La Cofradía de Pescadores San Juan de Redondela afronta su propia desescalada y las últimas en incorporarse a la actividad serán las mariscadoras a pie, tras semanas de trabajo ya del sector a flote y de la pesca. Las más de cien mujeres dedicadas a la extracción de bivalvos volverán a la playa la primera semana de julio. Las frenaba la lentitud con que arrancó la hostelería tras el Covid-19 y la ausencia de mayoristas. Pero ha llegado la hora de volver y afrontan el regreso con dos importantes objetivos sobre la mesa: recuperarse de la crisis y plantar cara al furtivismo, sobre todo en Arealonga, en arenal de Chapela. Para ello contarán con el apoyo de la Policía Autonómica, a la que llamarán cada vez que se desplacen a faenar allí para trabajar con tranquilidad.

Así lo acordaron esta semana en una reunión en el Concello responsables de la Policía Autonómica y de la Local con la presidenta de la Agrupación de Mariscadoras de Redondela, Esmeralda Otero Bastos, y el patrón mayor de la Cofradía, Xoel López. La alcaldesa, Digna Rivas, organizó el encuentro ante la demanda de protección que las mujeres del mar le habían reiterado.

Hace años que "el furtivismo está normalizado" en toda la costa redondelana. "Se aceptaba por parte de la dirección", explica Esmeralda Otero, que accedió al cargo en febrero tras renovarse el cabildo al completo. "En esta nueva etapa queremos hacerle frente. Tenemos que defender lo nuestro", recalca.

El principal foco de marisqueo ilegal está en Chapela. Del de bañador y del "profesional". "Los dos hacen daño. Los que van a bañarse y aprovechan para llevarse un poquito uno y otro poquito otro... Al final suman mucho. Y los otros se marchan con sacos llenos", lamenta Otero. Es un banco natural de almeja fina, babosa y japónica que no es necesario ni sembrar y allí es donde las mariscadoras han sido víctimas de episodios violentos. "Nos insultan, nos amenazan, nos rayan los coches", asegura. El último incidente ocurrió hace poco más de una semana. En plena preparación de la vuelta a la faena tras la pandemia, un grupo de mariscadoras acudió a Arealonga para trasladar almeja de allí a otras playas con menos cantidad. "Nos increparon al pasar y al llegar a los coches vimos que les habían dado patadas", indica.

Fue entonces cuando el pósito pidió ayuda al Ayuntamiento. La alcaldesa entiende que "tenemos que ayudar a las mariscadoras porque se sienten desprotegidas". "La Policía Autonómica y Local reforzará los controles y las apoyará cuando vayan a trabajar", afirma.

El respaldo de las fuerzas de seguridad será clave para el sector, ya que la Cofradía trabaja con el servicio de vigilancia mermado. Uno de sus tres guardapescas está de baja y solo trabajan de lunes a viernes. Las propias mariscadoras se organizan para patrullar las playas los fines de semana e incluso lo hacen los días de diario por la noche en verano "con gran riesgo".

El problema del furtivismo no finaliza en las playas. "El producto acaba en restaurantes y hasta que se actúa contra quien compra el producto poco se avanzará", deja claro la presidenta de las mariscadoras.