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Un trozo de historia en Redondela

La villa exhibe dos bloques originales del muro de Berlín en los jardines de A Xunqueira

Trabajos de restauración del muro, en 2010. // FdV

Tres décadas después de la caída del muro de Berlín no es necesario viajar hasta la capital alemana para recordar este momento histórico. Redondela puede presumir de conservar dos de los escasos fragmentos que se conservan en todo el país de esta barrera de hormigón que separó la Alemania Federal de la Oriental hasta la noche del 9 de noviembre de 1989, momento simbólico de la caída del régimen comunista.

Los dos bloques del muro de la vergüenza fueron traídos hasta la villa redondelana de Alemania a principios de los años 90 por un emigrante, Manuel A. Figueroa Suárez, que después residiría en Mallorca. Las piezas fueron donadas al Concello por su tío, Jacinto Suárez, para que se expusieran en la localidad como recuerdo del momento histórico que aconteció con la caída del muro y que supuso la reunificación de Alemania.

Los dos bloques con graffitis permanecieron durante más de quince años adosados en uno de los pilares del viaducto antiguo -conocido como "viaducto de Madrid"- en la Subida á Estación, donde pasaban desapercibidos para la mayoría de los vecinos, ya que muchos desconocían tanto su existencia como el significado de estos murales. Esta situación llevó hace una década al entonces concejal de Cultura, el socialista Eduardo Reguera, a encargar su restauración y traslado a un lugar céntrico de la localidad para resaltar el valor histórico de las piezas, con unas dimensiones de dos metros de largo por uno de ancho. Así se acordó su actual emplazamiento en los jardines del Paseo de A Xunqueira, donde pueden contemplarse ante el edificio del multiusos en el interior de una vitrina de cristal que los protege de las inclemencias atmosféricas y de los actos de vandalismo.

Los dos fragmentos del muro fueron objeto de varios meses de un minucioso proceso de rehabilitación realizado por el artista local Jesús Cameselle Ben para eliminar el verdín y el moho acumulado por el paso del tiempo a la intemperie y para que los graffitis recuperasen los colores originales que tenían cuando servían de división física entre el Este y el Oeste de Berlín desde 1961 hasta 1989. Ahora son un atractivo más para los visitantes que acuden al municipio, que presume de ser de los pocos lugares de España que disponen de uno de los fragmentos de gran tamaño.

Los 65.000 bloques que conformaban el muro que dividía Berlín, de 3,60 de altura y 1,20 de ancho cada uno, se han convertido en piezas codiciadas tanto por su valor histórico como artístico, este último en función de los graffitis que tuviera pintados.

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