El cierre de la frontera hispano-lusa alejó a dos territorios que, hoy, adoptada por Portugal la decisión de levantar su emergencia e iniciar el estado de calamidad que provocara el aumento del contacto, van a diferentes velocidades: la "Raia" suspira por lograr una desescalada simétrica.

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El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, hace valer los datos que desde el punto de vista sanitario, entiende, sitúan a Galicia en una posición "sólida" para no seguir en una "burbuja". Enumera: 140 municipios sin un solo infectado, el ritmo de contagios diarios ha pasado de rebasar el medio millar al centenar, la presión en UCI y unidades de hospitalización ha caído en porcentajes altos y la Comunidad fue pionera con su propio estudio de "seroprevalencia". "Los indicadores epidemiológicos y la capacidad sanitaria nos sitúan en muy buena situación", defiende. "Y estamos preparados para iniciar la reactivación económica", recalca en cada comparecencia, disconforme con la hoja de ruta del Gobierno, que reclama cambiar.

Galicia, con 2.700.629 habitantes según el Instituto Nacional de Estadística (INE), dejó de ser un fortín contra el virus el pasado 4 de marzo, cuando, tras casi un mes desde que el primer caso fuera confirmado en España, se registró el primer positivo, un hombre de 49 años que viajó a la ciudad de A Coruña, desde Madrid, para acudir a una entrevista de trabajo. En el complejo hospitalario público de esa ciudad obtuvo su diagnóstico. El primer balance del servicio gallego de salud, de este domingo, contempla 3.187 casos activos (302, de profesionales); y, del total de positivos, 36 están en UCI, 255 en unidades de hospitalización y 2.896 en sus domicilios. Los fallecimientos son 565.

Los alcaldes del Alto y el Baixo Miño mantuvieron también el pasado martes una entrevista telemática, en la que participaron los presidentes de las cámaras, y acordaron pedir a los gobiernos de España y Portugal que tengan en cuenta su realidad transfronteriza y sincronicen sus tiempos de desescalada, lo que de momento no sucede. "Era uno de los temores que teníamos, porque el cierre nos ha hecho mucho daño, y esa asimetría va a producir un efecto más negativo", explica a Efe el alcalde de Tui, Enrique Cabaleiro.

"En términos de pandemia, en Portugal y Galicia, si los datos son fiables, mantenemos una similitud en cuanto al número de contagios, por lo tanto no tiene mucho sentido desescalar a diferentes ritmos. No se tiene en cuenta la casuística de los territorios. Para nosotros es más importante vincular la estrategia de desescalada con el norte de Portugal que con Andalucía", añade.

Tui forma con Valença una Eurociudad, y las relaciones entre ambos núcleos urbanos, que en realidad es uno solo, están tan imbricadas como las de los habitantes del este y el oeste de Salamanca o cualquier otra ciudad del mundo. Sucede lo mismo con Salvaterra do Miño y Monçao, separados por un río pero íntimamente ligados por un puente que lo sortea y que los habitantes de ambas poblaciones consideran una calle común más, como explica la alcaldesa de Salvaterra, Marta Valcárcel.

La crisis del coronavirus ha conseguido lo impensable: dividir en dos un núcleo urbano transfronterizo que siempre ha estado unido. "Este corte está suponiendo una frontera como no la hubo nunca. Antes del puente estaba el transbordador, y antes barquitas, e incluso se cruzaba a nado. Esta es la primera vez en nuestro recuerdo que se corta ese tránsito. No somos conscientes de que pasamos de un país a otro", señala la regidora.

El daño a las poblaciones de ambos lados de la frontera es evidente, sobre todo para el comercio, cuya facturación depende en gran medida de las compras que realizan a diario, no ya los fines de semana, portugueses en los establecimientos españoles y viceversa. En lo que coinciden los alcaldes es en pedir que se contemple la posibilidad de abrir los pasos fronterizos al menos para quienes trabajan en el país vecino, que no son pocos, toda vez que polígonos industriales los hay a ambos lados de la frontera.

"A nivel económico, los trabajadores transfronterizos son los más débiles, con sueldos bajos. Antes pasaban en un minuto al otro lado y ahora tienen que dar un rodeo de 60 kilómetros hasta Tui, y eso supone un impacto económico muy importante. Algunos pierden dinero por ir a trabajar", asegura Valcárcel, quien recuerda que, paradójicamente, este año se cumple el 25 aniversario de la construcción del puente Salvaterra-Monçao.

Coincide Cabaleiro, quien reconoce que los ciudadanos de Tui que trabajan en Portugal tienen suerte pues en su ciudad está el único paso fronterizo abierto, hasta el que tienen que llegar trabajadores no sólo de Salvaterra, sino también de poblaciones más lejanas, como Arbo y Crecente.

"No entendemos el cierre de todos los pasos porque eso implica un perjuicio económico para los trabajadores transfronterizos, que tienen un salario bajo, lo cual unido a la obligatoriedad de no compartir vehículos supone un gasto enorme", subraya.

De idéntica manera, los vecinos de Verín, en Ourense, y de la localidad portuguesa de Chaves, están inquietos. Comparten no sólo lo comercial, también núcleos familiares. Al impacto económico, se suma por tanto "un choque emocional muy grande", pues en la zona son muy comunes los matrimonios mixtos, explica a Efe Pablo Rivera, director general de la Eurociudad Chaves-Verín.

Todos hacen un llamamiento a su realidad, la de que son uno.