Sin más compañía que el personal logístico, Porriño inhumó ayer al desconocido que el pasado 21 de febrero apareció muerto en el fondo de un pozo en una nave de O Cerquido. Dos meses después del macabro hallazgo, nada se sabe sobre la identidad de la víctima, que ya descansa en el nicho número 77 del Cementerio Municipal de Porriño.

El Juzgado de Instrucción número 3 de Porriño ordenó al Concello hacerse cargo de sus restos mortales, hasta ayer depositados en el tanatorio Vigo Memorial. Por ello, la Concejalía de Servicios Sociales encargó a la Funeraria Porto de Ponteareas los trámites de la inhumación, que se produjo con la única presencia de los dos enterradores y los dos trabajadores de la funeraria. No acudieron ni miembros del Concello, ni de la Guardia Civil; tampoco hubo flores, ni rezos, ni llantos.

Fue un entierro solitario, como también lo fue su estancia en el pozo durante el último año, pues, si bien el cuerpo se descubrió hace un par de meses, la investigación apunta a que podría llevar en el agujero entre seis y diez meses.

Junto al ataúd de madera en el que fue sepultado, también se colocó una caja de cartón en la que se depositaron los restos óseos que se usaron para extraer su ADN, el cual no arrojó ningún resultado coincidente con los nombres que engrosan las listas de desaparecidos u otras bases de datos. Lo único que se sabe es que era un varón de entre 30 y 35 años y que su crimen todavía está por resolver.