Aparecen dos cuerpos con signos de violencia en la fosa de Soutelo
Sus huesos presentan evidencias de disparos en el cráneo y antebrazo | La hipótesis inicial apunta a que se trataría de los restos de dos tudenses «paseados» en 1936

El forense Fernando Serrulla estudia los esqueletos aparecidos en la fosa de Soutelo. | A. Gutiérrez
La exhumación de una fosa común esta semana en Soutelo (Salceda) ha concluido con la aparición de tres esqueletos, dos de los cuales podrían pertenecer a dos de las siete personas asesinadas en septiembre de 1936 en Tui. La hipótesis inicial apunta a que se trataría de los cuerpos de los tudenses Antonio Dalmiro Domínguez González y Manuel Fernández Diz, dos vecinos de As Bornetas (Randufe), de 26 y 30 años, cuyos cadáveres aparecieron tirados en una cuneta en la parroquia de Paramos y que, según la memoria oral, fueron enterrados en el atrio de la iglesia de Soutelo a mediados de septiembre de 1936.
Los restos óseos de ambos aparecieron cuando el arqueólogo Eduardo Breogán y el antropólogo forense Fernando Serrulla afrontaban el cuarto día de trabajo. Los cuerpos fueron localizados en sendos ataúdes, algo que no suele ser muy habitual en este tipo de fosas, y con evidentes signos de violencia. En este sentido, explica Fernando Serrulla que ambos cráneos presentaban traumatismos por impacto de alta energía, seguramente a consecuencia de un disparo, aunque eso será algo que analizará el forense en su laboratorio del Instituto de Medicina Legal de Galicia. Igualmente, uno de los cadáveres presentaba fracturas en el antebrazo, también compatibles con el disparo de un arma de fuego.
El Concello de Salceda y la Asociación pola Recuperación da Memoria Histórica do Baixo Miño, O Condado e A Louriña impulsaron dichos trabajas de exhumación en el atrio de la iglesia de Soutelo en busca de cinco hombres (cuatro de Porriño y uno de Mos) «paseados» el 1 de septiembre de 1936, así como otros dos, de Tui, enterrados en el mismo atrio 17 días más tarde. La aparición de los dos cuerpos, enterrados uno a continuación del otro, anima a pensar que son las personas que estaban buscando, a pesar de que no haya ningún familiar que reclame sus restos.
Únicamente la familia de uno de los siete hombres que buscaban en esta excavación, Severo Boente Rodríguez, está escudriñando en su pasado, promoviendo junto al Concello y a la Asociación la investigación. El resto de víctimas son Modesto Barreiro Cubillos, Leoncio Muíños Rey, Ramón Pérez Cabaleiro y José Cordal Yánez, que, al igual que los dos tudenses, Antonio Dalmiro Domínguez González y Manuel Fernández Diz, no se les conocen descendencia en el presente.
Un tercer cadáver
Por otro lado, los trabajos se resolvieron también con la aparición de un tercer cuerpo, cuyas características coinciden con las de Manuel Rodríguez Castiñeira, un hombre al que apodaban El Gitano, fallecido en 1961 y que, por falta de recursos de su familia en aquel momento, enterraron en el atrio de la iglesia de Soutelo. Su nieta ha reclamado sus restos.
«Fue una excavación atípica, pero muy interesante», valoró Fernando Serrulla, apuntando que, al margen de este inesperado hallazgo, la aparición de los dos cuerpos con signos de violencia confirma que «estamos en un lugar de la memoria» y, en este sentido, recuerda que «cuando abrimos una fosa, curamos una herida».
Todavía queda pendiente aliviar la herida de los otros cinco asesinatos, por lo que no se descartan futuras excavaciones, pues desde la Asociación pola Recuperación da Memoria Histórica do Baixo Miño, O Condado e A Louriña tienen identificado otro lugar como posible fosa común.
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