Los hosteleros de Redondela están hartos de la permisividad de las administraciones con los furanchos ilegales, una actividad que aseguran que les está causando un importante perjuicio económico a sus negocios en un momento difícil tras los meses de cierre por la pandemia.

Cerca de un centenar de propietarios y trabajadores de bares y restaurantes del municipio, apoyados por empresarios del municipio vecino de Mos, se concentraron ayer ante la Casa Consistorial de Redondela para reclamar a las autoridades locales un mayor control de los “loureiros”, a los que acusan de competencia desleal “al funcionar muchos de ellos como establecimientos de hostelería encubiertos, sirviendo cenas sin control de aforos, ni de higiene, ni de nada”, denuncia Armando Nieto, el secretario de la Asociación de Hosteleros “Rías Baixas”, que reúne a decenas de propietarios de establecimientos de la comarca y de otros puntos de la provincia.

Los hosteleros de Redondela, ayer, durante la protesta ante la Casa Consistorial. / Pablo Hernández

Durante la protesta, en la que muchos de los asistentes portaban pancartas reivindicativas contra las bodegas rurales, intervino el presidente del colectivo Rías Baixas, José Antonio Barbosa, que advirtió que han iniciado “una guerra contra los furanchos ilegales que nos han causado un daño irrecuperable y no pararemos hasta conseguir que se regulen todos estos establecimientos”. Tras enumerar distintas cuestiones que deben cumplir según consta en su propia normativa, como mostrar el número de identificación fiscal y los horarios, declarar la cantidad de vino –solo de cosecha propia– o las fechas de apertura, puntualizó que los hosteleros “solo defendemos nuestro sector y reivindicamos nuestros derechos”.

Desde la asociación de hostelería advierten que toda licencia o actividad irregular por parte de los loureiros será denunciada “porque estamos cansados de buenas palabras, lo que queremos son buenos hechos”, indicó Barbosa.

El secretario del colectivo, Armando Nieto, asegura que no están en contra de los furanchos tradicionales, los que solo venden su excedente de vino, "pero lo que no podemos permitir es que hagan cenas como si fuesen restaurantes, compren vino si agotan el suyo para mantenerse abiertos durante los tres meses, y mientras los hosteleros tenemos que cerrar nuestros negocios o mantener a nuestros camareros en ERTE, con una situación insostenible para el sector”.