Su Volkswagen Golf apareció quemado y con varios impactos de bala en un monte de Porriño

Cinco detenidos, 700.000 euros y un testigo protegido; claves de un caso que acabó archivado

El 3 de diciembre de 2004 era viernes. Por delante estaba el largo puente de la Constitución y Francisco Fernández Golpe y María Victoria Méndez Caride tenían planes. Irían con unos amigos a esquiar a los Pirineos. Las maletas estaban casi listas en su chalé de la carretera vieja de Madrid, en la parroquia viguesa de Cabral. En el bajo de la vivienda ellos regentaban un negocio de compraventa de coches: allí contaban con zona de taller y con otra preparada para la exposición de vehículos. Fran solía viajar a Francia para comprar y recoger los automóviles.

Francisco Fernández y Victoria Méndez, los desaparecidos FDV

El negocio parecía ir bien. Además, tenían experiencia en el sector, ya que habían dirigido un establecimiento de reparación, alquiler y venta de motos. Así que, aparentemente, la vida de esta pareja discurría con normalidad, sin sobresaltos. La última jornada de trabajo se prolongó hasta tarde. No importaba porque ya acariciaban el descanso y el viaje. Pero en un inesperado giro del destino nunca llegaron a ir. Sus maletas ni siquiera salieron de la casa. Allí se quedaron sin cerrar.

La pareja tenía las maletas preparadas en su chalé para ir a los Pirineos a esquiar; ya no realizaron ese viaje

Algo ocurrió aquella noche que trastocó trágicamente sus planes. Fran y Victoria, entonces de 36 y 37 años respectivamente, desaparecieron. Y la ausencia pronto adquirió un matiz criminal: su Volkswagen Golf azul aparecería, días después de que la familia presentase una denuncia, calcinado y tiroteado en un paraje del monte de A Risca, en O Porriño. En la vivienda se hallarían 700.000 euros en efectivo. En un registro apareció también la cartuchera de un arma. Aquello en palabras de un responsable policial, tenía todos los “tintes” de no ser “una simple desaparición”. Y no lo fue.

El coche apareció tiroteado en el monte de A Risca R. Grobas

Arranca la compleja investigación

En los primeros momentos reinaba el desconcierto. Un trabajador del taller relataría que aquel viernes Fran le había comentado que él y Victoria iban a ir a cenar con unos amigos a Puxeiros. Nunca más se volvería a hablar de aquella cena, pero lo cierto es que la pareja salió de su casa rumbo a una cita y nunca más se supo de ellos.

La Guardia Civil se puso a trabajar y, junto al concienzudo análisis del vehículo incendiado, se empezó por el entorno más próximo de estos dos vecinos de Cabral. Los agentes interrogaron a amigos y personas relacionadas laboralmente con ellos. Un primer registro en su chalé no evidenció signos de violencia. Fuera lo que fuese lo que había pasado, había ocurrido fuera de la casa.

El vecindario se mostraba conmocionado. “Es gente encantadora”, decía la propietaria de una botica de las proximidades. “Son muy tranquilos y caseros, nunca dieron que hablar”, comentaban otros vecinos. “Les iba bien con su negocio de compraventa de coches; son dos jóvenes que ni siquiera salen por la noche, no fuman, no beben; tenían sus amigos y quedaban en sus casas”, comentaba a FARO una familiar de Victoria. La pareja acababa de echar una placa en su vivienda “que le había costado mucho dinero”, lo que refrendaba, junto a la evidencia de su coche tiroteado, que aquello no tenía ningún viso de ser una desaparición voluntaria. “Lo peor es ver pasar los días y no saber qué les pudo ocurrir”, manifestaba esta mujer.

Batidas por montes de Vigo y Porriño, pasquines con las fotos de Francisco y Victoria en todo el sur de la provincia pontevedresa, rastreos que se acabarían extendiendo al norte de Portugal… Familiares y amigos no desfallecían en su intento de dar con los desaparecidos. Pero pasaban las semanas, los meses… y los esfuerzos resultaban infructuosos.

Batidas por montes de Vigo, Porriño e incluso en Portugal, pasquines con sus fotos…; los esfuerzos fueron infructuosos

El férreo secreto de sumario que pesaba sobre las diligencias que dirigía el Juzgado de Instrucción número 4 de Vigo impedía entonces siquiera intuir hacia dónde se dirigían las pesquisas. Pero el fantasma de un posible ajuste de cuentas como móvil se cernía sobre el caso desde el inicio. Públicamente habían trascendido escasos datos, pero algunos eran llamativos, como la enorme cantidad de dinero que se halló en el chalé.

En una segunda inspección en la casa los guardias, además, descubrían que alguien había accedido al inmueble después del primer registro, realizado justo después de la desaparición. También habían entrado en uno de los coches de la pareja aparcado en las inmediaciones. ¿Quiénes? ¿Con qué intención? ¿Qué buscaban?

El tiempo pasaba y el silencio era sepulcral. “No sabemos nada; nos dicen que tengamos paciencia, que el caso es muy atípico, que va para largo”, decían desesperados los familiares. La situación era desesperante. Las indagaciones que había iniciado la Guardia Civil pasaron en un momento dado a manos de la Policía Nacional y una brigada especial se trasladó desde Madrid.

Los allegados realizaron batidas por montes de la ciudad FDV

La zona clave, el lugar donde apareció el coche calcinado, fue objeto de rastreos: se desplegaron medios técnicos como georradares y se efectuaron movimientos de tierra y excavaciones bajo la atenta vigilancia de los agentes. Nada. Si sus cadáveres habían sido abandonados, aquel no parecía el lugar. El vehículo quemado y baleado también fue fruto de una exhaustiva inspección.

El hecho de que el Golf hubiese sido incendiado impidió encontrar restos biológicos, aunque sí se apreció que se habían usado dos armas de fuego: una corta y otra larga. ¿Fue la pareja tiroteada dentro del coche como parecía apuntar esa escena? Ninguna evidencia lo confirmó. ¿Ocurrió todo en otro lugar y fue el vehículo trasladado hasta esa zona boscosa de A Risca? Era una posibilidad, pero la ciencia forense tampoco ofrecía una respuesta contundente.

La familia repartió pasquines buscando pistas Rafa Estévez

Cinco detenidos… que quedaron en libertad

Pese a las dificultades, como ocurre con frecuencia, acabaron apareciendo los sospechosos. Casi dos años y medio después de la desaparición trascendía lo que entonces parecía un avance decisivo en la investigación. La Policía Nacional detenía a cuatro personas en Vigo y Porriño. Una quinta, a la que también se buscaba, se presentó dos días después voluntariamente en el juzgado.

Los arrestos estuvieron precedidos por vigilancias, “pinchazos” telefónicos y seguimientos

Era abril de 2007. Aquellos arrestos habían estado precedidos de vigilancias, intervenciones telefónicas y seguimientos en los que dos agentes desplazados desde Madrid llegaron incluso a sufrir un grave accidente: el vehículo camuflado en el que viajaban se precipitó por un viaducto de 25 metros de altura en la confluencia de la AP-9 con la A-55. Aunque el mutismo oficial era absoluto, entre las hipótesis que había sobre la mesa una ganaba peso: un ajuste de cuentas, posiblemente por tráfico de drogas.

Había detenidos sí, pero todo se torcería ante la falta de datos concluyentes que relacionasen arrestados y desaparición. Así que los cinco apresados quedaron en libertad provisional tras pasar a disposición de la magistrada responsable de la causa. Familiares de la pareja recibieron la decisión como un verdadero mazazo. Creían que por fin iban a tener respuestas a lo ocurrido y no fue así. La investigación volvía al punto inicial. “Sentimos impotencia, todo sigue igual”, se lamentaban.

Los allegados de los detenidos, mientras, se afanaban en defender su inocencia. “Es un chico normal, a la pareja solo la conocemos por las fotos del periódico”, decía un familiar de uno de los jóvenes. “Somos una familia honesta y trabajadora”, aclaraban los de otro, desvinculándose del destino de Fran y Victoria.

Imagen de los balazos hallados en el coche R. Grobas

Y la causa se sobreseyó: no había indicios para acusar a nadie

Los autos judiciales en los que se decretaba la libertad provisional fueron el preludio de otro dictado meses después, en febrero de 2008, que los dejaba definitivamente libres de cargos. La magistrada, previa petición de la Fiscalía, decretaba el sobreseimiento y archivo provisional del caso, “al no haber indicios para acusar a persona alguna por su participación en los hechos”.

Tras años de investigaciones, ni se habían hallado los cuerpos ni “evidencias físicas” de la muerte “supuestamente violenta” de la pareja de Cabral. Claro que había “connotaciones ilícitas” de “una detención ilegal o secuestro, un homicidio o un asesinato”. Claro que los rastros hallados apuntaban que la desaparición no había sido voluntaria. Pero, más allá de eso, no se había encontrado ni una sola prueba que permitiese vincular a los investigados con lo ocurrido.

No se sabe ni quién ni cómo, pero el auto judicial que archivaba el caso sí esbozaba un porqué. Y es que la juez apuntaló la hipótesis de que aquello tenía que ver presuntamente con el tráfico de drogas. ¿Los indicios? El primero, los 700.000 euros guardados en cajas de seguridad. Pero las indagaciones también desvelaron que, junto a su casa de Vigo, Fran y Victoria tenían un apartamento en la localidad andaluza de Lepe, así como varios automóviles. Un patrimonio que no se justificaba para la instructora con el negocio de vehículos que regentaban, que según testigos y averiguaciones “apenas tenía actividad”. ¿La sospecha oficial? Que el establecimiento sería una suerte de tapadera para los negocios ilícitos.

La hipótesis judicial, un asesinato en un ajuste de cuentas; pero nunca se hallaron los cuerpos

Así que la hipótesis judicial sobre lo ocurrido la noche del 3 de diciembre de 2004 fue que la pareja acudió a un encuentro “para la entrega de dinero o droga”. Una cita que, a la luz de los indicios, la juez entiende que los desaparecidos ya sabían que era “peligrosa”. Al levantarse el secreto de sumario se supo asimismo que en el caso hubo un testigo protegido. Éste relataría que a Fran y Victoria se los llevaron por la fuerza en un Citroën AX blanco y que alguien se encargaría más tarde de ocultar sus cuerpos. Una vía de investigación que, sin embargo, se agotó en el tiempo sin ningún resultado.

La causa nunca se llegó a reabrir. Desde esa resolución judicial de sobreseimiento provisional no hubo ninguna vía, ni una sola nueva pista, que permitiese retomar la investigación, que se topó en un callejón sin salida. “El caso se archivó y, tras la declaración de ausencia que hubo al principio, este pasado 2017 realizamos la declaración de fallecimiento de Victoria”, explica la familia de la mujer. Este último fue un paso muy duro, que meditaron mucho. “Costó, pero es un trámite legal que había que hacer; hay que asimilarlo”, traslada una familiar.

Pese al archivo judicial y la declaración de fallecimiento, lo cierto es que, a nivel emocional, el caso no está ni mucho menos cerrado para la familia. Los cuerpos de Fran y Victoria nunca aparecieron. El sufrimiento por lo que les pudo ocurrir sigue muy vivo. “Una de las peores cosas es no tener una tumba a donde llevar flores, no poder hacer una misa…”, concretan. ¿Y por qué ocurrió todo? Frente a la hipótesis que apunta la juez, la familia de Victoria asegura que “nunca vio nada raro” que les hiciese pensar que la pareja estuviese vinculada a actividades ilícitas. “No tenían un estilo de vida desorbitado, ni mucho menos; eran muy trabajadores, pagaban una hipoteca por la casa…”, dice una allegada desconcertada en relación con las conclusiones que recoge el auto judicial sobre el patrimonio que se atribuye a los desaparecidos. En su momento, se llegó también a especular con la posibilidad de que el trágico destino de la pareja tuviese algo que ver con la compraventa de coches.

Lo cierto es que hoy, 17 años después y más allá de ciertas evidencias, hipótesis y sospechas, el paradero de Fran y Victoria y los motivos de su desaparición permanecen sepultados bajo una enorme montaña de silencio, una montaña tan grande como la de A Risca, un paraje solitario que se convirtió en el origen de un misterio.

PERFIL: Una pareja casera y tranquila

La desaparición de Fran y Victoria desconcertó a sus vecinos de Cabral. Quienes les conocían los definieron entonces como una pareja tranquila, que nunca había dado “que hablar”. Su entorno más cercano, su familia, no les conocía problemas. Relataban que eran muy caseros y que, en sus momentos de ocio, ni siquiera les gustaba salir demasiado por las noches, prefiriendo quedar con sus amigos en sus viviendas. En su parroquia eran conocidos ya que primero regentaron un establecimiento de motos en la avenida de Ramón Nieto y después pusieron en marcha el negocio de compraventa de vehículos. Su entorno asegura que “eran muy trabajadores”. “Recuerdo que cuando hicieron el chalé y estaban con las obras de la acera ellos se ponían a última hora a ayudar”, comenta una familiar de Victoria. El único viaje que hacían al año, concreta, era irse una semana a esquiar. “El estilo de vida que tenían no casa con que tuviesen tanto dinero como se apuntó en la investigación; ¿quién se pone a ayudar en la construcción de su casa si tiene suficiente para pagar quien lo haga?”, concluye.