El hall del mar de Vigo recibía el sábado a las 21 horas con un escenario impactante a la par que sobrio. Maniquíes desnudos, algo tétricos, estaban repartidos por las tablas. Batería, piano de cola, varios púlpitos para otros instrumentistas... estaba claro que la imagen pasada de un Benjamin Clementine desbordando talento austero solo, al piano, iba a dar un giro.

El autor de "At Least for Now" y "I tell a fly" es, con estas dos obras, reconocido como una de las figuras emergentes de la década, y en Vigo lo demostró con parejas dosis de genio y extravagancia. Teatral y ensimismado, pero también comunicativo, derivativo (algunas vaciladas con el entregado público quizá duraron demasiado tiempo, pero también resultaron algo bastante inaudito y descacharrante, lo cual se agradece en un directo).

Más que su actitud escénica o sus bromas, en ocasiones alargadas de más, se debe destacar su talento pulido, un diamante de spoken word y soul (eso de señalar a Clementine como la versión masculina de Nina Simone ya está gastado, pero algo de ello hay). También de clásica contemporánea y latido urbano merced a ritmos programados atmosféricos, algo fantasmales. En ocasiones cercano a la sensibilidad extrema de Antony Hegarty (de Antony and the Johnsons) pero abrevando del soul y del impresionismo clásico. Así sonó su música arropada por percusión, bajo, guitarra y programaciones. Porque si antaño Clementine lucía ensimismada sobriedad y vestía un abrigo negro, ahora se abriga con una banda, y todos lucían mono de "trabajo" y actitudes hieráticas, graves. ¿Juega al despiste un Clementine que cuando se rompe en canciones estremece con sensibilidad extrema? El cantante y pianista autodidacta se mueve, como pez en el agua, entre la performance y la belleza de sus temas. Canciones como "Adios", "God Save The Jungle" o "Jupiter" ("¿hay algún extraterrestre entre el público?" preguntó al presentar el tena, todo muy WTF) o "By the ports of Europe", un momento de viva interacción con un público entregado. Es parte de su encanto, y su actitud casi marciana hizo de su show uno de los más especiales que se puedan recordar en Vigo. Asentado en un cancionero exigente y exquisito, y en una voz estremecedora.

El Super Bock Under Fest no se agotó en este concierto, y supone, de hecho, una cita que merece prosperar.