Cerca de la desembocadura del río Miñor hay una isla donde conviven en semilibertad más de una veintena de animales de diferentes especies. Es “la isla de Tali”, el refugio de una joven de veinte años de Nigrán que comenzó hace cuatro a rescatar a animales que iban a ser sacrificados para darles una segunda oportunidad. “El primer animal que rescaté fue una yegua que iban a llevar al matadero porque era muy agresiva. Mis padres solo me dejaron quedármela con la condición de venderla cuando la hubiese domado. Sin embargo, ella me enseñó a mí mucho más que yo a ella; entre otras cosas, a dejar de comer carne”, comenta Natalia Rodríguez, nombre de pila de Tali.

Esta yegua fue la primera huésped de la isla, donde conviven ahora otros caballos, ponis, ocas, cerdos, cobayas, pájaros, corderos, gatos y perros. Todos ellos esquivaron la muerte gracias a Tali. Para ello, Natalia rastrea medio centenar de grupos de rescate en Facebook y consulta anuncios en otras páginas web. “También funciona mucho el boca a boca, la gente ya me conoce y se pone en contacto conmigo cuando saben de algún animal que esté viviendo en malas condiciones”, cuenta Tali. “La mayoría de los roedores me los dan en las tiendas cuando nacen con malformaciones y no sirven para vender”, explica, asegurando que “prefiero llenar la isla de animales a quedarme de brazos cruzados”.

Tras el rescate de su primera yegua, con solo 16 años, invirtió todo el dinero recaudado en Navidad en la compra de una pareja de cabras que consideraba que no estaban en buenas condiciones. Así fue como la isla fue llenándose de vida, y Tali, de más carga de trabajo y responsabilidad que una joven de su edad.

“Voy todas las mañanas temprano a echarles de comer antes de ir a clase y luego, por la tarde, vuelvo para cuidarlos un par de horas. Los fines de semana, con la ayuda de mi padre, trabajo en la isla a jornada completa”, explica Tali que, para acceder al pequeño zoológico que tiene montado en el islote La Insuela, necesita un barco o un kayak. Varios vecinos del Val Miñor son propietarios de las fincas que conforman la isla, entre ellos, los bisabuelos de Tali, que le cedieron el uso de los terrenos para desarrollar su labor social. “Otros vecinos nos ceden sus fincas con la condición de que las mantengamos limpias. Ganamos todos”, comenta.

La inversión en comida y cuidados veterinarios de esta veintena de animales ronda los 200 euros al mes, una cifra que se redujo un poco cuando Tali aprendió a realizar pequeños cuidados, como curas. “Esas cosas se las hago yo y me ahorro la visita al veterinario”, explica, matizando que “no estudio veterinaria, soy demasiado sensible para hacerme veterinaria”. No obstante, la profesión para la que se está formando también refleja su vocación por ayudar, pues estudia Integración Social.

Calendarios solidarios

Compagina ambas tareas con la fotografía, y gracias a ello recauda algunos fondos para mantener a los habitantes de su isla. Pero los gastos superan los ingresos y, a pesar de que recibe alguna donación, la recaudación es insuficiente. Es por ello que ha editado unos calendarios de 2021 solidarios con ilustraciones hechas a mano por artistas que han colaborado con la causa. Cada mes está dedicado a uno de los animales del refugio, “aunque no cogen todos”, bromea. Estos se venden a 10 euros en varios establecimientos del Val Miñor y de Vigo, y también a través de la cuenta de Instagram @laisladetali. La recaudación se destinará a sufragar los gastos de los animales a los que Tali le ha brindado una segunda oportunidad.