adaptación de la obra más biográfica de Miguel Delibes, en la que narra su propia crisis creativa a través de un pintor, Nicolás, tras la pérdida de su mujer.

No es la primera vez que lleva a las tablas un texto de Delibes pero en este ha participado incluso en la adaptación, ¿le tenía ganas?

-Muchísmas ganas. Durante muchos años Miguel (Delibes) no quiso ceder los derechos porque era un vómito que él lanzó a propósito de la muerte de su mujer Un año y pico antes de morir, en un seminario autorizó que yo hiciese esa lectura y me quedé con las ganas de contar esta historia. Durante la adaptación hemos pasado por fases gozosas como la de encontrarnos con un texto como este y otra dolorosa que es la prescindir de pasajes de la novela bellísimos pero que harían la función interminable.

¿Qué tal ha sido el resultado?

-Formidable. La satisfacción es enorme porque, al margen de la gran respuesta de público y crítica, hemos podido rendirle el homenaje debido a Delibes a proposito de un sentimiento tan íntimo y al mismo tiempo esperanzador como todo lo que sintió con la muerte de su mujer.

"Señora de rojo sobre fondo gris" habla del amor con mayúsculas, la muerte, los grandes temas.

-Miguel Delibes decía que un personaje de "Las guerras de nuestros antepasados", su tío Paco, fue quien le enseñó a mirar. Yo creo que con Delibes aprendemos a mirarnos de una manera singular.

El personaje de Nicolás/Delibes vive una profunda crisis de creatividad, ¿usted ha sufrido también alguna crisis creativa similar?

-Lamentablemente he sufrido circunstancias parecidas. No con una esposa, pero sí una hermana que falleció con 46 años. En mi caso pasó todo lo contrario y fue mi trabajo el que me rescató de la zona de dolor inmenso en el que estaba. También sufrí con el fallecimiento de mi madre mientras estaba haciendo "Las guerras de nuestros antepasados" y fue el trabajo el que me salvó, sencillamente.

No hay lagunas en su filmografía, ¿no se ha tomado ni un año sabático durante esos sesenta años?

-Nunca me ha faltado trabajo. Es un privilegio, amo esta profesión como el primer día y mi vida y ella van totalmente de la mano.

Trabaja también en "Altamar", una serie que produce para Netflix la gallega Bambú.

-Trabajar con Bambú es una garantía de calidad Pienso que va a ser un bombazo esta serie en todos sus aspectos, por la historia, el nivel de producción... pero no estamos autorizados a informar de nada más. Ya tengo noticia de los guiones de la segunda temporada y yo, como todo lo que he hecho con Ramón (Campos) y con Teresa (Fernández Valdés), estoy honradísimo de trabajar con ellos.

¿Qué le parece la irrupción de estas nuevas plataformas?

-Me parece formidable porque es una fuente de contratación para actores, actrices, técnicos y para todo el mundo. Se está haciendo una ficción estupenda en España.

Usted comenzó siendo mecánico tornero, ¿qué fue lo que le hizo cambiar y ser actor?

-No, no, yo no cambié. No tuve opción. Mi padre me metió de aprendiz en un taller porque había que ayudar a la economía familiar pero yo ya quería ser actor. Él pensó, con toda la razón, que yo tenía que ser un hombre de provecho y dejarme de chuminadadas de actores y todo eso. Ser carpintero, albañil, mecánico... lo que fuera porque porque mi padre me quería. Mi padre me hubiese demostrado que no era un buen padre si hubiese aplaudido mi decisión de ser actor en la España de aquel tiempo y conforme vivíamos. Fui mecánico como pude haber sido albañil pero yo quise ser actor desde que con seis o siete años vi la primera película en el cine de mi pueblo.

Se mueve en teatro, cine y televisión, ¿tiene alguna predilección?

-Mi aliado es el personaje y la historia, no digo que me sea indiferente pero hacerlo bien es igual de difícil en cualquier medio.