La galería de la antigua casa del obispo de Tui se ha convertido en un taller-laboratorio donde un equipo de voluntarios, dirigido por el canónigo y director del Archivo Histórico Diocesano, Avelino Bouzón Gallego, trabaja desde hace tres años en la clasificación, evaluación del estado de conservación, limpieza, aireado y archivo de miles de documentos, en su mayoría del Archivo de la Curia, que estaban abandonados desde el traslado de la sede del Obispado a la ciudad de Vigo, ocupando estantes de un armario situado en un extremo del palacio.

"Se decidió desempolvar estos montones de documentos datados desde mediados del año 1500 a 1950, cuando se comenzaron a proyectar los espacios del palacio del obispo para acoger el Museo Catedralicio e Histórico", explica Bouzón sobre el trabajo de "arqueólogos de documentos". El traslado se hizo en fardos, tras tramitarlo previamente con el vicario general y el deán de la catedral. "Esta labor no la financia nadie. Es altruista" y cuenta con Roberto Fernández Díaz, auxiliar del Archivo Histórico; con becarios; y con personas voluntarias como las que llegarán desde Madrid, entre ellas una señora con residencia en O Rosal, explica. Han estado estudiantes preseleccionados de colegios de Madrid.

El trabajo se hace durante las mañanas, con la luz que entra a lo largo por la gran galería que mira al Miño y a la vega portuguesa.

Entre estos fondos, muestra un documento del obispo de Tui dirigido al cabildo en el año 1865, por una pandemia de cólera morbo que comenzó en Gran Canaria en el año 1851 y se expandió por la Península Ibérica, afectando a Galicia, otros países de Europa... El obispo dice por escrito que "debido a las críticas y aflictivas circunstancias por las que pasan algunos pueblos de España", manda al clero que diga en la misa la oración Pro vitanda Mortalite (rezo para evitar víctimas mortales) además de una antífona a la Virgen. El cumplimiento de esta disposición fue al día siguiente, 3 de noviembre de 1865, en la catedral tudense.

Importancia documental

Ya tienen clasificados expedientes matrimoniales, vínculos de sangre, certificaciones de pertenencia a la diócesis, casamientos con portugueses y con ciudadanos de otros países, etc. Pero Bouzón resalta la relevancia de las capellanías, por los importantes documentos que aportan. Eran fundadas por la clase pudiente, de baja nobleza, con una pretensión piadosa o para que no se perdiese su patrimonio, por lo que el pudiente ciudadano creaba una fundación de capellanía vinculada a su testamento. Se mencionan los bienes del fundador y las condiciones que conlleva el patrimonio. Nombra al presidente de la capellanía que normalmente es un sacerdote, pues entre sus obligaciones estaba la de celebrar misas. Puede llevar como condición la construcción de una iglesia o capilla. A veces en la sucesión surgieron pleitos. Como ejemplo está Manuel Isidoro Romero Caballero, nacido en Bouzas en 1780 y emigrante a Jamaica, donde hace su testamento y deja 40.000 duros para levantar un hospital en Bouzas. Al final ese capital se destinó mejorar del hospital que existía en Vigo.

Mientras don Avelino relata, Roberto Fernández Díaz utiliza un cepillo y airea un documento. "Los clasificamos por temas y cada legajo se introduce en una "camisa de papel" que se clasifica y pasa a archivadores de cartón neutro. Hay 10.000 "camisas de papel" de expedientes de sacerdotes y más de 2.000 de capellanías.