Se dice de Bruce Springsteen que es capaz de convertir un estadio de fútbol en una sala de conciertos íntima. De Roger Hodgson puede afirmarse lo mismo, pero a la inversa: este lunes convirtió un abarrotado Auditorio Mar de Vigo (1.421 butacas) en una especie de Castrelos o Balaídos en miniatura, tal era el fervor del público congregado allí. Pocos músicos pueden provocar a la vez los "oé oé oé oé" que sonaron con Dire Straits y los Rolling Stones, allá por los años 90 en el estadio municipal vigués, y el silencio respetuoso y emocionado ante himnos tan solemnes como "Fool's overture" o "Even in the quietest moments". Y es que el británico cautiva incluso en los momentos más tranquilos, como dice su canción.

No era fácil colgar el cartel de "no hay billetes" ni congregar a tres generaciones diferentes, desde preadolescentes hasta jubilados, pero Hodgson, con su aspecto de Merlín, lo consiguió de una forma casi mágica. A sus 67 primaveras, el autor de las mejores canciones de Supertramp (esto es una opinión) no tiene la chulería de Loquillo ni la sensualidad de Chryssie Hynde, pero sí toneladas de simpatía y un sexto sentido para captar la emoción de la gente y multiplicarla con su varita mágica. En Vigo dio las gracias a los que recorrieron cientos de kilómetros para verle (esto es un dato) e incluso felicitó a algún incondicional por su cumpleaños. "¡Vamos, Rogelio!", le gritaron al principio del concierto. "No hablo español", dijo Hodgson, que invitó al público a olvidarse de sus problemas durante dos horas.

Tras el inicio con "Take the long way home", las primeras palmas del público llegaron con "School". Después de otros dos éxitos imperecederos de Supertramp, "Breakfast in america" y "Hide in your shell", Hodgson bebió de una taza (de té, quizá, como buen inglés) e interpretó "Along came Mary" (también de su etapa en solitario) con su guitarra de doce cuerdas. Hasta cuatro instrumentos diferentes (guitarra acústica de doce cuerdas, guitarra eléctrica, piano y teclado) tocó Hodgson, que aprendió primero a tocar la guitarra y después, el piano.

Un detalle que agradecieron sobre todo los fans más incondicionales de Supertramp fue la interpretación de "The meaning", del álbum de 1975 "Crisis What crisis?". Esta canción sonaba así por primera y última vez en esta gira europea. Otro clásico de Supertramp, "Lord is it mine", dio paso a "Death and a zoo", cuyo significado tradujo el saxofonista y multiinstrumentista Aaron McDonald: "Trata de un dilema: ¿si fueras un animal, preferirías la muerte o vivir en un zoo?". McDonald, que toca los teclados, la armónica y el "tin whistle" además del saxofón, fue el único músico que acompañó a Roger Hodgson en su concierto de Castrelos en 2008. Tras el recital en el Mar de Vigo charló un buen rato con Carlos Núñez, que le explicó la leyenda de la canción "A lavandeira da noite". McDonald, el músico más carismático de la banda de Hodgson, se declara un ferviente admirador del músico vigués, que también hace nueve años había salido a tocar con Roger Hodgson.

La interpretación en solitario, con guitarra de doce cuerdas, de "Even in the quietest moments", fue un recuerdo de que el genio de Supertramp puede llenar una sala solamente con su talento. Después, otra canción de su etapa en solitario, "Only because of you", ya con todo el grupo y sentado al piano de cola; y "Child of vision" (del álbum "Breakfast in America", 1979).

Roger Hodgson aprovechó para presentar a su banda, compuesta por dos canadienses y dos estadounidenses. Bryan Head (batería), Kevin Adamson (teclados) y David J Carpenter (bajo) completan un quinteto que estaba a punto de mostrarse en todo su esplendor. Después de la alegre e inconfundible "Dreamer", dedicada "a todos los soñadores", Roger Hodgson le dijo a la audiencia que era increíble ("España siempre es increíble") y se sentó al piano de cola para abordar el que fue, quizá, uno de los momentos más emocionantes de la noche, la interpretación de "Fool's overture". La "Obertura del loco", compuesta a partir de tres piezas musicales diferentes que Hodgson ensambló después de algún tiempo sin saber qué hacer con ellas, pone aún más los pelos de punta ahora que cuando fue publicada, hace 40 años. Esa voz de Winston Churchill en el célebre discurso "Lucharemos en las playas€ nunca nos rendiremos", esas campanadas del Big Ben, el ruido de la multitud enfervorizada€ Podría haber sido una canción perfecta para "Dunkerque", la reciente película de Christopher Nolan. "Conmueve saber por lo qué pasó esa gente", comentó Roger Hodgson tras el concierto, "aunque nunca se sabe€", apostillaba irónicamente, sugiriendo que tal infierno bélico podría volver a ocurrir. "Fool's overture" no se refiere a ningún mandatario norteamericano, aunque en la partitura del piano nevado que aparece en la portada de "Even in the quietest moments" aparece el título de "Obertura del loco" y las notas del himno estadounidense. Dice Hodgson que la letra que le recuerda a Donald Trump -que es su presidente, ya que reside desde hace muchos años en Estados Unidos- es la de "If everyone was listening", del álbum de Supertramp "Crime of the century" (1974), que dice: "¿Quién será el último payaso que derribará la casa?".

Al terminar "Fool's overture", los "oé oé oé oé" del público dieron paso a los bises, que Roger Hodgson abrió con nuevas dosis de amabilidad. "Este es el sitio perfecto para acabar la gira, con gente tan cálida y amistosa como la de Vigo", destacó, antes de presentar la canción que iba a interpretar con Carlos y Xurxo Núñez como invitados. Si Roger Hodgson fue Merlín, Carlos Núñez ejerció de flautista de Hamelín para cautivar a sus paisanos y levantarlos de sus asientos. El músico vigués, que le regaló a su amigo las cantigas de Martín Códax, contó cómo le metió una partitura debajo de la puerta a Hodgson y nació así una colaboración que daría como fruto "The moon says hello" allá por el año 2000 en París. Dos estrellas nada fugaces hermanadas ("A irmandade das estrelas", como diría Carlos Núñez) en una noche de Perseidas. Las del escenario no eran las únicas. En las butacas, músicos gallegos com Rodrigo Romaní y Juan Rivas.

Antes de terminar con las inmortales "Give a little bit" e "It's raining again", Roger Hodgson invitó al público a romper filas y a acercarse al escenario para rematar una noche redonda, apoteósica. Aunque por la flema británica del músico de Portsmouth parece que la apoteosis ocurriese para él todos los días a las cinco de la tarde. Como el té.