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Ledicia Costas: "Hay niños que me reconocen por la calle; es alucinante"

La autora publica "Esmeraldina, a pequena defunta", la precuela de su exitoso libro "Escarlatina" que presentará el 8 en Vigo

Ledicia Costas, ayer en Vigo. // Marta G. Brea

Ledicia Costas (Vigo, 1979) -Premio Nacional de Literatura Infantil 2015 con Escarlatina, a cociñeira defunta (Xerais), con el que ganó otros galardones como el Merlín, Neira Vilas o Fervenzas Literarias- vive con sorpresa y como protagonista el fenómeno fan de los pequeños lectores. "Hay niños que me reconocen por la calle. Si fuera cantante o actriz, que tienen otra visibilidad lo entendería, pero siendo escritora... Claro, visité tantos, tantos colegios. Los niños te identifican y me parece alucinante que les interese lo que hay detrás de ese libro", explica esta escritora de voz satinada.

Lo que le ocurre no es normal, como tampoco es ordinario el éxito que tuvo y sigue teniendo Escarlatina. A pesar de publicarse en octubre de 2014, prosigue como el más vendido en gallego. En castellano, su poderío ya pisa fuerte más allá del Atlántico. Bajo el sol de invierno, en una terraza de Vigo, Ledicia Costas narra con satisfacción como en abril acudirá a la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires. "Lo que más ilusión me hace es ir allí a hablar de Escarlatina con niños que hablan y estudian gallego", explica para, después, añadir que en mayo parará en el Instituto Cervantes y la Universidad de Nueva York, para hablar a futuros docentes sobre la misma obra.

Mientras tanto, el 8 de abril en Vigo, tendrá la presentación, la primera, de su nueva obra, Esmeraldina, a pequena defunta, (Xerrais) una precuela -con fantásticas ilustraciones de Víctor Rivas- que narra los orígenes del fantasma niño más juguetón entre los pucheros. "Los niños, en los colegios, me lo pedían con entusiasmo. 'Queremos conocer la historia de Escarlatina', me decían. Me preguntaban: '¿Para cuándo otro libro? En el libro de Escarlatina, ella no es la protagonista, sino Román. Por eso, es curioso que los niños quieran conocer la historia de Escarlatina. Así que decidí dar un paso más allá y escribir sobre su historia, describiendo cómo era ella cuando estaba viva hace 150 años y cuando murió de fiebre escarlatina".

"Si Escarlatina era un libro sobre el duelo y la asunción de la muerte de un ser querido, este es más arriesgado. En éste, debe aprender a aceptarse a sí misma como un fantasma y no quiere. Es un libro que también habla de la soledad. Ella se siente muy sola porque, al estar muerta, no puede comunicarse con su familia. También es un libro sobre el miedo y una historia de contrastes entre el miedo y el humor", explica la autora.

La escritora gallega -que también tendrá un lugar especial en el próximo Salón do Libro Infantil de Pontevedra- arrancó la escritura el pasado verano escuchando la banda sonora de El Piano de Michael Nyman como cada vez que empieza un libro: "Me pasé los meses de julio y agosto encerrada en la casa rodeada de muertos y difuntos, con la cabeza centrifugando". En esa espiral de ideas, pensó en Buffalo Bill y el Lejano Oeste en el que se contextualiza la historia y donde levantó el hotel familiar de Esmeraldina donde su abuela cocinaba platos de muchas nacionalidades, algunos de los cuales podremos probar con las recetas que se adjuntan al final del libro. Entre ellos, el plato estrella, los golosos pasteles de Belém de Lisboa.

"Yo sabía que los niños querían más sorpresas. Así, que investigué sobre la figura del Buffalo Bill, hijo de un hombre que luchaba por la abolición de la esclavitud. Siendo niño, trabajaba llevando correo. Por eso, me documenté sobre él y su hermana que se llamaba María pero en el libro la llamé Nicoleta", que recoge los muertos en una diligencia.

Costas, que se considera una privilegiada por ser escritora de profesión -dejando de momento a un lado la abogacía- aprovecha para desmitifica la tragedia que rodea al escritor sin inspiración. "Lo de necesitar un estado de ánimo triste para escribir es un estereotipo que rodea la figura del escritor. Yo, si espero al estado de ánimo propicio, puede llegar 2053 sin escribir nada".

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