La corvina que 'se papa' a la capturada esta semana en la ría de Aldán: pesó 50 kilos

Un percebeiro vigués pescó este ejemplar a principios de los 90, en la ría de Vigo, que en la báscula superó en más del doble a la que atrapó un asturiano en Bueu, el martes

Fran posa con su mayor captura que realizó a principios de los años 90, una corvina de 50 kilos pescada en aguas de Baiona.

Fran posa con su mayor captura que realizó a principios de los años 90, una corvina de 50 kilos pescada en aguas de Baiona. / Cedida

Marta Clavero

Marta Clavero

Francisco Javier García Franco tenía unos 28 años cuando logró la captura más gigantesca de su carrera acuática. A principios de los años 90, este buzo profesional pescó una corvina que seguramente alcanzaba los 50 kilos recién salida del mar, pero que al día siguiente marcó 44 kilos sobre la balanza. «Suelen perder mucha agua de un día a otro, así que calculo que pesaba unos seis kilos más de lo que mostró la báscula 24 horas después», comenta este vigués, afincado en Nigrán desde hace casi 35 años.

Por eso, cuando leyó en FARO la noticia sobre el ejemplar XXL que había atrapado un asturiano mientras practicaba pesca submarina en la playa de Bon (Bueu), Fran sonrió. Fue su hija Noe la que se puso en contacto con el diario decano para reivindicar la proeza de su padre, enviando una foto de la época (que ilustra este artículo), en la que un joven Francisco posa junto a su gigantesco pescado XXXL.

«Ocurrió en una cueva»

El ahora percebeiro, de 62 años, y que ha hecho pesca subamarina toda su vida, no olvida lo complicado de aquella captura que le mantuvo demasido tiempo en apnea hasta conseguir disparar su arpón en el momento justo. «Es una experiencia que no se repite más por eso la recordaré siempre. Fue en la zona de Rocamar, en Baiona, y yo no contaba con ver a ese animal de semejantes dimensiones bajo el agua. Ocurrió en una cueva, donde suele haber buenos ejemplares de sargos, pintos y peces de este tipo. De hecho, nada más asomar la cabeza logré capturar un pinto bastante grande y lo subí a la boya. Como no me había adentrado en la cueva, volví a bajar para ver qué encontraba. Y ahí estaba ese bulto enorme que en principio no sabía qué era, porque estaba torcido. En cuanto se puso derecho ya le vi la cabeza: era una corvina gigante», recuerda.

Fran es un ferviente practicante de la pesca submarina.

Fran es un ferviente practicante de la pesca submarina. / Cedida

En aquella época los fusiles de pesca submarina eran más rudimentarios, «y en concreto, el mío tenía la varilla desafilada, y cargada a la mínima potencia», apunta Fran. Así que debía ser muy sigiloso si quería cambiar a la máxima que permitía su fusil, por el ruido que, de hecho, hizo, y que «mosqueó» al enorme pez. Éste empezó a desplazarse hacia las profundidades, huyendo de su potencial captor. «Yo le seguí de cerca, y la corvina siguió nadando, siempre manteniendo una distancia de seguridad conmigo. Así solo podía alcanzar su cola, pero esperé», y lo hizo a pesar del tiempo que llevaba buceando a pulmón. «De repente, tuvo que hacer un giro al toparse con una roca muy larga, y ahí fue cuando yo atajé y le disparé a la cabeza. Murió en el acto»

Sacarla del mar fue otra odisea. «Me tuvo que ayudar un amigo, y la llevamos al Monte Real Club de Yates de Baiona. Finalmente se la regalé para consumo a un exportador de pescado, porque yo no tenía manera de manipular un pescado de semejante tamaño», confiesa.

Fran tuvo que pedir ayuda a un amigo para cargar la corvina que capturó en aguas de Baiona.

Fran tuvo que pedir ayuda a un amigo para cargar la corvina que capturó en aguas de Baiona. / Cedida

Los tesoros que esconde su cabeza

Pero no solo la carne de semejante corvina tiene su rentabilidad. Fran nos cuenta que esta especie guarda en su cabeza dos piedras muy estimadas en el mundo de la joyería y valorada a nivel espiritual. Se trata de los otolitos o estatolitos, dos huesecillos en forma de saco, «y que muchos ven en ellos la talla de una virgen con su manto, siendo además esta piedra, blanca inmaculada», explica Fran. Antiguamente, este hueso atrajo la atención de los marineros, que solían guardarlo como algo muy preciado. También se le atribuyen cualidades de talismán, así como propiedades curativas sobre cefaleas y dolores de cabeza, y buena fortuna. Hoy en día, se comercializan como elemento de joyería para engarzar en oro o plata y diseñar con ellos anillos, colgantes o pendientes.

Colgante de oro con hueso de corvina.

Colgante de oro con hueso de corvina. / Joyería Plaor

Otras grandes capturas en su haber

Además de esta enorme corvina que pescó hace más de treinta años, Francisco recuerda otras grandes capturas logradas durante su época de pescador submarino. En su lista figura una quenlla (tiburón) de gran tamaño, un congrio macho de 35 kilos, «algo muy inusual, ya que cuando alcanzan esas dimensiones, es previsible que hayan cambiado de género y se transformen en hembras»; y dos lubinas, de 10 y de 12 kilos, respectivamente, «que llamaron la atención de unos biólogos americanos que vinieron a grabarlas porque no se lo podían creer, comenta el percebeiro vigués: «Decían que no existían lubinas de semejante tamaño.»

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