A raíz de una enfermedad, la vecina de Covelo Laura Santiso decidió este año apretar el botón de pausa para dejar a un lado “la presión y el estrés que marcan los tiempos” y encontró en el rural la alternativa para continuar. Fue entonces cuando decidió emprender en Augas Férreas, en A Cañiza, una de las cinco granjas de caracoles que existen en Galicia.
Santiso comenzó a buscar información, a realizar “los pocos cursos que hay sobre la helicicultura”, que es así como se denomina a la cría y cultivo de caracoles terrestres para su consumo y, sobre todo, “a experimentar” , tal y como explica para FARO.
Solo hay otras cuatro explotaciones similares en Galicia
Le costó “desgraciadamente mucho” poner en marcha la granja porque “al ser una actividad poco explotada, resultó difícil manejar los procesos”. Con todo, una vez que Santiso logró superar “algunas dificultades para poner en marcha el proyecto, que me llevaron a tener que capear temporales innecesarios”, está ya enfocada en la fase de engorde de los caracoles para luego, al final del verano, llevar a cabo la recogida.
En cuanto a las posibilidades alimenticias del caracol, Laura Santiso explica que “está 100% recomendado para las dietas saludables porque tiene un escaso aporte calórico y graso con un alto contenido en proteínas por lo que es idóneo para personas deportistas, entre otras cualidades”. Asegura, además, que “los caracoles facilitan la digestión y aporta cantidades de niacina que permite la asimilación de los nutrientes”.
Tras el verano recogerá la primera "cosecha" para la venta en fresco o precocinado
En esta explotación, que se encuentra en la comarca de Paradanta, se cultiva la especie Helix aspersa muller y el objetivo es, debido a la demanda del producto, vender los caracoles ya cocinados a personas particulares, embotellados, cocidos o al natural, y en salsa”. Aunque los potenciales compradores son, mayoritariamente, “los hosteleros, a quienes suministramos el producto limpio y purgado”.
Actualmente, se encarga ella sola de la granja y espera, en un futuro no muy lejano, crear puestos de trabajo en la aldea, según explica Santiso mientras mira con satisfacción los más de 3.000 metros cuadrados del invernadero.