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CRÍMENES MISTERIOSOS

Socorro Pérez: los cuervos que trajeron mal agüero

Ourensana de 43 años, desapareció en mayo de 2015 tras salir a hacer “footing”

Su cuerpo apareció 35 días después: unos pájaros negros sobrevolando el lugar condujeron al fatal hallazgo

Siete años después las incógnitas rodean un caso sin resolver en el que no hubo ninguna detención

En la vida de Socorro no había sobresaltos. Todo lo contrario. Metódica y reservada, era incluso una de esas ya atípicas personas que en su teléfono móvil no tenían WhatsApp, correo electrónico ni acceso a redes sociales. Nada de eso le interesaba. Pero aunque de carácter solitario, se significaba por ser a la vez curiosa, algo que cultivaba en los viajes que tanto disfrutaba, en las horas que invertía leyendo en la biblioteca pública o asistiendo a eventos culturales. Muy religiosa, colaboraba de forma asidua con la iglesia parroquial de su barrio. Y raro era el día que no iba a visitar a sus padres. Hija única, comía de forma habitual con ellos. Eso hizo el sábado 2 de mayo de 2015. Después regresó a su piso y se echó una siesta. Tras descansar, vistió su ropa de deporte y volvió a la calle. Iba a hacer “footing”.

Uno de los carteles que se repartió con los datos de Socorro

Uno de los carteles que se repartió con los datos de Socorro FDV

Así fue como se le perdió la pista a esta mujer. Tras salir a correr enfundada en unas mallas deportivas negras y con su chubasquero rosa. Cuando practicaba una afición que, desde hacía un tiempo, había incorporado también como rutina a su vida. Socorro Pérez Rodríguez tenía 43 años cuando desapareció. Vivía sola en su piso del barrio de O Couto de Ourense. Aquella tarde, antes de disponerse a hacer deporte, dejó todo preparado para cenar en casa. Salió sin teléfono móvil, cartera ni documentación.

Fue a correr y dejó en su vivienda el teléfono, la cartera y la documentación

Poco más llevaba consigo que las llaves de su buzón, ya que incluso las de la vivienda, como era habitual, las dejó dentro de ese cajetín. En sus rutas deportivas solía recorrer el Paseo de las Ninfas, a la orilla del río Miño. Cerca, en el barrio de Vistahermosa, aquel fin de semana estaban en fiestas. En alguna ocasión también la habían visto corriendo por una pista que se dirige a Piñor o en las proximidades del Seminario, ya en la periferia de la ciudad de As Burgas.

La mujer nunca regresó a su piso

Pero, ¿qué sucedió aquella tarde para que la rutina de esta ourensana se truncase para siempre? Porque Socorro ya no cenó ese sábado en su domicilio como había previsto. Entre el sinfín de incógnitas que rodean su desaparición, una de las pocas certezas existentes es que tras salir a hacer “footing” nunca regresó a casa. Fuera lo que fuese lo ocurrido, estaba claro que su piso no había sido escenario de lo que, en aquellos momentos iniciales, todavía era un gran enigma. La vivienda sería hallada después perfectamente ordenada, tal y como la había dejado ella. Con todas sus cosas. No, allí no había pasado nada.

Su ausencia no se detectaría hasta la jornada siguiente, domingo. “Era el Día de la Madre y precisamente había hecho planes con ella, con su madre; iban a ir a comer juntas y a pasar el día al balneario de Pantón (Lugo)”, recuerda Jesús María Pérez Barreiros, primo de Socorro y portavoz de la familia desde la desaparición. Fue concretamente a la una y media del mediodía cuando la progenitora se dirigió al piso de su hija y timbró desde el telefonillo para que bajase. No contestó nadie. Insistió. Lo mismo. Socorro seguía sin responder.

Su madre, con la que había hecho planes para ir a un balneario, descubrió su ausencia

Aquello le extrañó. Su hija era muy previsora, nunca se habría olvidado de la cita que tenían. Cuando preguntó por ella a los vecinos y nadie pudo darle una respuesta, las alarmas se dispararon. Aquel mismo domingo los padres de la mujer se acabarían dirigiendo angustiados a la comisaría de Ourense. “Sobre las 16.30 o 17.00 horas ya presentaron la denuncia”, describe el portavoz. No demoraron ese doloroso trámite. Porque supieron, desde el principio, que algo iba mal.

El Servicio de Atención a la Familia (SAF) de la Policía Nacional de Ourense fue la primera unidad al cargo de la investigación. Aún pasó un tiempo hasta que el grupo especializado en casos criminales, la UDEV, tomó el relevo en las pesquisas. El caso de Socorro, que trabajaba como limpiadora en la Universidad Laboral, tuvo desde el primer momento la calificación de “inquietante”. Aún así, durante las primeras semanas los agentes no aparcaron otras hipótesis, entre ellas la de una marcha voluntaria.

Quienes rechazaron siempre de plano esa vía de investigación fueron los allegados de la víctima. “No tenía problemas familiares, ni económicos ni sentimentales; carecía de sentido que se marchase así sin más; tampoco contemplábamos el suicidio”, reflexiona a día de hoy Jesús María. Paula Rodríguez también es prima de Socorro. Y coincide en esa apreciación. “Tenía trabajo fijo, piso propio y todas sus cosas estaban allí; ¿por qué iba a desaparecer? Me parecía algo absurdo, no tenía nada de lo que escapar”, argumenta.

Parte de las búsquedas se centraron en el río Miño Brais Lorenzo

Una investigación en plena crisis interna de la comisaría

Una de las quejas que con más énfasis ha puesto de manifiesto la familia de Socorro tiene que ver con la investigación policial. “Hubo mala praxis, falta de interés, falta de pericia y falta de medios”, resume el portavoz familiar. Y eso, opina, desde el principio. Este hombre recuerda como las pesquisas por la desaparición de su prima coincidieron con una tremenda crisis interna en la comisaría ourensana. Allí confluyeron una serie de sucesos más propios de un guión de película que de lo que debería constituir el devenir diario en unas instalaciones policiales. Como el rocambolesco robo de seis armas en el búnker de ese edificio oficial. O un turbio asunto de presuntos chivatazos a narcotraficantes. O la misteriosa muerte de un agente. Uno de los actuales imputados de este último asunto es el que ocupaba la jefatura del SAF cuando ese servicio asumió el caso de Socorro.

Una prima llamó a todos los contactos del teléfono de la mujer; nadie sabía nada de ella

A esa “falta de celo” atribuyen los allegados de la mujer que los investigadores, por ejemplo, se demorasen más de la cuenta en el análisis del teléfono móvil de la víctima. “No se lo llevaron ese mismo domingo en que desapareció; y lo digo convencida porque lo utilicé yo misma para revisar sus contactos, para llamar una a una a todas las personas que tenía en su agenda por si sabían algo de Socorro”, relata su prima Paula. “Desconozco los protocolos policiales, el ritmo de una investigación…; pero en un caso así las primeras horas resultan claves. Me desconcertaba que no se hubiesen hecho cargo del teléfono desde el inicio”, ahonda esta familiar.

Ese móvil al final sí acabaría siendo analizado por la Policía Nacional. No aportó ninguna pista que pudiese aventurar cuál era el paradero de la víctima. Tampoco despejaron incógnitas las inspecciones que se hicieron en su piso. Ni los testimonios recabados entre quienes la conocían.

Compañeras de trabajo de la víctima, en una concentración Brais Lorenzo

Socorro no tenía ninguna relación sentimental cuando se le perdió la pista. “No teníamos conocimiento de ningún noviazgo. También es cierto que si hubiese algo, por su forma de ser, se lo hubiese callado”, argumenta el portavoz familiar, sin atreverse por tanto a descartar del todo esa posibilidad. Paula, sobre esta cuestión, confiesa que una de las primeras cosas que intentó averiguar al desaparecer su prima fue precisamente eso. “Si había alguien en su vida”, verbaliza. Tiempo atrás sí, pero en esa época parecía que no. “No encontré nada de lo que tirar”, confiesa.

Lo cierto es que en la tranquila y ordenada vida de Socorro no aparecía nada, aparentemente, que pudiese aportar una explicación a lo sucedido. ¿Alguien próximo a esta ourensana tenía algo que ver con su desaparición? ¿O fue algún extraño? Las preguntas se amontonaban. Y mientras, los días transcurrían sin noticias de ella. Las diligencias policiales y los rastreos que se llevaron a cabo por el entorno del Miño, así como en pistas y senderos, no arrojaban resultados.

Los rastreos en el entorno del río Miño y en pistas y senderos no arrojaban resultados

Además, las pesquisas estuvieron demasiado tiempo centradas en una pista que resultó ser falsa y que llevó parte de esas búsquedas por lugares equivocados. Todo debido al testimonio de un vecino de la urbe que aseguraba haber visto a Socorro aquel 2 de mayo. Pero no a media tarde, cuando se sospechaba que se perdía su rastro. Declaró que ya eran pasadas las nueve de la noche. Aquello era nuevo. Él estaba tomando una cerveza en la terraza de un bar y, contó entonces, vio pasar a la mujer: relató que incluso tuvo la oportunidad de conversar un rato y que ella le dijo que regresaba de las charcas de Outariz de hacer deporte y que ya se dirigía a casa. Tiempo después este testigo, al que la familia de la desaparecida nunca dio credibilidad, aseguraría que se había equivocado. Que erró en el día en el que dijo haber visto a Socorro. No había sido, esgrimió, aquel fatídico sábado.

Lugar donde tres cazadores hallaron el cadáver de la víctima Brais Lorenzo

Unos cazadores hallaron el cuerpo en una zona de la periferia de Ourense

Y 35 días después de la desaparición, el 6 de junio, la misma mañana que se iba a celebrar una concentración en recuerdo de Socorro, su familia recibía un golpe del que todavía no se ha recuperado. Tres cazadores, amigos del padre de la ourensana, decidieron recorrer la zona alta del Seminario, en las afueras de la ciudad, en busca de cualquier pista. Ya habían hecho alguna batida en ese entorno, pero optaron por regresar. Y allí, en un paraje boscoso al lado de una carretera que conduce a una urbanización de viviendas, se produjo el fatal hallazgo.

José Vidal, su hijo y otro hombre eran esos cazadores. Fueron unos cuervos los que les pusieron en alerta. A estas aves negras les persigue la fama de ser pájaros de mal agüero. Y en este caso, lamentablemente, así fue. “Pepe dejó el camino asfaltado y se metió hacia ese punto donde volaban los cuervos. Recorrió 20 o 30 metros por el bajo monte y tropezó con un hueso, parecía una extremidad. Más adelante vio una calavera”, describe Jesús María. “Eran los restos óseos de mi prima; ya no había tejidos ni vísceras”, explica con dolor.

El cadáver presentaba un avanzado estado de descomposición: “Solo eran restos óseos”

El cuerpo estaba semidesnudo (de cintura para abajo tapado con maleza) y en un avanzado estado de descomposición. Llevaba demasiado tiempo a la intemperie y a expensas de los animales silvestres. Aquellas semanas, además, había hecho calor. Aunque todavía había que esperar al ADN, a las pruebas científicas, para confirmar oficialmente que se trataba de Socorro, aquella mañana ya no había ninguna duda de que estaban ante los restos de esa mujer. La ropa que apareció allí coincidía con la que llevaba la ourensana el día de mayo en que se le perdió la pista. También apareció la llave de su buzón. Era ella. Y la habían matado.

Un grupo de cazadores encontraron el cuerpo de Socorro Pérez Brais Lorenzo

Un fuerte golpe en la cabeza y una posible agresión sexual

La autopsia, realizada por el forense de guardia y en la que también colaboró el experto en antropología Fernando Serrulla, reveló que la víctima recibió un fuerte golpe en la cabeza. Todo apunta a que con una piedra. La hipótesis policial es que antes de ser asesinada Socorro fue víctima de una agresión sexual. ¿La habían matado allí o el escenario del homicidio era otro? ¿El autor era alguien que la conocía o fue un cruel crimen al azar? ¿Quién había cometido un asesinato que conmovió y sembró la alarma en todo Ourense?

Demasiadas preguntas. Y muy pocas respuestas. Las pesquisas policiales se dirigieron a varios frentes. Sin restos de ADN que pudiesen ayudar a averiguar quién había cometido semejante atrocidad (el deteriorado estado del cadáver impidió hallar estas evidencias), la comisaría investigó a cientos de agresores sexuales de toda la comunidad gallega. Se analizaron también las innumerables conexiones telefónicas que había en un poste cercano a donde aparecieron los restos mortales.

Y transcurrido casi un año desde el hallazgo del cuerpo, un responsable policial afirmaba que se habían dado “pasos definitivos” de cara a esclarecer lo ocurrido. Que se había acotado la lista de posibles sospechosos a un grupo de entre 40 y 60 personas. “En ningún momento se ha abandonado el caso; no se ha dejado en un cajón; lo que queda ahora es cerrarlo y llevar ante la Justicia las pruebas y la persona o personas que presuntamente cometieron ese atroz asesinato”, decía en 2017 el subdelegado del Gobierno en Ourense, Roberto Castro.

La Policía llegó a acotar, sin resultado positivo al final, una lista de entre 40 y 60 posibles sospechosos

Pero desde entonces no hubo ese avance decisivo. Los investigadores creen que el homicida fue un extraño que actuó al azar: vio la oportunidad, atacó a la víctima, probablemente la agredió sexualmente y finalmente la mató. Pero siete años, no hay certezas de lo que pudo haber sucedido.

Cierto es que, públicamente, se ignoran muchos detalles de esas pesquisas. No han salido todavía a la luz. Y es que a día de hoy la causa continúa bajo secreto de sumario. El Juzgado de Instrucción número 2 de Ourense es el que lleva, envuelto en este mutismo, un caso en el que no se llegó a realizar ni una sola detención. Hace escasas semanas el magistrado estaba a la espera de varios informes antes de pronunciarse sobre si continúa las indagaciones. O si, ante un posible escenario de toparse la investigación en un callejón sin salida, se decanta por el archivo provisional.

Uno de los actos convocados por la familia para pedir justicia Iñaki Osorio

La familia de la víctima: “Hay un asesino que sigue en la calle”

“Nos sentimos abandonados; no puede haber víctimas de primera y de segunda”, afirmaba la familia de Socorro en uno de los últimos de los numerosos actos que desde su desaparición han hecho en homenaje a la víctima. “Los restos de Socorro descansan en el panteón familiar; pero lo peor no es tener la certeza de que fue asesinada, la mayor tortura de nuestras vidas fue el tiempo que estuvo desaparecida”, afirma Jesús María Pérez en alusión a esa terrible angustia de no saber lo que le ha pasado a un ser querido. “Nada nos comentan, nada nos dicen”, agrega sobre el actual estado de las indagaciones policiales, en las que “no confía”. Sus esperanzas las tiene, puntualiza, en el informe forense, una de las pruebas claves en todo crimen y de la que poco se sabe dado el secreto impuesto por el magistrado. “Los huesos hablan”, afirma convencido el primo de la asesinada. “Igual ahí hay algo de lo que tirar, podría surgir un golpe de suerte…”, señala.

El misterio pues sigue en torno a lo ocurrido aquel fatídico mayo de 2015. El nombre de la persona que acabó con la vida de Socorro continúa siendo una incógnita. “Hay un asesino que sigue en la calle”, resume con desazón la familia.

Los allegados llevan flores todos los años al sitio donde la mujer apareció muerta Brais Lorenzo

PERFIL

Una mujer reservada y con inquietudes intelectuales

Socorro Pérez tenía 43 años cuando alguien se cruzó en su camino y puso fin abruptamente a su vida. Residía sola en un piso de O Couto, en Ourense. Cuando desapareció no mantenía ninguna relación sentimental. No tenía hermanos y sus padres, a los que veía prácticamente a diario, vivían, y aún lo hacen, a escasos 500 metros, en el núcleo rural de Rabo de Galo.

Trabajaba como limpiadora en la Universidad Laboral de Ourense. Empezaba muy temprano, todavía de madrugada, y al mediodía finalizaba su turno laboral. Sus compañeras la notaron tranquila y alegre días antes de su desaparición. “Aparentemente, no se le notaba que tuviese ningun problema”, decía en aquella época una compañera.

Socorro Pérez

Era reservada, de modos solitarios. Le encantaba viajar. Por su cuenta y también en excursiones religiosas, ya que colaboraba y estaba muy vinculada a la iglesia parroquial de su barrio. Metódica, observadora, curiosa, quienes la conocían afirman que era muy celosa de su vida privada. A veces desconfiada, pero un allegado cuenta que también, en ciertos contextos, “algo ingenua”.

Se había aficionado a hacer deporte al aire libre. Su estilo de vida era saludable. Y tenía inquietudes intelectuales. Acudía a la biblioteca municipal, al Liceo de Ourense y a numerosas actividades culturales. No estaba en ninguna red social. Usaba un sencillo teléfono móvil que carecía incluso de aplicaciones de mensajería . “Nunca la verías con una tablet”, describe un familiar.

Los allegados llevan flores todos los años al sitio donde la mujer apareció muerta

Los allegados llevan flores todos los años al sitio donde la mujer apareció muerta Brais Lorenzo

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