Nuria Espert repasó con mucha sensibilidad y, por momentos, con una gran carga emotiva, el mundo del teatro, los esfuerzos de la profesión, los dramas personales de actores y actrices (como subirse al escenario tras enterrar a su marido), el orgullo porque esta escena haya sido reconocida con el Premio Princesa de Asturias de las Artes: "Mañana" (por hoy), desveló, "voy a decir que es un premio al teatro".

Espert argumentó que no hay teatro ideal, pero sí matizó que el ideal es el que en ese momento y en esa sala se "conmueve puesto que el teatro es una convención". Sobre los problemas en la profesión afirmó que lo positivo es que se haga muy buen teatro y que los impuestos no sean como a los diamantes, que sean como a la educación o más bajos si es posible puesto que uno de los pasos de la educación es el teatro, como si se hubiera cerrado un ciclo mágico que le protege de la realidad cotidiana y se la hace comprender". Si fuera ministra trataría de "espolear la creatividad". También repasó el estado de la política y los políticos actuales, que se resume en una conclusión contundente: han alargado la situación de "manera indecente".

Espert apoyó muchas de sus reflexiones en "Incendios", la obra que representa actualmente en Madrid, en el Teatro de la Abadía. Y para elevar el significado que le da al galardón desveló que "hemos cerrado dos días para que yo pudiera venir, para mostrar cuánto agradece el teatro este premio". Suprimir funciones "es insólito en teatro", puntualizó.

A esta declaración sucedió otra reflexión que tiene que ver con la entrega a la profesión en el sentido de que, pase lo que pase, los cómicos siguen subiendo a escena para hacer las funciones: "Ni nosotros mismos comprendemos cual es el fenómeno, qué se produce dentro del corazón y la cabeza de un actor para dejar a un padre agonizante; es como una deformación de la emoción". Y recordó su amarga experiencia: "Cuando falleció mi marido yo estaba representando en el teatro español de Madrid 'El cerco de Leningrado ' con María Jesús Valdés. Para mí fue una pérdida de esas en las que el mundo se hunde; es lo que sentía, como si hubiera caído la bomba atómica". Y prosiguió el relato: "Después del entierro fui a hacer la función y, curiosamente, en el escenario estaba entera. Mi hija me dijo si quería cancelar todo. Le pedí que si podía que pusiera dos funciones y si pudieran ser tres, mejor, porque era en el único lugar donde podía respirar. No tiene explicación". Y trató de argumentar asunto tan duro: "Ahí arriba" (en el escenario) nos pasa a todos. Eres tú y no eres tú, eres la otra. Supongo que cuando te pasa una calamidad enorme irá la otra".