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Memoria de Baiona según Caíno

El pintor recupera imágenes y recuerdos de los rincones desaparecidos de la villa en su segundo libro, “Os ollos no tempo”

Caíno muestra el libro en su estudio, rodeado de cuadros. // Pablo Hernández

“Conozco a Baiona como si la pariera”, sentencia. La de ahora y, sobre todo, la de antes. Claudio Vasconcellos, el pintor Caíno, es un baionés que presume de ello, que ama su pueblo y lo muestra siempre en sus cuadros. En los paisajes y escenas tradicionales y en los rostros melancólicos de su gente. Un amor que trasciende sus inconfundibles lienzos y que ahora plasma también a través de textos y fotografías en su segundo libro, “Os ollos no tempo”. Una selección de 77 imágenes antiguas de la vila real comentadas de su poético puño y letra, que presenta mañana sábado en el colegio Fontes-Baíña, en un acto organizado para conmemorar el Día das Letras Galegas a partir de las 12.00.

La nostalgia de una feliz infancia en las callejuelas del casco histórico y en los entornos naturales que lo rodeaban preside el trabajo que el artista ha elaborado cuidadosamente durante casi una década, entre cuadro y cuadro. El parón que la pandemia llevó también a las galerías de arte lo ayudó a dar el último empujón a este libro que descubre “unos rincones de Baiona que han desaparecido”.

La obra estará en las librerías a partir del día 21 de mayo

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Escenas como la conservera de Puga, el muelle de Mogines “donde atracaban los barcos de la ardora”, los caminos del barrio de A Anunciada donde vivió sus primeros años o el bosque que acompañaba al entorno de la Santísima Trinidade, donde nació, son algunas de las imágenes que conserva en su retina y que quiso recoger en la publicación para que las nuevas generaciones de baioneses también las conozcan. “Las tenía en casa y si las dejase en un cajón acabarían en la basura. Son sitios que ya no existen y me gustaría que la gente vea cómo era Baiona en los años sesenta, setenta, ochenta”, explica.

La mayor parte de las fotos son de su autoría, aunque también incorpora algunas cedidas, de 1901 la más antigua. Las tomó con su cámara cuando regresó de Londres, en 1973. A la capital británica emigró con poco más de veinte años para trabajar como cocinero y buscarse un futuro, pero “la morriña” lo empujó a regresar. Su sitio siempre estuvo en Baiona, donde vino al mundo en el seno de una familia marinera. Los niños vivían en la calle por aquel entonces, en la mitad del siglo pasado, y Caíno recorría cada “recuncho”, recuerda.

Buena parte de las imágenes las tomó con su cámara al volver de Londres en 1973

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Trabajó como pescador para ayudar a su padre “a los palangrillos” desde la adolescencia, cuando ya le había picado el gusanillo de la pintura. A los 12 años llamó a un concurso de la radio para pedir una caja de acuarelas. “Había miseria y la gente solicitaba camas, colchones, ollas... yo lo que quería era pintar. El olor de las acuarelas todavía me transporta a aquel momento”, rememora.

Trabajó también como cobrador en “los coches de Vilán, que llevaban a las pescantinas del Burgo a Vigo a vender” y hacía ya sus pinitos artísticos. “Pintaba unos rostros de Cristo y me los vendían en una tienda de antigüedades de Vigo a 50 pesetas. Un día me llamaron para que empezara a estudiar en la Escuela de Artes y Oficios, pero a la vuelta llegué tan mareado del tranvía que ya no volví”, relata. Su talento siempre lo ha llevado por un camino autodidacta, de observación del entorno, de contacto directo con sus vecinos en la calle o en empleos cara al público, como el de la farmacia de Barreiro –en la calle Ramón y Cajal– o el de camarero en el club de yates. Y aunque parezca paradójico, también de introspección. “Soy una persona muy sensible y a veces solitaria. Me paso horas en casa trabajando y emocionándome con la música. Gracias a la música escribí esto”, comenta.

Ha contado con la colaboración del también escritor Luis Alberto Rey Lama en la publicación, que estará en las librerías a partir del día 21 y el historiador local Anxo Rodríguez Lemos ha realizado el prólogo. A ambos les está “enormemente agradecido”.

Muestra obras en el Pazo de Mendoza y en galerías de Vigo, A Coruña, Santiago y Ourense. Aunque la crisis sanitaria le ha impedido exponer más en el último año, sigue pintando y piensa ya en un tercer trabajo literario. Publicó su primer libro hace exactamente una década, el poemario “As portas ausentes”, y no descarta continuar con los versos a través de los que, como siempre, dejará su alma al desnudo.

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