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El Goián más artístico recibe su merecido homenaje

El escultor Magín Picallo, con una de sus obras. C. Villaverde

El pasado y el presente de Tomiño están repletos de grandes artistas y el Concello no quiere que ninguno quede sin su merecido homenaje. Hoy lo hará por partida doble, porque a las 21.00 horas tendrá lugar en Goián el acto de colocación de la pieza escultórica elaborada por Magín Picallo en honor al destacado pintor Antonio Fernández, natural de esta parroquia tomiñesa. La existencia de una gran concentración de artistas tanto en Goián como en el municipio tienen como responsable al propio Antonio Fernández, el pintor protagonista de la escultura de Picallo que se colocará y presentará esta noche. Picallo conoce a Fernández de la mano del escritor Eliseo Alonso, también goianés.

“Antonio era un hombre especial, solitario, pero todo lo que tenía de artista también lo tenía de humano. Era esclavo del tiempo y muy metódico con sus horarios, por lo que a mí me concedía muchas visitas, pero muy cortas. También había veces, fruto de la soledad, que la visita de media hora pasaba a ocupar media tarde. Por un lado él lo agradecía porque necesitaba relacionarse, pero por otro le pesaba por gastar tanto tiempo”, comenta Picallo entre risas. Su pieza escultórica, encarnada en Antonio Fernández, representará simbólicamente a todos los artistas que llevan el nombre de Tomiño a una escala internacional a través de sus obras. A partir de hoy, Picallo contará por fin con una escultura en su tierra adoptiva.

Figuras con una navaja

El artista, afincado en Goián, ya está consagrado como uno de los grandes de Galicia, pero faltaba que su obra, tan reconocida a nivel nacional, tuviese también un hueco en Tomiño. Magín Picallo nació en Cuntis en el seno de una familia campesina en plena posguerra, siendo el segundo de cuatro hermanos. “De niño ya tenía que atender las vacas y la soledad del trabajo la paliaba tallando figuras de madera con una navaja que un familiar me regalara”, comenta. Pero muy pronto su talento llamaría la atención de su maestro y de todos los vecinos, que intentaron convencer a su padre para que lo mandase a estudiar a la Escola de Artes de Santiago de Compostela, pero se mostró reticente debido a la situación económica de la familia.

Pese a todo, Magín Picallo preparó la prueba de acceso y la superó, matriculándose en modelado, dibujo artístico y tallado de piedra. “En aquella época las clases eran de seis de la tarde a diez de la noche, por lo que podía compaginar los estudios con un trabajo de albañil que me permitía pagar la pensión, en la que estuve dos años”, recuerda. Su origen humilde y rural, al igual que la de muchos de sus compañeros, era motivo de mofa constante de los alumnos procedentes de familias de clase alta. “Los señoritos de la capital se metían bastante conmigo, me preguntaban si echaba de menos las vacas… Pero luego los que íbamos de las aldeas a estudiar aprovechábamos el tiempo y les ganábamos en los primeros premios”, cuenta el artista.

Trabajó con Asorey y Fernando Barral

Alumno de figuras de enorme relevancia en la escultura gallega como Asorey y Fernando Barral, con los que trabajó, Magín Picallo conoce a Xoán Piñeiro cuando hace el servicio militar en Vigo, quien lo contrata para trabajar con él en su taller de Goián. Sería en una fiesta próxima donde conocería a su mujer, que lo uniría definitivamente a esta parroquia. Pero durante su larga trayectoria profesional la Comunidad Valenciana fue uno de sus lugares fetiche, donde están presentes muchas de sus obras en lugares como Elche, Alicante o Alcoy. “Me contrataron para restaurar una parte de la fachada plateresca de la iglesia de Biar, pero me fueron saliendo más encargos y lo que iban a ser seis meses acabaron por convertirse en seis años. Luego ya volví para Galicia, cuando me encargaron el monumento alegórico a Tui”, relata.

El Mariñeiro Emigrante, ícónica estatua ubicada en Moaña o la Muller Labradora, en Forcarei, son algunas de las obras que contribuyeron a forjar su carrera y lograr el reconocimiento de la crítica, pero no duda cuál de sus obras es de la que se siente más orgulloso. “Si tengo que destacar alguna serían las dos esculturas hechas en mármol que le hice a mis nietas. Quizás son las que hice con más mimo porque son sentimientos de abuelo”, asegura.

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