Sofía Casanova, enfermera de la Cruz Roja, en el hospital de urgencia de la estación Varsovia-Viena en abril de 1915. // Archivo ABC

El titular de un reportaje encontrado por casualidad, "La periodista que entrevistó a Trotski", despertó la curiosidad de Inés Martín Rodrigo (Madrid, 1983) por investigar la figura de la protagonista de aquella historia: la gallega Sofía Casanova. Inés se puso a bucear por su apasionante historia y decidió que, sin duda, la vida de la gallega merecía una novela.

El resultado de un laborioso trabajo de documentación y de escritura es la novela "Azules son las horas" (Espasa), en la que la joven periodista se estrena en el género recreando la apasionante vida de Sofía Casanova (A Coruña, 1861- Poznan, 1958) que se convirtió en la primera mujer española corresponsal de guerra, testigo directo de la Primera Guerra Mundial y, después, de la revolución bolchevique (donde fue perseguida y censurada por sus crónicas desde San Petersburgo y realizó la famosa entrevista a Trotski) y, desde la Varsovia arrasada, contó después los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

Pero Casanova fue, además, madre, poeta, novelista, traductora, dramaturga, enfermera, sufragista, viajera e intelectual, una mujer adelantada a su época que "no es conocida como merece, sobre todo porque pasó gran parte de su vida fuera de España, ni sus crónicas han sido lo suficientemente valoradas", lamenta Martín.

En "Azules son las horas", la escritora toma prestada la voz de la protagonista para contar su historia en primera persona comenzando en su lecho de muerte, nonagenaria y ciega. "Desde ese punto, la protagonista va contando los principales momentos de su vida, por lo que se convierten en unas memorias contadas por ella misma", describe la autora, que asegura que apenas tuvo que hacer uso de la ficción "porque su vida tiene ingredientes de sobra para una novela o una película".

Sofía Casanova nació en una aldea de A Coruña y al poco tiempo de que su padre, Vicente Pérez Eguía, litógrafo de Ourense, abandona a su mujer y a sus tres hijos, deciden trasladarse a Madrid, donde la pequeña comienza a estudiar poesía y declamación. Sus primeros poemas se publicaron cuando ella tenía 15 años en FARO DE VIGO cuando su madre los envió al periódico al encontrarlos guardados en su habitación.

Descubierta por Zorrilla y Campoamor, admirada por el rey Alfonso XII, contertulia de Jacinto Benavente, Manuel Machado y Emilia Pardo Bazán, la gallega se introdujo pronto entre los círculos intelectuales de la capital y disfrutó de este estatus hasta que el amor le hizo dar un giro radical a su vida.

Sofía conoció al filósofo polaco Wincenty Lutoslawski, se casó con él y se fueron a vivir a Polonia. Para nada imaginaba Sofía que aquel sería un amor desgraciado.

Wincenty se arrepintió pronto de su matrimonio: le distraía de su labor para acabar la tesis doctoral. En una carta a un antiguo maestro decía de Sofía que "no tiene culpa de nada, pero debe comprender que está casada con un genio, y la genialidad requiere un espacio que la vulgaridad desconoce. Pienso más en mi futuro hijo que en ella". Sofía leyó la carta por casualidad. Para no caer en la depresión, estudió polaco, leyó los libros de la biblioteca familiar y se refugió en la escritura.

"Sofía tuvo dos hijas y una tercera que murió pero su marido estaba obsesionado con tener un hijo varón y la repudió; fue entonces cuando ella, para sacar adelante a su familia, entró en el periodismo de la mano de Tortuaco Luca de Tena, director de ABC, a quien había conocido en el Café de Fornos", explica Martín Rodrigo.

Homenaje a Casanova (centro) de ios exploradores del Val Miñor y de Baiona, el 13 de septiembre de 1919. // Archivo ABC

Sofía viajó a las zonas en guerra y, en 1917, fue evacuada a Minsk, primero, y a San Petersburgo, después. Allí, fue testigo y víctima de la Revolución Bolchevique: la hirieron en una refriega callejera y perdió a sus cuñados Józef y Marjan, detenidos por la guardia roja y fusilados en los calabozos del Kremlin. Trotsky le mostró, en primicia mundial, el telegrama con el que los austrohúngaros aceptaron el armisticio propuesto por Lenin.

La vida en Polonia, en donde Sofía pasó el resto de su vida, estaba sumida en una interminable guerra con los soviéticos. Escribía crónicas casi a diario pese a su progresiva ceguera, dando cuenta de todo lo que le preocupaba. Allí le sorprendió la Segunda Guerra Mundial y la ocupación soviética.

Como reportera, Sofía era una mujer valiente que buscaba estar cerca de los hechos que narraba. No se arredraba al enfrentarse a los guardias cuando le negaban el paso ni dudaba al formular preguntas incómodas a los mandos militares y políticos. "Sus crónicas eran emocionantes y de gran calidad literaria, por eso consiguió una gran fama a nivel internacional", destaca Martín Rodrigo.

Galicia tuvo siempre para Sofía Casanova un aire de paraíso perdido. "Era profundamente gallega y quería tanto a su tierra que su mayor pesar cuando iba a morir era no tener la certeza de que fuera a ser enterrada en Galicia", concluye la autora.

*Pie de foto 2: Sofía Casanova (1), con la condesa de Romanones (2), Emilia Pardo Bazán (3) y Blanca de los Ríos (4), en un homenaje por los obreros de la Prensa Española en abril de 1919. // Cedidas Archivo ABC

*Pie de foto 4: Inés Martín Rodrigo, autora de "Azules son las horas" (Espasa)