Hubo un tiempo, en los despreocupados años precrisis, en los que la burbuja inmobiliaria tenía su reflejo en el mundo de los festivales, que florecían por doquier. Poco antes de la gran sacudida, que acabaría llevándose por delante muchas de aquellas iniciativas, un puñado de amigos de Redondela decidió crear su propio evento musical, bajo la premisa de que fuese diferente, que resaltase el valor de la diversidad, de lo comunal, de lo próximo, de la cultura de base. Era 2007 y nacía el Festival Alternativo Millo Verde, que este año llega a su XIII edición con las proyecciones de cine como principal novedad.

De aquel grupo de fundadores quedan dos de los 11 que hoy en día sacan adelante el proyecto. Permanece también la filosofía inicial que se concreta, entre otros detalles, en la gratuidad de todas las actividades, un rasgo distintivo frente a otras citas. Ahora que la crisis ha pasado (más o menos), los festivales han cobrado nuevo vigor, eso sí, derivando en muchos casos hacia inmensas maquinarias mercantiles, diseñadas para atraer públicos masivos y sustentadas en precios elevados e ingentes dosis de publicidad.

Así que el Millo Verde, en el que ninguno de sus impulsores cobra un solo euro, se puede considerar como una de esas pequeñas aldeas galas que convendría preservar. Pero, ¿cómo lo hacen para seguir en pie? Tito Guerri, uno de los organizadores, cuenta algunos de los entresijos.

Las actividades duran apenas unos días, en esta edición del 2 al 8 de junio, pero detrás hay meses de trabajo. Todo comienza al principio del otoño, cuando las 11 personas que asumen la organización empiezan con las primeras reuniones preparatorias. Estas quedadas van aumentando su frecuencia conforme se acerca el evento: a partir de diciembre pasan a ser semanales y en las fechas más próximas al arranque más habituales, si es necesario.

Selección de grupos

Hay tareas que se reparten y otras comunes, como el montaje de las instalaciones o la selección de las dos bandas que llegan a la final del concurso de maquetas. Este es un pilar importante del Millo Verde; el apoyo a las bandas locales. Solo reciben trabajos de grupos gallegos y del norte de Portugal y los dos finalistas tocan en abril en un concierto en el que también participan artistas redondelanos.

El ganador -este año los ourensanos TanDub- es elegido por votación del público y, además de 500 euros, se gana el derecho a tener un espacio en el escenario grande del festival, en el que siempre hay un mínimo de tres o cuatro grupos de aquí, al margen de los que tocan en los horarios de tarde. El año pasado, los vigueses Kings of the Beach estuvieron en la sesión matutina, esta vez saltarán a la nocturna, lo que da cuenta del crecimiento de la banda.

También entre todos configuran el cartel, la clave de lo ecléctico de la propuesta. "Somos gente con gustos muy variados -indie, rock, étnica, folk...-, entonces cada uno tira por su lado, hace sus propuestas y al final llegamos a un consenso", explica Tito Guerri, que ve en esa variedad un punto diferencial con respecto a otros festivales.

La selección, obviamente, está muy influenciada por las posibilidades económicas. El Millo Verde cuenta con un presupuesto de unos 40.000 euros; el concierto de Castrelos más barato del verano de 2018 fue el de Dorian y Zoé: 48.581 euros. "Con los cachés que manejamos no se compra ni un coche; bueno, a lo mejor uno con muchos kilómetros", bromea el organizador. La financiación proviene de lo que sacan de las barras, de los puestos, de los patrocinios y de una subvención "bastante sustancial" del Concello de Redondela y otra más modesta de la Diputación de Pontevedra.

Como una de las características del festival es dar cabida a sonidos de distintas tradiciones y vienen grupos de cualquier parte del mundo, tienen que aprovechar cuando están en gira por aquí cerca para poder traerlos, además de tener el olfato para cogerlos antes de que sean demasiado grandes. Hace unos años tuvieron a Fuel Fandango meses antes de que se hiciesen fijos en todos los carteles; este año han apostado, entre otros, por el trío argentino Fémina, con una personal fusión de influencias tradicionales con hip-hop o funk y un marcado discurso feminista.

Los meses de trabajo cobran estos días su visibilidad. Al lado de los 11 organizadores, un pequeño ejército de voluntarios, que este año rondan los 40. Los únicos contratados son los efectivos de seguridad y el personal de limpieza. La madrugada del sábado el Millo Verde se apagará cuando Brigada Sound lance sus últimos beats. Y cuando pase la resaca, tocará empezar a pensar en la edición XIV.