Apasionado de las modas extranjeras de principios del siglo XX que tan bien conocía, Justo Tojeiro, decidió fundar un pequeño café inglés en los bajos de la casa que había encargado diseñar al arquitecto francés Michel Pacewicz, lo que hoy es un bello ejemplo de elegante arquitectura art nouveau. Debido a los círculos que frecuentaba desarrolló una especial sensibilidad hacia el arte, el diseño y el interés por los nuevos deportes, que inculcó a sus hijos, demostrado por las originales colaboraciones realizadas para los lujosos almacenes Harrods o la práctica por parte de su hijo mayor del, por aquel entonces novedoso, lawn tennis.

El fundador de la cafetería, Justo Tojeiro. / Cedida por Telmo Crespo

El fundador de la cafetería, Justo Tojeiro. / Cedida por Telmo Crespo

Para el café Royalty se trajo de Inglaterra –país que conocía y desde el que comerciaba– parte del mobiliario y los azulejos, tan originales como imperfectos y de un extraordinario colorido. En el sótano mandó montar un pequeño bar, creando así dos ambientes totalmente diferentes. Supervisó incluso la vestimenta de los camareros, siempre con pajarita, levita y servilletas blancas de hilo sobre el brazo.

La prematura muerte de su marido, hizo que mi bisabuela Carmen Fernández tuviese que tomar el mando de los diferentes negocios y sociedades, además de defender su propio cargo en el Ayuntamiento, donde trabajaba como depositaria, siendo una de las primeras mujeres con puesto de tal responsabilidad. Decidió alquilar el café y el bar y a partir de ahí la historia ya fue otra.

*Historiador redondelano y bisnieto de Justo Tojeiro