Pedro Alonso, uno de los actores españoles más populares del momento gracias al éxito planetario de la serie La casa de papel, acude al encuentro rompiendo el estereotipos que se le presuponen a los artistas que surfean en la cresta de la ola. Pedro aparece antes de tiempo a la cita concertada a los pies de El Sireno de Leiro. Así que la conversación arranca con una disculpa, como seguramente estaba previsto en el guión, pero en este caso es al revés: es el periodista quien lamenta haber llegado... en punto.

La fama de Pedro Alonso alcanza todos los rincones del mundo: Argentina, Brasil, México, Italia, Reino Unido, el este de Europa, países árabes... Su papel de Berlín en La casa de papel -la serie de habla no inglesa más vista en la historia de Netflix- le ha propulsado al estrellato. Decenas de millones de fans lo han visto capítulo a capítulo pegados a la pantalla. Lo han odiado y lo han amado, y ahora solo anhelan que ese personaje turbio pero sentimental, complejo y lleno de matices, que ha encarnado con perfección siga vivo en la tercera temporada que se rodará en breve.

- Empecemos por la pregunta que todo el mundo se hace desde que acabó la segunda temporada y así zanjamos la cuestión. ¿Berlín está vivo o muerto?

-Berlín es ahora un santo, jajajajjaja.

Lo sentimos por la legión de seguidores que aguardaban un respuesta más clara, pero Pedro de ahí no pasa, aunque todo apunta a que Berlín reaparecerá. ¿Cómo? Bueno, para eso habrá que esperar.

- ¿Cuándo, cómo y por qué decide dedicarse a la interpretación?

-La vocación me entró a los 16 años, haciendo teatro en el colegio Salesianos. Estaba representando O espantallo amigo, una versión de Neira Vilas, dirigida por mi profesor Alfonso Sotelo, una persona determinante para que sea hoy actor, y en esa función dije: me quiero dedicar a esto. Fue la caída del caballo, el resplandor. Y lo decidí sin ningún tipo de antecedente familiar [sus padres fueron los dueños de las zapaterías Milán en Vigo] ni referencias, con lo que en realidad era una marcianada.

- Sus padres quizá pensarían que lo suyo era una locura pasajera propia de un adolescente...

-A mí a estas alturas ser actor todavía me parece un milagro. Esta profesión es en muchos aspectos dura, la industria es cruel, el mercado laboral es inestable, tienes que acostumbrarte a vivir en la eventualidad perpetua, en algún momento te irá bien, en otros mal, en ocasiones estarás literalmente muerto... Pero si después de haber muerto, resucitas, resulta que llega un día, 23 años después, que sigues dedicándote a ser actor.

Pero a mí esto me resulta muchísimo más fácil de explicarlo ahora. Porque todo eso que ha vivido una mayoría de la gente en este país durante los años de la crisis... eso es ser actor. Vivir en la precariedad, inestabilidad, cuando creías que tenías un trabajo sólido y de repente las empresas empiezan a hacer eres y te sitúan al borde del precipicio... Esa es justamente la forma en la que un actor vive la profesión. Uno nunca sabe lo que le pasará mañana y ningún trabajo que hayas hecho es aval suficiente para que te rente en el futuro. Cada día que vas a rodar una peli o una serie es el primero de tu vida.

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Pedro Alonso se confiesa para FARO

- ¿Se siente como un funambulista, siempre sobre el alambre?

-La vida es eso.

- ¿Y merece la pena?

-Si realmente la cuidas, te la curras y la amas, esta profesión es una metáfora maravillosa de la vida. Mi secreto es enchufarme al presente, abrir todos mis canales para estar despierto y vivir de forma plena.

- ¿Es éste el momento de su vida en el que más está disfrutando?

-Este es un momento en el que me están pasando cosas buenas, inesperadísimas, algunas difíciles de creer,. Pero a esto le doy un valor relativo porque ya me han pasado suficientes cosas en la profesión como para mirarlo con distancia y distinguir el humo de la experiencia. Pero sí es verdad que esto es algo muy loco, que te conozcan en todo el mundo: Inglaterra, Francia, Italia, países árabes... Hoy tengo la opción de participar en experiencias que hace solo unos años me parecían imposibles: ¡poder trabajar para un público potencial de 150 millones de personas!

- ¿Cuándo cambió todo?

-Con el padre Casares se produce el punto de inflexión. Aquel era un personaje blanco, de comedia, y entonces me cogen los de Bambú, una empresa gallega que está compitiendo en todo el mundo, y me dan un personaje oscuro. Me ponen en un nuevo perfil y desde entonces hago otro tipo de personajes más maduros, turbios... Y para mi sorpresa alguna gente me llama y me vuelve a llamar y me da confianza y empiezo a trabajar de otra manera. La pintura [Pedro incluso utiliza los textos de sus personajes como improvisados lienzos] fue clave, porque me invitó a trabajar de una forma mucho menos intelectual, menos racional. La idea es recuperar el instinto, eso que al principio tienes pero que luego la vida, por la presión o las equivocaciones, te vas quitando. Yo ahora estoy en un viaje de recuperación del instinto. Haberme equivocado tanto, haber tropezado, me ha llevado a sentir que hoy tengo herramientas que me hacen disfrutar más que nunca.

- ¿Que el éxito le haya llegado en la madurez le lleva a encajarlo de otra forma?

-Cuando hice mi primera película, Alma Gitana, ya me reportó una popularidad circunstancial. He tenido otros momentos como ese, que inmediatamente pasan y que no significan nada más allá de tu experiencia particular. Haber tenido esa perspectiva ayuda. Recuerdo que aquel éxito sí me movió un poco el barco. Nadie te prepara para ser conocido, para que cuando hagas un trabajo alguien te diga amo lo que has hecho o eso es la mierda más grande del mundo y además me das asco y me caes mal.

Al colocarte delante del foco, todo el mundo tiene derecho a decirte las salvajadas más grandes, positivas o negativas. La experiencia te enseña a mirar eso con perspectiva y a concentrarte en el trabajo. A mí lo que diga la gente, en general, no me importa. Entiendo el juego de la exposición y lo acepto. Pero es verdad que si no te pilla preparado el barco se te mueve.

- ¿Mover el barco significa que se te suba la fama a la cabeza?

-Si ahora llega George Clooney aquí, es muy difícil que te comportes de forma natural con él. Pues George Clooney se pasa todos los días viendo cómo alguna gente que le rodea se comporta de forma antinatural. De repente todos quieren ser más divertidos o manipularle... En realidad le están tratando como una cosa. Gestionar esto con naturalidad, con inteligencia y sin pelearse, eso no es poco trabajo. Dicho esto, sé que lo que me está pasando durará unos meses...

- ¿Y está preparado para ello?

-Yo me preparo cada día. La experiencia me ha enseñado que esto va a pasar, así que mi interés es preparar mi siguiente rodaje y llevar una vida que me haga sentirme bien. No quiero ser una estrella ni hacerme millonario.

- ¿Lo dice en serio?

-Totalmente. Para nada quiero ser una estrella. Es que con mi perfil, o sea ni soy un tío buenorrísimo ni estoy supercuadrado... ¡Es que yo soy el ciudadano medio! Soy un tío normal, particular en muchos aspectos pero un tío que ama su trabajo e intenta aportarle la mayor humanidad posible a sus personajes para que ellos me devuelvan algo íntimamente. También intento aprovechar el impacto mediático para acceder a talento o a trabajos más privilegiados. Pero no quiero llegar a más gente o a más pasta porque sí. Lo tengo clarísimo. He visto lo que hay detrás de eso y no es de mi interés. No busco ni montarme en el dólar ni que me reconozcan por la calle.

- Cuando comenta eso entre sus compañeros, ¿le creen o quizá piensen que hay algo de postureo?

-Mira no hay nada mejor para retratarte que tus actos. Tú me preguntas y yo te lo cuento, pero yo cada vez hablo menos. Los platós son sitios maravillosos. Tú vas a uno, te quedas media hora sentado y ya sabes de qué va la peña. Pero eso te pasará a ti en la redacción: verás quién larga más por la boca de lo que puede defender, quién tiene ética trabajo, quién tiene un estilo al que le va más el ruido, quién es el que se documenta, quién es el tipo que quiere liarla parda... ¡Es que lo sabes! En un mundo en lo que casi todo lo que cotiza tiene que ver con el ruido, mi intención es ir justamente al polo contrario.

- ¿Ruido es la farándula?

-Ruido es ruido... clin-clinclinclin [reproduce el sonido de una máquina registradora] ¿Qué has dicho? Y qué más da. Lo que importa es el clin-clin-clin.

- Tras 23 años, ¿se ve otros tantos en la profesión?

-Sí. Lo de esa gente que desea jubilarse no lo entiendo. Yo me veo toda la vida haciendo esto. Ahora bien, esto es hoy un concepto más amplio. Lo puedo hacer como actor pero también estoy pintando y escribiendo, y no quiero decir que sea pintor o escritor. Mi forma de mirar tiene ahora un ancho de banda mayor que antes. Yo me veo haciendo algo creativo el resto de mi vida. Estoy sentenciado, jajajaja.

Pinceladas con Pedro Alonso: "Si me dices Vigo te respondo melocotones"

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- Usted tiene 2,5 millones de seguidores en Instagram. ¿Qué piensa de las redes sociales y qué importancia tienen en su vida profesional?

-Vivimos en la fase anal de las redes sociales. No tenemos ni idea. Yo estoy en Instagram desde hace meses. Recuerdo que una chica de figuración de La casa de papel me dijo: "¡Tú vas a llegar a 15.000 seguidores!" Ahora mismo tengo 2,5 millones, pero, insisto, como todo lo demás, pasará. Yo suelo publicar en Instagram cosas asociadas a mi proceso creativo, salvo el otro día que subí un desnudo, que formaba parte de una broma. Igual que con la popularidad, me gustaría ser lo suficientemente lúcido para utilizar las redes de una forma constructiva. Ahora, de lo que yo he visto, el tono en las redes sociales es muy infantil, reactivo: "Hijoputa, asqueroso, tus muertos y tú mas, te quiero, te odio..." Es azúcar o grasa. Este sistema busca la reacción, el me gusta o el no me gusta, solo para engancharte. No tiene que ver con el contenido, sino con la compulsión, y eso no me va.

- ¿Y no aprecia una cierta obsesión por ser famoso del personal?

-Veo esa ansiedad por ser famoso. Si el contador suena, tú cotizas y da igual por qué. De hecho hay gente miserable que es hoy un personaje público. Y eso es difícil de entender. Pero, al margen de esos casos, también es difícil saber qué te lleva a hacerte un selfi, qué es lo que se mueve ahí dentro... Debería tratarse de un ejercicio de comunicación, pero hay una exhibición. Vivimos en un mundo perdido, en una sociedad que está enferma, y yo me incluyo.

- ¿Cuando tenía 16 años quería ser lo que es ahora?

-Es que yo no tenía ni idea de lo que era ser actor. A veces me encuentro con gente que me dice: "Oye, Pedro sigues igual". Y yo pienso: en absoluto. Es cierto que cuando estás en permanente renovación, llega un día que empiezas a recuperar algo de lo que tenías al principio. Hay que cambiar mucho para mantener la primera ilusión. Y yo no estoy empeñado en mantener la imagen que hay de mí. Si merece la pena cambiar algo, lo haré. Mi aspiración es vaciar la casa que soy yo, para que esté más fresca, que corra mejor el aire y que haya más espacio poder echar un bailecito.

- ¿Tener éxito le ha hecho más conservador?

-Me ha hecho más responsable. A veces te das cuenta de que a determinada gente se la pela escucharte, solo quiere manipularte, así que cuidado con eso.

- Quizá es menos espontáneo.

-Ah, no, no. Yo quiero estar abierto, ser elástico. Lo accidental, lo contingente es lo que más me aporta.

- ¿Volver a Galicia le lleva a poner los pies en la tierra?

-Me fui de aquí porque quería ver otra cosa. Y tardé tiempo en darme cuenta de que era mucho más de aquí de lo que pensaba. Ahora sé que formo parte de esto. Aquí están mis raíces. Para bien o para mal, ser gallego me conforma. Y venir a Galicia es una toma de tierra.

- Tiene un hermano mellizo. ¿Ha pensado alguna vez que usted podría ser él y él ser el actor de familia?

-Bueno, está claro que mi hermano es la versión decente de la familia y yo el error del sistema, jajajaja.