"Ella -rememora Carlota Ojea- cantaba con mucho desgarro. Es verdad que tuvo una vida muy intensa y marcada por una infancia complicada. Ella no se comportaba como una persona de más de 80 años. Todo lo contrario, era todo energía. Yo no podía más con el agotamiento y ella, al acabar el concierto de dos horas, atendía a todo el mundo que quisiera en su camerino, de pie. Aquello era una romería de una hora y media o dos a mayores".

-¿Se excedía con el alcohol?

-Tuvo una época muy fuerte de alcoholismo de la que habló muchas veces pero cuando trabajé con ella no había ni rastro. En el documental, se habla de eso. Pero en 2003, no había rastro de la bebida. Había superado el alcoholismo.

- Usted destacó que era cercana, ¿en qué medida?

-Mi abuelo era muy fan suyo. Entonces, él ya estaba en un proceso de demencia. Yo lo iba a visitar los fines de semana a A Coruña cuando libraba. Al regresar, ella me preguntaba por él y yo pensaba, "Calla, que si me abuelo supiera que Chavela Vargas pregunta por él...le da algo".

- ¿Algún atisbo de bajón?

-Tenía que dar tres conciertos en el Teatro Albéniz pero tuvo una pequeña crisis, de pánico escénico. Pensaba que no vendría nadie, que no s ería capaz de dar tres conciertos. Pero fue impresionante y lo vendió todo.

- ¿Estaba cansada de llevar su personaje a cuestas?

-No, era una mujer muy fuerte y lo tenía muy integrado en su filosofía de vida. Revolucionó la canción mexicana. No se presentaba como eran las cantantes de aquella época. Como decía: "Soy muy macha en un mundo de machos". Fue un mito en vida por lo vivido y combatido.