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BAIXO MIÑO

La herencia que Ramona deja en Tui

Donará al Museo Diocesano un cáliz que el arzobispo Lago le regaló a su padre hace un siglo

Ramona Alonso, en la terraza de su casa junto al cáliz, regalo del arzobispo Lago. // D.P.

Con 98 años y una memoria envidiable, la tudense Ramona Alonso ha empezado a repartir su herencia, de la que el Museo Diocesano se lleva un pellizco; pequeño en consistencia, pero de un gran valor histórico y sentimental. Se trata de un cáliz que el arzobispo de Santiago, el también tudense Manuel Lago González (1865-1925), le regaló a su padre, José Alonso, cuando este dejó de trabajar para él. "Quiero que esté bien cuidado", cuenta Ramona, que mañana le entregará la copa al obispo de la Diócesis Tui-Vigo, Luis Quinteiro Fiuza.

El cáliz, de cristal y plata, pertenece a la familia de Ramona desde hace casi un siglo. El arzobispo Lago se lo regaló a su padre en agradecimiento por los servicios prestados como mayordomo a lo largo de 15 años. José Alonso acompañó a Lago cuando este fue obispo de Osma y de Tui. Luego, cuando lo nombraron arzobispo y nació Ramona, se retiró "porque le hacía falta a mi madre en Tui", cuenta la nonagenaria, que, aunque no recuerda al arzobispo tudense, que murió cuando ella tenía solo 3 años, sí que se acuerda de cariño que tenía su padre por él.

Ramona es la primogénita de cinco hermanos, por eso su padre le dejó en herencia el cáliz cuando falleció. Ahora, ella toma la decisión de donarlo al Museo Diocesano, convencida de que "mi padre, allá donde esté, estará contento". También cuenta con el apoyo de su hijo y de sus sobrinos, pues ninguno de sus cuatro hermanos vive todavía. "Yo haría lo mismo", dice su hijo.

Con esta donación, Ramona no solo rinde homenaje a su padre, sino que también deja un último regalo a la Iglesia, a la que tantos momentos de su vida ha dedicado. "Yo estaba metida en todos los berenjenales", cuenta, haciendo alusión a la catedral, donde, entre otras cosas, "lavaba y planchaba manteles, preparaba los belenes y hacía centros de flores". Siempre involucrada con la Iglesia, no es de extrañar que conociera a cinco de sus obispos. Con el último, Monseñor Quinteiro Fiuza, tiene una foto enmarcada en el salón de su casa. Mañana podrán repetir la estampa, pues cuando este se enteró de que Ramona iba a donar el cáliz, se comprometió a recogerlo en mano.

Sobre el vaso no tiene muchos datos. Desconoce si el obispo Lago lo utilizó para consagrar el vino en alguna eucaristía o simplemente fue un regalo para su padre. De este ilustre tudense también guardaba cuatro recordatorios del día de su funeral, aunque ya no conserva ninguno porque los regaló.

Más allá de lo material, permanece en Ramona el sentimiento de admiración por al arzobispo Lago que le inculcó su padre. De él destaca también su faceta literaria y su defensa de la lengua gallega. En ese sentido, cabe recordar que fue homenajeado el Día das Letras Galegas del año 1973. "Cuando la ignorancia es supina pasan esas cosas", lamenta Ramona en relación a una pintada que sufrió hace años la escultura de Manuel Lago González.

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