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Las banderas de nuestros abuelos

Eficaz crónica del asedio de Baler con gran reparto y buenas escenas de acción

Luis Tosar, en primer plano, en una escena de la película.

Si en la serie "Lo que escondían sus ojos" Salvador Calvo se esfuerza por convertir la posguerra española en un oasis de glamour y a Ramón Serrano Suñer en un galán de los que hacen época, en "1898. Los últimos de Filipinas" vuelve la mirada a otro momento de la historia española pero, por fortuna, con más garra y rigor. Alejándose por completo del panfleto (técnicamente impecable) rodado durante el franquismo, el guión del irregular Alejandro Hernández se olvida de salvas patrioteras para concentrarse en la demolición de una gesta absurda: medio centenar de soldados luchando por defender una bandera durante 337 días en un acto de heroísmo inútil en plena hecatombe del imperio español.

La propuesta de Calvo y Hernández es claramente antibelicista pero no es ese mensaje bienintencionado lo que más distingue a la película sino su carácter inequívoco de western en Filipinas (aunque no se rodara allí) con ecos a veces en sus planteamientos sobre las decisiones de los mandos de la fordiana "Fort Apache". En ese sentido, los personajes se alistan claramente en el batallón de los clichés, siendo el trabajo de algunos actores (no todos) fundamental para que no resulten acartonados. La ausencia de maniqueísmo a la hora de mostrar al enemigo y las potentes escenas de acción redimen a la cinta de su arritmia ocasional y de algunos lastres de hechuras televisivas.

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