"Nadie lo hace bien". Los italianos Marco y Antonio Miscali, propietarios del Ayó Pasta Bar, en A Coruña, han instaurado el Día Internacional contra la Nata en la Carbonara al comprobar que en la ciudad los restaurantes insisten en incluir este ingrediente en la receta cuando, afirman, en la original solo lleva yema de huevo, queso, panceta y pimienta negra. Surgió como una broma, confiesan, pero el pasado 25 de octubre ofrecieron por doce euros un plato de pasta a la carbonara tal como se hace en Italia.

El maltrato que denuncian los dos sardos es compartido por su paisano Francesco Milani, cónsul honorario de Italia en Galicia, que considera que existe "falta de conocimiento o comodidad" por parte de los cocineros. El resultado: un plato "desvirtuado". Según el diplomático, para hacer esta salsa en grandes cantidades o con anterioridad, es muy difícil hacerlo con huevo. Y de ahí que aparezca la nata como "sustitutivo". Aún así, Milani es comprensivo: "Fuera de España pasa lo mismo con la tortilla".

¿Por qué fuera de aquel país los cocineros se empeñan en ponerle nata? El cocinero, Antonio, cree que es porque es "más sencillo a nivel técnico" ya que, apunta, no es fácil cuajar el huevo en el punto final del proceso. Para aquellos que quieran probar a hacerlo en casa, los hermanos Miscali explican que ha de utilizarse una pasta fresca hecha sin huevo y con harina de trigo molida dos veces, y, en una sartén, debe ponerse la panceta a cocer sin aceite, añadir el queso ellos usan pecorino, pero también aceptan el parmesano y pimienta negra. Cuando la pasta esté cocida en menos de un minuto en agua hirviendo con sal, se pone en la sartén, se echan las yemas de huevo y se apaga el fuego. Del movimiento de la mezcla tendrá que resultar la textura correcta: "Ni muy líquida ni muy densa".

Pese a que reconocen que el origen de este plato parece estar en Estados Unidos, en los trabajadores italianos allí emigrados, los dueños del restaurante defienden que se trata de una receta "súper italiana" y piden que, tanto esta como otras, se respeten. Otro sacrilegio que apuntan: la salta de tomate. "Suele ser tomate frito", reprocha Marco.

Al cónsul, la iniciativa de sus compatriotas le parece "positiva" porque, dice, difundir la gastronomía de su país es compartir su cultura. "Para hacer bien la carbonara, hay que tener conocimientos", aconseja el cónsul, que contabiliza en 1.6000 los ciudadanos italianos que viven en Galicia. Eso sí, muchos de ellos, puntualiza, tiene la nacionalidad pero provienen de países suramericanos y no han pisado el país en forma de bota en su vida. Habría que ver si, pese a la falta de contacto directo, usarían la nata para hacer carbonara.