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El mayor bosque europeo de secuoyas abraza al Galiñeiro

José Taboada y dos directivas de la comunidad de montes, ayer en la plantación de secuoyas. | // ALBA VILLAR

El Monte Galiñeiro sumará un nuevo atractivo para las visitas en cuestión de una década: el mayor bosque de secuoyas de la Península Ibérica y probablemente de Europa. Son 1.200 ejemplares de la milenaria especie original de Estados Unidos los que crecen en la zona de A Fraga para convertirse en verdaderos gigantes vegetales. La comunidad de montes de Vincios acaba de plantarlos y todavía miden 40 centímetros de alto pero “en cinco o diez años” ya invitarán a perderse entre sus ramas, calcula su coordinador, José Taboada. En menos de medio siglo podrán medirse con cualquier bloque de pisos. Llegan a alcanzar los 115 metros de altura y los 7 metros de diámetro. Para rodearlos con los brazos, mejor ir en pandilla.

Ni en España ni en Portugal hay una plantación de tal calibre. Las más extensas, consideradas ambas las mayores del Viejo Continente según diversas publicaciones, rondan las 2 hectáreas. Una es el Bosque de Colón, en el municipio pontevedrés de Poio, creado en 1992 con motivo del V Centenario del Descubrimiento de América con 500 árboles traídos desde el otro lado del charco por cortesía del Congreso estadounidense. La otra está en Cantabria, se llama Monumento a las Secuoyas del Monte Cabezón y presenta un total de 848 pies. En el Galiñeiro hay 352 más árboles en una superficie de 6 hectáreas.

¿Por qué secuoyas? “Consideramos que es una alternativa interesante para contribuir al uso multifuncional del monte. Su madera es de gran calidad, se puede usar tanto en interior como en exterior y además defiende del fuego”, responde Taboada. Diversificar sus 678 hectáreas de terreno es parte de la campaña Vincios Verde que la sociedad mancomunada lleva a cabo para cambiar el rumbo de su superficie forestal desde que la grave oleada de incendios que la arrasó hace poco más de tres años.

El plan integral de regeneración trata de ganar terreno al temido eucalipto para prevenir el fuego e incluye diversas iniciativas. Han sido numerosas las jornadas para arrancar los brotes surgidos tras el desastre de 2017 e incluso los comuneros han desplegado el “rokking” por sus terrenos. Un deporte consistente en paseos libres combinados con la retirada de plantas de eucalipto, sin horario ni fecha fijada, que cualquiera puede practicar buscando las señales que indican dónde actuar o la app que las geolocaliza. El Bosque dos Nenos con 9 hectáreas de árboles autóctonos plantados por colegios y familias en los últimos dos años, el “proxecto carreña” que reserva espacio para recuperación de la ciruela de casa más común en la parroquia, en peligro de extinción, los sumideros de CO2 o las diversas reforestaciones con frondosas también forman parte de su lucha por renovarse o morir.

En 30 años, el bosque de Vincios puede ser como el de Poio. | // G. SANTOS

Las imponentes sequoia sempervirens, nombre científico de las secuoyas comunes también conocidas como rojas o californianas, se incorporan a la ordenación del monte con vistas a dejar beneficios a las futuras generaciones para reinvertir en el monte, con un fin recreativo y, sobre todo, con la intención de pertrecharse contra el fuego.

Y es que su tronco se cubre “a los 15/20 años de una corteza que no arde”, asegura Taboada. De ahí que el futuro bosque se integre en el cinturón verde que ya protege a buena parte de la superficie forestal de Vincios. “Tenemos ya una barrera de frondosas y pastizal que divide en dos el monte y que se extiende por 30 hectáreas a lo largo de 3 kilómetros, desde el picadero al conjunto de petroglifos de Auga da Laxe”, señala.

El componente social es lo más importante para los comuneros a la hora de seleccionar proyectos. En tiempos de pandemia, la demanda de espacios de ocio al aire libre para respirar aire puro y alejarse de las aglomeraciones es mayor. Las secuoyas apenas dejan crecer vegetación en el suelo, de manera que ofrecen bosques limpios para agradables paseos.

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