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Más de setenta años ante el caballete

El vigués Luis Torras, el decano de los pintores, infatigable a sus 103 años

El pintor decano de los artistas gallegos cumple 103 años en pleno proceso creativo: perfecciona su obra y ensaya nuevas técnicas -El artista muestra el día de su cumpleaños su última creación, un paisaje de A Guarda

El pintor Luis Torras cumplió ayer 103 años con una salud envidiable, con la que continúa su creación pictórica. "La pintura es mi sana enfermedad, mi enfermedad saludable", bromeó en su casa de Vigo el decano de los artistas gallegos. "Soy como un anacoreta, vivo alejado del mundo y solo me preocupa producir y mejorar mis obras", aseguró. Por su aniversario mostró -pincel en mano- su último cuadro: un paisaje de A Guarda recién finalizado. Sin ninguna celebración ni festejo especial para el día, esa fue una de las pocas licencias que Torras se permitió.

El 29 de diciembre de 1912 nacía en la calle Alfonso XIII, en pleno corazón vigués y a solo unos pasos de la iglesia de Santiago de Vigo el pintor figurativo que aún hoy sigue investigando y ensayando nuevas técnicas en su estudio: desde algunas medievales como el uso de clara de huevo o cuajada para que no se alteren los colores con el paso del tiempo, a otras con los más contemporáneos acrílicos. A su espalda van más de setenta años de trayectoria y entre sus referentes reconoce a Lucian Freud, aunque sin pretenderlo.

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Abre la puerta de su casa familiar, próxima a la Plaza de España y, con sorprendente agilidad, sube las escaleras hasta el segundo piso. Quizás su longevidad se deba a la dedicación a la pintura, a la que se entrega con actitud militante cada día, como confiesa el propio pintor. "Es como una atracción. Yo he viajado mucho por España y hay sitios insólitos, que te emocionan y eso se lleva a la pintura", reconoce. Entre pinceles, pigmentos y lienzos, a lo largo de más de siete decenios Torras ha pintado en innumerables ocasiones el barrio del Berbés: "Era una maravilla cuando el mar llegaba a los soportales; ahora ya es irrecuperable, pero casi me echo a llorar cuando hace poco vi cómo han dejado la plaza del Berbés, me asusta... preferí no volver a pintarlo", aseguró ayer.

Luis Torras, poco dado a autodefiniciones -ni propias ni de su pintura- se levanta a las siete y media, desayuna y lee FARO (del que es suscriptor desde la infancia) y tras hacer sus ejercicios de gimnasia, "unos quince minutos en los que trabajo todo el cuerpo, sábados y domingos incluidos" -se apresura a decir- se dedica a su estudio de pintura. También por la tarde, hasta las ocho, hora de la cena. Su mujer y compañera fiel, María Jesús, asiente ante el relato de las rutinas diarias.

La estancia donde pinta en la casa familiar es un espacio lleno de luz natural y también lleno de lienzos que va mostrando: un retrato de la panificadora, un campo de tulipanes, una escena marina... Cada pincel, cada bote de pigmento, cada tubo de óleo ocupan su lugar. No hay teléfonos, ni televisiones ni aparatos electrónicos; pero sí una campana.

Torras asegura que no necesita alicientes para situarse cada día frente al lienzo porque no concibe su existencia sin un pincel en la mano. ¿De dónde nace la vocación? "Eso me gustaría saber a mí", responde. Pero entre los "causantes" de su dedicación a la pintura, tras estudiar en los Maristas, reconoce la labor de un vecino de sus padres, el médico Isidoro Reguenga, que influyó en la familia. Era tan aficionado al arte "que hasta tenía pinturas en el retrete, copias de los antiguos", recuerda. "Eran los tiempos de Primo de Rivera y mi padre, aunque sabía que perdía un hijo para la industria familiar, accedió a que estudiara siempre que obtuviera una titulación", indica. Luego, Torras entraría en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid.

Obras cedidas

Retratista excepcional, pero no por ello peor paisajista -sorprendente para los críticos, según está escrito- figurativo de base, pero tan arriesgado ahora como en su juventud, desde 2008 no ha vuelto a exponer. La Casa das Artes, sede permanente en Vigo de su colección, le dedicó una antológica en abril de ese año con medio centenar de lienzos. Fue la última muestra individual de Luis Torras, que donó a su ciudad 17 cuadros en depósito, que se sumaron a otros 50 lienzos donados ya en 1998. Y hoy se siente orgulloso de aquella decisión y asegura que le han escrito varias personas desde el Reino Unido tras ver sus obras.

En opinión de Luis Torras, el mundo actual del arte se mueve demasiado en base al marketing. "En estos momentos hay una gran confusión en el arte, yo estoy totalmente con las declaraciones de un pintor abstracto como Luis Feito", reconoce. Y el artista vigués saca unos apuntes y lee: "Lo que se impone en el mercado: emborronamientos pedantes, pretensiones de arte. Hoy se ha abandonado el oficio y se ha impuesto la moda de que parezca que un cuadro no está pintado", reflexiona. Por contra, su proceso creativo es lento, meditado, meticuloso y aún así no siempre consigue sobrevivir a su mayor crítico: él mismo. ¿De qué obra se siente más orgulloso?, "De ninguna, porque todas se pueden mejorar", asegura. "Lo maravilloso de la pintura es que nunca se termina de aprender", asegura esperanzado el joven anciano.

Sobre María Jesús, su mujer desde 1946: "Fue lo único bueno que traje de la guerra"

  • Luis Torras fue movilizado en 1936 -como otros jóvenes de su edad en Vigo- por el bando de los nacionales. Solo un mes antes estaba en Madrid y hubiese sido llamado a filas por el gobierno de la República, asegura. De aquella pesadilla le quedó su memoria pacifista y la sordera, tras recibir un balazo a la altura del cráneo. "Estuve a punto de desaparecer en varias ocasiones, pero los médicos actuaron en el momento oportuno", explica.Durante una campaña conoció a su mujer, María Jesús; una santanderina afincada en Andalucía: "Es lo único bueno que quité de la guerra", reconoció ayer con una sonrisa. La mujer que lleva a su lado casi 70 años (se casaron en 1946) sigue atenta la entrevista.En la entrada del hogar, preside la pared el cuadro de una bellísima joven, en cuyos rasgos se reconocen los de María Jesús, hija de abogado militar y nieta de notario. Solo diez años menor que el pintor, la mujer ha mantenido los pilares de aquella hermosura y el brillo en los ojos. "Nos conocimos en Ronda", revela ella mientras Torras busca entre sus últimos cuadros.Solo por un momento, el carácter de Luis Torras pierde firmeza. Algún recuerdo tibio caldea su memoria, mientras su mente repasa paisajes observados de la geografía española. De la guerra civil habla pocas veces, poco. Pero es inevitable volver al frente."Ya han pasado casi 80 años y es para olvidar, pero tengo un recuerdo grato. Una noche de luna a en las trincheras me encontré entre los soldados a un hombre de Arbo que dijo algo que no he podido olvidar...", relata Torras. "Si pudiera estar hoy en mi casa y solo tuviera una rebanada de 'pan de millo' y una sardina, sería el hombre más feliz del mundo..."

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