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Comuneros de última generación

Marcos Sousa y Paula Sendín, en los montes de su parroquia, Couso. | // MARTA G. BREA

Tiene un reconocimiento internacional de la ONU por sus innovadores proyectos de gestión forestal, pero la comunidad de montes de Couso no solo es pionera en la eliminación de especies invasoras o el uso multifuncional del territorio para luchar contra la lacra de los incendios. También lleva la delantera en relevo generacional y cuenta con los dirigentes más jóvenes de la comarca en su junta rectora. Paula Sendín y Marcos Sousa tienen 27 y 23 años, respectivamente. Ella es vocal y él, secretario. Y han traído aire fresco y muchas ideas a una entidad ya de por sí revolucionaria.

Si la media de edad en las parroquias rurales gallegas es alta, la de los vecinos que dirigen los montes suele subirla. Se asocian las juntas rectoras a una especie de consejo de sabios de la aldea y “no tiene por qué ser así”, reivindican estos comuneros con un pie en la llamada generación “milennial” y otro en la “centennial”. Los motiva cambiar las cosas y contribuir a transformar la gestión del espacio forestal. “La gente más mayor piensa, por lo general, en el monte como fuente de beneficio económico. Nosotros creemos que la relación con el monte debe ser recíproca. Todos podemos disfrutar de él y sacarle rendimiento a muchos niveles: como espacio de ocio, como herramienta de educación ambiental, como base de proyectos culturales...”, recalca Paula.

“Vemos la comunidad de montes como respuesta a necesidades de la parroquia que las administraciones no atienden”, argumentan

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El camino lo tienen allanado. La comunidad de montes de Couso fue la primera del Val Miñor en organizar jornadas de arrancado de eucalipto para acabar con un monocultivo que se extendió en su momento por los ingresos que reportaba pero que ya da más problemas de propagación de incendios que oportunidades de ganar dinero. El empeño de su presidente, Xosé Antón Araúxo, en diversificar el uso del terreno forestal ha fructificado en proyectos como el cultivo de setas shiitake, de frutos rojos y su transformación en mermeladas. El disfrute público del monte también es una prioridad para la actual junta rectora, que convirtió el año pasado una vieja presa de regadío en piscina vecinal y rutas de senderismo. Todo eso ha animado a Marcos y a Paula a integrarse en la sociedad mancomunada. “Nos interesábamos por los proyectos que se hacían, veíamos que se cuidaba el medio, que la gestión del monte se salía de lo común aquí”, señala Marcos. Así que aceptaron la propuesta.

Su relación con el monte es de raíz. Nacieron en Couso y se criaron rodeados de naturaleza. El poco tiempo libre que les queda lo dedican a esta nueva ocupación. Paula estudia un ciclo superior de Educación Ambiental, da clases por las tardes y asiste a cursos los fines de semana. Marcos es graduado en Derecho y cursa un máster para ejercer como abogado. A fuerza de organización sacan ratos para patear el monte. “Esto no es solo reunirse una o dos veces al mes. Pertenecer a la directiva es controlar el territorio para ver qué zonas necesitan conservación, recolectar las setas del cultivo, los frutos rojos, etiquetar botes de mermelada...”, enumeran.

“Los niños son totalmente ajenos al monte comunal cuando es la cuarta parte del territorio gallego. Sería importante enseñarles a cuidarlo”, reivindica Paula

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El compromiso está también en pensar, en construir ideas de futuro para la comunidad. “Vemos la comunidad de montes como respuesta a necesidades de la parroquia que las administraciones no atienden”, argumentan. Aluden, en este sentido, a las “necesidades de espacios de ocio en el rural” y a otras de servicios básicos como el saneamiento. Trabajan en un proyecto para construir unas balsas ecológicas para dar solución a buena parte de la parroquia que ya se utiliza en el norte de Galicia.

Dejar huella y abrir paso para que otros jóvenes se impliquen en la gestión y la conservación del monte es otro de sus objetivos. Para ello piensan también en organizar “festivales culturales ligados a la cultura sostenible cuando se pueda” y contactar con otra gente de edades e inquietudes parecidas en otras parroquias para “tejer una red” que apueste por la protección del medio natural. Para eso será necesaria la concienciación “desde la escuela”. “Los niños son totalmente ajenos al monte comunal cuando es la cuarta parte del territorio gallego. Sería importante enseñarles a cuidarlo”, reivindica Paula.

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