Ángel Gregorio, ayer en la taberna que le queda en A Ramallosa. | // R.G.

Amador Domínguez Fariñas regenta una cafetería con una gran terraza en el centro urbano de Nigrán y aunque las restricciones que la hostelería miñorana estrenó ayer a causa de la escalada de contagios le habrían permitido seguir, prefirió cerrar. Los locales tienen prohibido servir en el interior y las terrazas pueden estar al 50%. Pero “on este temporal es insostenible estar fuera”, explica el propietario del Café Venus y portavoz de la gestora de hosteleros creada en el seno de la asociación de empresarios OValmi para defender los intereses de un sector que es fundamental para la comarca miñorana. Como él fueron numerosos los propietarios de negocios que tampoco abrieron en el municipio, en torno a un 80% según sus cálculos. Los datos son similares en Gondomar, con las mismas limitaciones y condiciones meteorológicas. En Baiona, nada ha cambiado desde el fatídico día 17 de diciembre en que la Xunta decretó el cierre perimetral ya cesaron la actividad el 50% de los negocios.

Aunque OValmi todavía no disponía ayer de cifras oficiales sobre las consecuencias de este nuevo golpe a la hostelería miñorana tras le cierre total de noviembre, la referencia puede tomarse desde Panxón. El centro turístico por excelencia del municipio cuenta con un total de veintitrés establecimientos de hostelería, la mayoría con mesas y sillas fuera, y ayer tan solo abrieron cuatro: dos con terrazas muy amplias en el muelle, otro solo con comida para llevar y otro más en segunda línea también con espacio para consumir fuera. “Es que no cubrimos gastos y no hacemos más que acumular deudas. Es una ruina”, comentaban ayer hosteleros consultados del paseo marítimo.

“Lo que necesitamos son indemnizaciones por la situación que vivimos”, apunta Domínguez. Esa es una de las reivindicaciones que el grupo hostelero de OValmi trasladará a los representantes políticos que todavía no han atendido sus solicitudes de reunión: la presidenta de la Diputación, la delegada de la Xunta en Vigo y el secretario xeral del PSdeG “para que se lo traslade al Gobierno”. Al Concello lo dejan fuera de los reproches porque ha puesto en marcha una línea de ayudas de en torno a mil euros por el cierre de noviembre y prepara otra para marzo por las nuevas restricciones. Intentarán convocar también nuevas protestas porque “está demostrado que la hostelería no es el problema, solo el 2% de los contagios se han producido en la hostelería”.

En Gondomar el volumen de cierres es similar. No es un municipio turístico y no son mayoría los establecimientos con terraza, por lo que la gran mayoría de los ubicados en el centro urbano tampoco tuvieron actividad ayer.

Los baioneses siguen “aguantando”, pendientes ahora de la propuesta del alcalde, Carlos Gómez, de cubrir todas las terrazas para “trabajar todo el año”. Hay opiniones para todos los gustos pero lo que tiene muy claro el portavoz del sector en la Asociación de Comerciantes y Empresarios (Aceba) y miembro también del grupo de hosteleros de OValmi, Pedro Villamarín, es que “somos Baiona y tenemos que cuidar nuestra imagen”. Le parece “una buena idea” siempre que respete la armonía del paisaje urbano.

Un restaurante de Gondomar cierra por segunda vez en solo tres meses de vida

Inaugurado, cerrado, reabierto y cerrado otra vez. Es la vertiginosa trayectoria del restaurante Terra desde que abrió en octubre en el centro de Gondomar. Ángel Gregorio apostó por el proyecto a pesar de la pandemia. Había invertido 120.000 euros para poner en marcha su restaurante moderno con cocina de mercado y bodega especializada en cervezas y vinos de calidad y decidió seguir adelante. En solo un mes de actividad llegó el cierre decretado por la Xunta. Reabrió endiciembre y ayer paró otra vez hasta nuevo aviso. “Con este tiempo no es posible abrir solo con terraza y tampoco me compensa”, comenta el dueño. Tras un cuarto de siglo de trayectoria en el sector, Ángel había hecho realidad este sueño. Era el tercero de sus negocios activos. Lleva años al frente de la taberna O Chideiro, que mantiene abierta en A Ramallosa, y hace año y hace 18 meses que puso en marcha dos casas rurales en Arbo. Tenía 15 empleados en total. “Todo iba como un tiro en 2019 y en enero y febrero de 2020. Pero el 14 de marzo empezó la pesadilla que parecía que iba a durar un par de meses y que no acaba nunca”, explica. Las casas rurales están inactivas porque los cierres perimetrales impiden la llegada de clientes, el restaurante lo ha cerrado temporalmente y trabaja en la tapería con un cocinero para el servicio de comidas para llevar. “Ahora me veo con tres negocios y trabajando yo mismo para poder pagar gastos. Es como volver a empezar de cero”. Ángel empezó a los 23 años como empleado en el sector. Trabajó en locales en Vigo y llegó a regentar varios negocios y a coordinar una plantilla de hasta 19 empleados. Ahora vuelve a verse “como al principio”. No lo cierra todo, asegura, “porque yo no puedo estar en casa”. “Mentalmente también estamos muy cansados. Lo que nos agota es la incertidumbre, no saber qué va a pasar. No tienen en cuenta que para nosotros cerrar significa recoger todo y perder el dinero de la mercancía que no se puede guardar.