Son decenas las cicatrices que a lo largo del pasado siglo cuartearon el paisaje de la parroquia gondomareña de Morgadáns. Durante décadas fue territorio de minas de granito, como el vecino municipio de Porriño. “Desde los años 20, de aquí salió muchísima piedra del país para construir los edificios más bonitos de Vigo. Mi abuelo era carretero y recuerdo cómo cargaban los bloques hasta las carreteras”, comenta el presidente de la Entidade Local Menor, Alfonso Misa. Llegaron a convivir en la zona hasta medio centenar de pequeñas explotaciones manuales y al menos cinco más grandes en terrenos que la Administración parroquial alquilaba a empresas del sector. Solo una de ellas sigue activa a cargo de la firma local Granitos Gondomar. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria provocó el abandono de las cuatro restantes y ha llegado la hora de recuperarlas para el disfrute público. El organismo parroquial pretende rellenar los taludes que han dejado sobre el terreno y devolverles la vida con árboles autóctonos.

La pandemia ha disparado las visitas al monte y la demanda de espacios al aire libre donde disfrutar del ocio y la Entidade de Morgadáns no quiere perder la oportunidad de hacerse un hueco en el ranking de lugares atractivos para pasar una jornada de fin de semana en familia y en plena naturaleza, lejos de aglomeraciones. La primera cantera en experimentar la transformación fue la de Lapido hace más de una década, con el entonces popular Urbano Esmerode en la presidencia. Pero el lago artificial construido y poblado con patos y ocas cayó en el abandono y la actual Administración local lo recuperó hace un año. La desescalada ha llevado hasta allí a cientos de personas en los últimos meses.

El lago creado en la recuperada cantera de Lapido, en Prado.

Ahora le toca el turno a otra cantera ubicada también en el barrio de Prado, en la zona de Outeiro da Cruz. De su sellado se encarga la empresa baionesa Construcciones y Excavaciones Mecca G., en virtud de un convenio con la Entidade, según confirma su presidente. La compañía realiza destierres para construcciones de naves en el parque empresarial nigranés de Porto do Molle y traslada hasta allí el material extraído. Cientos de camiones han vaciado ya toneladas para tapar los taludes de granito.

Denuncia

Unos trabajos que desataron la polémica en la zona en los últimos días. Tras recibir quejas de vecinos, el grupo municipal de Manifesfo Miñor los denunció ante el Concello de Gondomar y ante el Seprona. Su portavoz, Antonio Araúxo, alertaba de que no constaba ningún expediente al respecto y del vertido de todo tipo de escombros, material prohibido en estos casos. El edil solicitaba al gobierno municipal el control de las obras para proteger el espacio natural alrededor. Y es que a pocos metros, señalaba, existen nacientes de regatos con truchas, una zona húmeda en la que habitan dos especies de “orballiña” o drosera, una planta carnívora amenazada, e incluso traídas vecinales.

Manifesto Miñor alerta de riesgos ambientales y para las traídas de agua vecinales

“Está todo en regla, con autorización de la Consellería de Industria”, asegura el presidente de la Entidade. Otra cosa es que “haya algún vertido de escombro no permitido que cualquiera aprovecha para llevar por la noche y aunque controlamos la zona no es fácil pillarlos”, explica. En cualquier caso, la Administración de la parroquia sigue de cerca el avance de los trabajos que culminarán en la plantación de árboles autóctonos y el acondicionamiento del espacio para el disfrute público.

Quedan otras dos canteras pendientes de recuperar que la Entidade quiere abordar “en cuanto se pueda”. Una se ubica cerca del núcleo de San Roque y es conocida como A Lapa da Raposa. “Es un espacio muy deteriorado, con bloques de piedra por allí amontonados, que queremos devolver a su estado original con árboles”, señala el pedáneo. La otra está en la falda del Monte Galiñeiro, en un lugar denominado Fonte da Prata. En su momento fue mina de de cuarzo y feldespato y en su hueco se ha formado un lago que resulta hasta peligroso. “Está vallado, pero tiene mucha profundidad y tenemos que señalizarlo para evitar sustos”, recalca Misa, que también espera convertirlo en el futuro en “otra zona de recreo de la parroquia”.