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BAIXO MIÑO

Sin pasarse de la 'raia': la inútil misión de cruzar a Portugal

No se les impuso ninguna multa, solo se les obligó a dar la vuelta -Otros 35.000 lo hicieron un motivo permitido -Trabajadores transfronterizos recorren hasta 100 kilómetros para fichar

Controles en el único paso fronterizo entre Pontevedra y Portugal. J. LORES

Los trabajadores transfronterizos de los Concellos bañados por el Miño llevan casi dos meses cruzando el puente internacional que une Tui y Valença por la autovía A-55 para acudir a sus puestos de trabajo. Esta vía de conexión con Portugal, la única disponible en la provincia de Pontevedra para el tránsito de trabajadores y transportistas, registró hasta el pasado 22 de abril 34.522 vehículos, de los cuales a más de un millar se les denegó el paso, según datos facilitados por la Subdelegación del Gobierno en Pontevedra, institución que precisa que no se han impuesto multas a los que intentaron cruzar al país vecino sin justificación. Directamente se les ordenó dar la vuelta.

El mismo tiempo, desde el 17 de marzo, fecha en la que se cerró la frontera para evitar la expansión del coronavirus, llevan los trabajadores de los Concellos más alejados de este punto, como son Arbo, Crecente y A Guarda, del lago gallego, y Caminha y Melgaço, del lado luso, recorriendo distancias que en algunos casos llegan a los 100 kilómetros diarios para fichar. Igual de afectados están los vecinos de O Rosal, Tomiño, Salvaterra de Miño, As Neves, Vila Nova de Cerveira, y Monçao, que, aunque más próximos a Tui y Valença, también han incrementado notablemente el número que marca el cuentaquilómetros. Una rutina que antes realizaban en 5 o 10 minutos, el tiempo que tardaban en cruzar los puentes internaciones de Arbo-Melcaço, Salvaterra-Monçao, Tomiño-Cerveira o el ferry de A Guarda-Caminha.

Por ello, los Concellos de a "raia" y la Agrupación Europea de Cooperación Transfronteriza Río Miño llevan semanas demandado la reapertura de los pasos transfronterizos. Los municipios miñotos y la AECT hacen hincapié en las lesiones socioeconómicas que provoca el cierre de la frontera para sus 150.000 habitantes; 400.000 si se tiene en cuenta su área de influencia.

La economía del territorio raiano se retroalimenta y son muchas empresas las que, aunque han retomado la actividad comercial tras el cierre por el confinamiento, no pueden ofrecer sus productos o servicios al mismo volumen de clientes que antes de que se decretase el estado de alarma. A los gallegos les faltan los clientes lusos y a los lusos los gallegos. Eso, unido a la ausencia de una fecha oficial que marque la reapertura general de la frontera de España y Portugal, genera todavía más incertidumbre económica entre el tejido empresarial y comercial de la "raia".

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