Las alfombras de Corpus de medio kilómetro de Gondomar se reducirán por segundo año consecutivo a dos o tres pequeños tapices de unos metros. Las restricciones son ahora menores y las tareas deshojado y confección se realizan al aire libre y con mascarilla, pero “la gente tiene miedo, sobre todo la mayor, que es la que participa en esto”, explica Teresa Pereira, una de las integrantes del pequeño grupo de mujeres empeñadas en que “el COVID no se lleve por delante la tradición”. Son media docena, cifra que varía según el día y la disponibilidad, y han empezado ya a recoger flores y mirto en jardines y a deshojar el material en el centro parroquial.

Ninguna conoce con exactitud la antigüedad de las alfombras florales gondomareñas. El escritor Miguel Anxo Mouriño relata en un artículo escrito para el libro “Retallos de Gondomar de Miñor”, que el Instituto de Estudos Miñoráns publicó en 2012, el supuesto origen desde la llegada de un guarda civil procedente de Ponteareas al cuartel local en 1959. Para las “guardianas” de una de las costumbres más arraigadas de la localidad, podrían ser anteriores. Teresa Pereira la considera “una tradición familiar que ya tenían mis padres”. “Tengo 57 años y me acuerdo de llorar de niña porque no me dejaban ir a deshojar”, rememora.

"Es una pena que la gente joven pase de esto porque se va a perder", lamentan

Y es que el proceso de elaboración, desde las semanas previas al día grande, es toda una fiesta para ellas. “La vivencia de las alfombras es muy bonita. Nos vemos las vecinas, charlamos, llevamos dulces para compartir... Es una pena que la gente joven pase de esto porque se va a perder”, afirma.

Luego llega la gran noche. Hasta que el coronavirus irrumpió en nuestras vidas, la madrugada del Corpus era como la de Año Nuevo en Gondomar. Decenas de vecinos tomaban las calles y pasaban las horas agachados sobre el asfalto para llenar de arte y color el recorrido de la procesión matinal. Se juntaban los grupos llegados de las parroquias –de los centros culturales de Chaín, Mañufe y Vincios, el grupo de gaitas de Couso, comisiones de fiestas y diversas asociaciones– con los del centro. “Era una madrugada de convivencia, de trabajo, pero también de diversión. Cuando éramos jóvenes era una ilusión porque era la única noche que pasábamos fuera”, recuerda Teresa.

Este año los tapices se limitan al acceso a la iglesia y a la Praza da Paradela

Este año será como el pasado, “nos levantamos a las 6.00 y les suficiente”, señalan las alfombristas. En 2020 tapizaron el acceso a la iglesia y el altar de la Praza da Paradela. Esta vez será el Clube de Patinaxe Artística el que se encargue de la alfombra ante el Concello y ellas tratarán de elaborar dos ante el templo de San Benito, una a la entrada y otra en el descansillo. Lo que más les duele, aseguran, es dejar de cubrir la escalinata, el trabajo que más llama la atención y con el que Gondomar marca la diferencia. Pero cubrir las caras horizontales y verticales de los cuarenta peldaños requiere muchas más manos.